¡®Doctor en Alaska¡¯, cuando ver la televisi¨®n no era moderno

Si Disney+ nos alegr¨® el fin del a?o pasado recuperando Las chicas de oro, esta vez es Filmin quien nos alboroza anunciando que en febrero incorporar¨¢ a su cat¨¢logo Doctor en Alaska.

Hoy serie de culto sin discusi¨®n, para saber en su estreno que iba a tener chicha hab¨ªa que estar al sopesquete. Nos alertaron los nombres de Joshua Brand y John Falsey, guionistas de La sombra blanca y St. Elsewhere, m¨²sica celestial para los que no tuvimos que esperar a que HBO nos convenciera de que la tele no era una pariente pobre del cine. En aquellos tiempos la informaci¨®n televisiva era escasa y el inter¨¦s popular limitado, los pol¨ªticos no fardaban de ver La ley de los ?ngeles y borrarse del copeo del viernes por ver La 2 era cosa de raros.

Pero qu¨¦ cita pod¨ªa competir con Cicely, la Riviera de Alaska, fundada por una pareja de lesbianas ¡ªfrankdelajungla, hemos estado ah¨ª siempre, no nos ha inventado Netflix¡ª que quisieron crear ¡°el Par¨ªs del norte¡± y por el camino inspiraron La metamorfosis a Kafka y dejaron una herencia de pianos voladores, locutores poetas, indios enamorados de Dreyer y astronautas con vocaci¨®n de oligarcas. Y Maggie, claro, demostrando que se pod¨ªa ser endiabladamente sexi sin la melena de Farrah Fawcett o neglig¨¦s de las que le ponen a Messi.

Quedan muchas series por recuperar. Son la mejor arma contra el adanismo que incita a creer que cada estreno reinventa la televisi¨®n. Ah¨ª est¨¢n Luz de luna, Enredo, Es mi vida, Chicago Hope, Treinta y tantos, Deja la sangre correr, Murphy Brown o la gloriosa majader¨ªa de David Lynch On the Air. Algunas he podido volver a verlas, pero como el amor, el VHS se rompe de tanto usarlo, o m¨¢s bien, y como el amor, se rompe por un mantenimiento deficiente.

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