Omar Little no puede ser derrotado
Michael K. Williams, fallecido el lunes a los 54 a?os, supo encarnar en ¡®The Wire¡¯ el coraz¨®n ambiguo de una serie que entroniz¨® el desencanto negando la frontera del bien y del mal
Poca gente lo recuerda, pero Omar Little no naci¨® en The Wire. Antes de llegar a Baltimore viv¨ªa en los Boonton Projects de Nueva Jersey, un barrio baj¨ªsimo parecido al que luego tiranizar¨ªa en la serie de David Simon. Lo descubrimos al comienzo del ¨²ltimo cap¨ªtulo de la tercera temporada de Los Soprano, cuando el personaje de Jackie Jr. huye de la mafia italiana, a la que ha traicionado, y se refugia en una especie de narcopensi¨®n. Le abre la puerta de la guarida Omar Little ¡ªes decir, Michael K. Williams, actor que falleci¨® en su apartamento el lunes a los 54 a?os¡ª, que en esta serie se llama Ray Ray y vive con su hija peque?a, una dicharachera jugadora de ajedrez. Es una aparici¨®n fugac¨ªsima, dos escenas, no creo que alcance ni dos minutos de metraje con cuatro frases (una de las cuales parece escrita para The Wire: ¡°Tienes que terminar la partida; si no, ?c¨®mo vas a aprender a jugar?¡±), pero ya es Omar con su carisma, su iron¨ªa seria, su calma y su ambig¨¹edad criminal y justiciera. Como el personaje de The Wire, el Ray Ray de Los Soprano parece un buen t¨ªo, aunque sabes que no lo es. ?O s¨ª?
Muere el actor Michael K. Williams, que encarn¨® a Omar Little en ¡®The Wire¡¯ y a Chalky White en ¡®Boardwalk Empire¡¯
Ese episodio se emiti¨® en mayo de 2001. Un a?o despu¨¦s, en junio de 2002, naci¨® de verdad Omar Little. Apareci¨® de una forma tan inesperada y discreta como Ray Ray, en el tercer cap¨ªtulo, imponi¨¦ndose entre sombras y frases cortas, apoder¨¢ndose de la trama como se apoderaba de las redes de la droga al menudeo y de los corazones infantiles de los projects, sedientos de h¨¦roes. Que sean los ni?os quienes griten que viene Omar y preparen su puesta en escena como un coro griego define su tono heroico y tr¨¢gico. Omar Little es el coraz¨®n ambiguo de una serie que entroniz¨® la ambig¨¹edad y el desencanto, negando la frontera del bien y del mal.
La cicatriz hipn¨®tica que cruzaba la cara de Williams ¡ªsouvenir de una pelea a la puerta de un bar donde le cortaron con una cuchilla de afeitar, antes de ser actor¡ª pod¨ªa representar esa frontera y delimitar el Omar bueno del malo, como las dos caras de Jano o como Jekyll y Hyde, pero el personaje no es dial¨¦ctico, no tiene un lado luminoso y otro oscuro, sino ambos a la vez y siempre. Adem¨¢s, est¨¢n en armon¨ªa: Omar es un criminal peligros¨ªsimo y un caballero con un sentido afilado de la justicia. No es a veces criminal y a veces justiciero, sino ambas cosas al mismo tiempo, sin que las dos naturalezas se peleen en su interior. Si hay un personaje de The Wire en paz consigo mismo ¡ªy en guerra, por tanto, con todos los dem¨¢s¡ª es Omar Little.
Mitolog¨ªa y revoluci¨®n
Dicen que Simon se inspir¨® en varios delincuentes reales de Baltimore, pero hay algo irreal y sobrehumano en Omar que remite a la mitolog¨ªa. Incluso su homosexualidad abierta parece un atributo divino: la vive con la indiferencia de un Zeus, transgrediendo el tab¨² con desd¨¦n sublime. Nadie le tose. Nadie se atreve a llamarle maric¨®n. Lo que en esos barrios es pecado y debilidad se transforma en ¨¦l en signo de fortaleza. Dicen que anim¨® a muchos pandilleros de la vida real a salir del armario, les dio un modelo. No s¨¦ si hay que celebrar la felicidad de los asesinos, pero, en fin, los logros sociales son inescrutables.
Si hay un personaje de ¡®The Wire¡¯ en paz consigo mismo ¡ªy en guerra, por tanto, con todos los dem¨¢s¡ª es Omar Little.
Era el personaje favorito de Barack Obama, que se apresuraba a aclarar, entre embaucador y cobarde, que era una fascinaci¨®n por el personaje de ficci¨®n y solo por el personaje. Como persona, estaba en contra de los Omar Little. No pasa nada, se?or presidente, rel¨¢jese, lo entendimos a la primera. Cualquier espectador comparte su enamoramiento por el personaje. Todos somos esos ni?os de Baltimore que celebran la llegada de su h¨¦roe como si fuera el m¨¢s perverso carrito de los helados.
La revoluci¨®n de The Wire no consisti¨® en cambiar los c¨¢nones narrativos de la tele, ni en convertir una tragedia de Shakespeare en cultura popular ¡ªShakespeare ya era cultura popular, esa revoluci¨®n estaba hecha¡ª, ni en ennoblecer las series elev¨¢ndolas a la categor¨ªa art¨ªstica del cine. Bien mirada, The Wire no es para tanto, siendo mucho. David Simon no era un pionero, ya le hab¨ªan desbrozado el camino muchos otros, Los Soprano entre ellos. De hecho, la serie no contiene una sola innovaci¨®n que no estuviera ya en Canci¨®n triste de Hill Street, la serie que de verdad cambi¨® la forma de narrar en la tele. Donde The Wire descolla es en la moral y en el mito. Por primera vez, y de una forma mucho m¨¢s profunda que en Los Soprano, todo lo que se cuenta se resiste a ser juzgado. Nada es maniqueo, nada est¨¢ bien o mal, no hay moraleja ni salvaci¨®n. O, mejor: todo est¨¢ mal y, por tanto, todo est¨¢ bien. La ¨²nica justicia es la que dispone el destino. Esto s¨ª es un punto de inflexi¨®n, a eso se refer¨ªa Simon cuando maldec¨ªa al espectador medio. Despu¨¦s de The Wire, el moralismo es solo un f¨®sil de la tele rancia.
Omar no muere por sus pecados ni se redime. A Omar lo matan por traicionar su propio mito: un ni?o del barrio lo ve malherido y cojeando, es decir, vulnerable. Y Omar no puede ser derrotado. Omar no es mortal. El ni?o descubre que el dios est¨¢ herido y sangra y se queja como ¨¦l y no lo soporta. Tampoco lo soportamos nosotros.
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