¡®Chico come universo¡¯ o en todas partes cuecen habas

En un tranquilo barrio de las afueras de Brisbane (Australia) la aparente tranquilidad dura poco. Tambi¨¦n es verdad que la familia protagonista de la serie Chico come universo no deja de ser peculiar: dos hermanos, uno de los cuales, el mayor, hace a?os que decidi¨® no pronunciar palabra, una madre, amante de sus hijos, que trata de superar su drogadicci¨®n, un padrastro-camello de hero¨ªna y un padre alcoh¨®lico y separado. Es lo que los intelectuales llaman ¡°familia disfuncional¡± y el resto... pues de todo.

Como las series de televisi¨®n hace tiempo que demostraron su evidente vocaci¨®n globalizadora, cabe se?alar que en el reparto de los siete cap¨ªtulos de la primera temporada de Chico come universo, que exhibe Netflix, surgen nombres que ya son casi habituales por estos pagos: desde un irreconocible Simon Baker (El mentalista) a un Bryan Brown con una filmograf¨ªa m¨¢s extensa que esta columna, o un Anthony LaPaglia (Sin rastro), por m¨¢s que los aut¨¦nticos protagonistas sean dos j¨®venes desconocidos: Felix Cameron y Lee Tiger Halley.

Y como en todas partes cuecen habas, seg¨²n ese summum de los t¨®picos que es el refranero, en Brisbane tampoco pod¨ªa faltar una indigna representaci¨®n de la mafia, grupo criminal que lo mismo trocea a un individuo, achacando el resultado del desmembramiento a los tiburones, que organiza saraos ben¨¦ficos que les permite lavar la imagen y el dinero de la venta de droga. En resumen: una interesante serie que permite constatar la lucidez de Borges cuando recopil¨® algunos de sus relatos bajo el t¨ªtulo de Historia universal de la infamia, una historia que llega hasta nuestros d¨ªas y, al parecer, con el mismo af¨¢n globalizador que las series australianas de televisi¨®n rodadas en las afueras proletarias de Brisbane.

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