Qu¨¦ alegr¨ªa, sin televisi¨®n hasta septiembre
Cuando hace demasiados a?os me propusieron a cambio de un buen sueldo escribir de televisi¨®n me pareci¨® una broma macabra. Y hasta ahora. Sintiendo indiferencia, bochorno, cansancio o repel¨²s hac¨ªa casi todo lo que emite el monstruo
Cuando hace demasiados a?os me propusieron a cambio de un buen sueldo escribir de televisi¨®n me pareci¨® una broma macabra, ya que jam¨¢s sent¨ª la menor adicci¨®n por ella. Ni siquiera en la infancia con los dibujos animados y los payasos. Raro que es uno. La explicaci¨®n que me dieron mis empleadores fue que la televisi¨®n me permitir¨ªa escribir de lo que me diera la gana porque en ese aparato cab¨ªa el mundo. Y hasta ahora. Sintiendo indiferencia, bochorno, cansancio o repel¨²s hacia casi todo lo que emite el monstruo, pero siempre encontrando temas para ganarme la vida. Y compadeciendo a bastantes ancianos que confesaban desoladoramente: ¡°Yo lo ¨²nico que he hecho en mi vida es trabajar y ver la tele al llegar a casa¡±. Debe de ser m¨¢s grato, a falta de compa?¨ªa deseable, escuchar los sonidos del silencio. Y tambi¨¦n existen los libros, aunque cada vez se resignen m¨¢s a su condici¨®n de isla perdida y abandonada.
Se supone que la tele ya solo la consume la tercera edad. El resto ha encontrado otra forma de embrutecimiento masivo a trav¨¦s del consumo extenuante y coloc¨®n irresistible de las redes sociales y del mundo contenido en la pantalla de los m¨®viles. Veo en el paseo ma?anero por mi barrio a gente muy mayor, apoyada frecuentemente en la muleta, el andador o la silla de ruedas. No llevan el puto tel¨¦fono en la mano. Van aseados, incluso bastantes mujeres ligeramente maquilladas y en su expresi¨®n la mayor¨ªa parecen estar un poco de acuerdo con la vida o al menos resignados con su decrepitud. Mi madre utilizaba una expresi¨®n compasiva, pero tambi¨¦n terror¨ªfica, respecto a la apariencia de algunas personas: ¡°Se han abandonado a s¨ª mismos. Ya no aspiran a gustar a nadie. No creo que se miren alguna vez en los espejos, sentir¨ªan miedo. Su imagen ya no les importa nada¡±.
Y me pregunto c¨®mo pasan el tiempo los viejos despu¨¦s de esos paseos, durante estos d¨ªas tan abrasivamente largos y noches en las que puede aparecer un temible asaltante llamado insomnio. Imagino que gran parte de ellos en compa?¨ªa de la televisi¨®n, oyendo impunes estupideces, observando sin tregua im¨¢genes de violencia en todos los lugares del mundo, cine de saldo ¨ªnfimo, culebrones infames y el inane cotilleo del grimoso submundo del coraz¨®n. Y datos continuos sobre el infernal estado del tiempo. Y los pobres que no dispongan de aire acondicionado sudando y maldiciendo in¨²tilmente. Hasta septiembre, televisi¨®n, ninguna nostalgia ni duelo por nuestra radical separaci¨®n. Y qu¨¦ respiro no saber nada de la clase pol¨ªtica. Tienen bendito derecho a las vacaciones.
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