Georges Brassens muri¨® a los 60 a?os en Sete, su ciudad natal en el mediod¨ªa franc¨¦s
El cantante y compositor franc¨¦s Georges Brassens muri¨® ayer, a los 60 a?os, en Sete, su ciudad natal, de una enfermedad cuya naturaleza no se hab¨ªa revelado anoche. La importancia que Brassens ha tenido en ¨¦l mundo de la canci¨®n y de la cultura trascendi¨® el ¨¢mbito franc¨¦s y le dio fama internacional. Hab¨ªa nacido el 22 de octubre de 1921, en el mismo lugar del mediod¨ªa de Francia donde est¨¢ enterrado Paul Val¨¦ry, el autor de El cementerio marino.
El cantante falleci¨® en su casa de campo, situada en un suburbio de Sete. En su juventud, Brassens ejerci¨® distintos oficios, hasta que fue descubierto, en 1952, por la cantante Patachou. Su popularidad ascendi¨® r¨¢pidamente a partir de sus actuaciones en cabar¨¦s y music-halls parisienses y especialmente en Les trois baudets.
La probable causa de la muerte de Georges Brassens es una cirrosis hep¨¢tica que durante muchos a?os padeci¨® el autor de Los zuecos de Helena y de tantas canciones con las que la escatolog¨ªa, en muchos casos, alcanz¨® el nivel de la poes¨ªa y de la ternura. Su figura ha sido consustancial a una ¨¦poca de la vida musical francesa y europea.
A lo largo de los ¨²ltimos a?os, su escenario preferido fue el teatro Babino, situado en el barrio de Montparnasse, en Par¨ªs. Aqu¨ª ten¨ªa previsto dar un recital a principios de 1982.
Su vida personal fue muy discreta y transcurri¨® la mayor parte de ella en una casa de los alrededores de Par¨ªs o en su ciudad natal de Sete, donde escrib¨ªa e interpretaba sus canciones.
Uno de sus primeros ¨¦xitos fue La mala reputaci¨®n, a la que siguieron El gorila, La caza de mariposas, Los bancos p¨²blicos y, entre otras muchas, El testamento.
Durante su vida, Brassens jam¨¢s ces¨® de componer y de cantar, aunque a veces estuvo alejado de los escenarios por largas temporadas. Su ausencia, sin embargo, fue colmada por la m¨²ltiple presencia de sus seguidores, imitadores y, en general, compa?eros suyos, entre los cuales ha habido figuras extraordinarias de la canci¨®n, como Georges Moustaki , Paco Ib¨¢?ez e, incluso otro ilustre desaparecido: Jacques Brel.
Georges Brassens suplic¨®, en una de sus canciones que trataba festivamente el tema de la muerte, ser enterrado en una de aquellas playas.
Heredero de una tradici¨®n de marginalidad y contestaci¨®n que entronca con las figuras de Villon o Rabelais, George Brassens fustig¨® durante muchos a?os con sus canciones a la buena sociedad francesa, que se complac¨ªa en sus corrosivas cr¨ªticas comprando millares de sus discos.
Brassens ejerci¨® diversos oficios y colabor¨® en el diario anarquista Le Libertaire, hasta que fue descubierto y lanzado al mundo de la m¨²sica por la cantante Patachou. En las caves bistrois y escenarios subterr¨¢neos del barrio Latino hizo su deb¨² en la d¨¦cada de los cincuenta. Sus primeras canciones, ¨¢cidas y combativas, ridiculizaban sin ambages a los estamentos m¨¢s respetables de la sociedad francesa -el notario sodomizado por un gorila que aparec¨ªa en una de sus letras- salpicadas de tacos y expresiones obscenas o eran, por el contrario, inmensos poemas impregnados de amor, vitalidad y ternura.
En Espa?a, sus canciones han sido interpretadas por los argentinos Claudina y Alberto Gambino, por Jos¨¦ Mar¨ªa Espinas en catal¨¢n, por Paco Ib¨¢?ez y Manuel Tohar¨ªa, quien opina que ?dif¨ªcilmente se puede hablar de una escuela Brassens, porque es una figura ¨²nica, singular e irrepetible en el mundo de la canci¨®n?. Javier Krahe interpret¨® hace unos meses en Televisi¨®n Espa?ola, dentro del programa Esta noche, la canci¨®n Marieta, que por incluir el vocablo gilipollas fue objeto de severas cr¨ªticas por parte de los sectores conservadores.
Con la muerte de Georges Brassens empieza a fraguarse su particular leyenda que alentaba ya en vida el sonido de su voz grave y escueta, eternizada en las grabaciones, y su silueta inconfundible, poblada cabellera y frondosos bigotes de hombre abrazado a su guitarra.
As¨ª apareci¨® ya bastante envejecido en uno de sus. ¨²ltimos recitales hace cinco a?os en la sala Bobino, Ele Par¨ªs, tras cuatro de silencio y ausencia de los escenarios. La cirrosis hep¨¢tica que le ha llevado a la tumba estaba en avanzado proceso y su oscuro cabello hab¨ªa encanecido. Pero al descorrerse las cortinas, all¨ª estaba ¨¦l con su guitarra, el pie apoyado en una silla al fondo del escenario, como siempre. Los mismos gestos y el trago de agua despu¨¦s de cada canci¨®n. La misma musicalidad sobria y descarnada: el chelo de Pierre Nicol¨¢s y las cuerdas de su guitarra corno ¨²nico acompa?amiento. ? Basta cruzar el puente: la aventura es inmediata?, dijo en aquella ocasi¨®n. a modo de presentaci¨®n y seguidamente pas¨® a cantar una docena de sus ¨²ltimas nuevas canciones entremezcladas con los viejos temas que el p¨²blico core¨® con gusto.
Tambi¨¦n hace cinco a?os, en conmemoraci¨®n del vig¨¦simo aniversario art¨ªstico de Brassens, la casa discogr¨¢fica que trabajaba con ¨¦l en exclusiva edit¨® doce lujosos ¨¢lbumes con toda la producci¨®n del cantante-poeta, desde La mala reputaci¨®n a El auvern¨¦s, incluyendo tambi¨¦n sus ¨²ltimas composiciones, modelo de continuada e invulnerable juventud.
?Tiene una hermosa mirada, se le ve la bondad en los ojos?, dijo Jean-Paul Sartre una vez de este gran sant¨®n de la canci¨®n francesa, que ha inspirado a tantos cantantes de las ¨²ltimas generaciones. Profundo admirador de Paul Val¨¦ry, al que conoci¨® personalmente, transmite en sus canciones un aliento de rebeli¨®n, de denuncia de la hipocres¨ªa de las buenas costumbres que tantas veces encierran la brutalidad y la violencia. Y junto a esa cr¨ªtica mordaz de las costumbres puritanas y falsas, el amor por los marginados, la afirmaci¨®n de la vida y la iron¨ªa tierna y sonriente impregnando el conjunto de su obra inolvidable.
"El testamento" de Brassens
?Estar¨¦ triste como un sauce, cuando el dios que me sigue a todas partes me diga: vete a ver all¨¢ arriba si yo estoy ah¨ª?, empieza con profana iron¨ªa El testamento, de Georges Brassens, una canci¨®n que escribi¨® en la d¨¦cada de los sesenta y que hoy, al filo de su muerte, se convierte en su presentido epitafio.
?Tomar¨¦ el camino m¨¢s largo, dejar¨¦ la vida reculando, aunque los enterradores me gru?an por creerme loco de atar?, sigue Brassens en su testamento. ?Quiero partir al otro mundo por el camino de los escolares antes de cortar florituras a las bellas almas de las damas?.
Y a?ade que todav¨ªa sue?a con una enamorada, con decir una vez te quiero o ?perder el norte deshojando un crisantemo, que es la margarita de los muertos". ?Dios quiera que mi viuda se conmueva enterrando a su compa?ero y que para que le caigan l¨¢grimas las cebollas no sean necesarias?, y contin¨²a con su iron¨ªa implacable para aconsejar a la viuda que se case de nuevo con un hombre parecido a ¨¦l, que pueda utilizar sus botas y zapatillas. ?Pero que nunca fustigue a mis gatos, pues, aunque yo no sea m¨¢s que un ¨¢tomo, habr¨¢ un fantasma que vendr¨¢ a perseguirle?. -
?Dejo la vida sin rencor, no tendr¨¦ nunca m¨¢s dolor de muelas, termina en el mismo tono l¨²dico y desenfadado la canci¨®n-testamento del poeta.
Babelia
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