B¨®xers o slips: ?es ¨²til enga?ar al pueblo?
S¨¢nchez interpreta todos los registros para desmentir la imagen de aut¨®mata sin sentimientos que le han colgado, y el resultado es desconcertante: no sabemos qu¨¦ presidente es el verdadero
En 1777, el enciclopedista Jean le Rond d¡¯Alembert alent¨® un concurso en la Real Academia Prusiana de Ciencias y Letras, a la que pertenec¨ªa, y convoc¨® a los pensadores de Europa para responder esta pregunta: ¡°?Es ¨²til enga?ar al pueblo?¡±. Entre los trabajos ganadores se encontraba el de un matem¨¢tico franc¨¦s, Fr¨¦d¨¦ric de Castillon, que respond¨ªa indudablemente que s¨ª. En sus argumentos citaba a Plat¨®n, que en La rep¨²blica conced¨ªa a los gobernantes el derecho a mentir. Dec¨ªa Castillon que la verdad solo es soportable ¡°para los ojos de ¨¢guila¡±. A los dem¨¢s, ¡°para no cegarlos, ha de mostr¨¢rsela cubierta de velos que aten¨²en su excesivo brillo¡±.
Jos¨¦ Miguel Monz¨®n pregunt¨® a Pedro S¨¢nchez si usaba b¨®xers o slips, y el presidente respondi¨® que ni una cosa ni la otra. Cabr¨ªa deducir que no lleva ropa interior (aunque a m¨ª me seduce m¨¢s imagin¨¢rmelo con unos calzoncillos marianos, como los de esos amigos cuarentones suyos a los que incomoda Irene Montero), pero en realidad no hablaba de llevar poca ropa, sino de su capacidad para vestir la adecuada en cada ocasi¨®n. Los velos con los que los gobernantes cubren la verdad son ahora de algod¨®n cien por cien.
Es dif¨ªcil encender la tele estos d¨ªas y no ver al presidente en un plat¨®. Incluso se ha montado uno en Ferraz para entrevistar a los ministros y jugar a ser presentador, como su antiguo vicepresidente. Pronto har¨¢ cameos en telenovelas turcas, pues trazas de gal¨¢n no le faltan. S¨¢nchez interpreta todos los registros para desmentir la imagen de aut¨®mata sin sentimientos que le han colgado, y el resultado es desconcertante: no sabemos qu¨¦ presidente es el verdadero. Para proteger al pueblo del excesivo brillo de la verdad, este ¨¢guila lo deslumbra a todas horas con su sonrisa de vendedor de enciclopedias, como las que escrib¨ªa D¡¯Alembert. La cuesti¨®n es: ?cu¨¢ntos se la comprar¨¢n?
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