El retorno de los ¡®tr¨®spidos¡¯: es normal que nadie quiera casarse con tu hijo
¡®Qui¨¦n quiere casarse con mi hijo¡¯ ha vuelto a Cuatro en un momento convulso de la televisi¨®n nocturna, pero tiene dos argumentos para ara?ar audiencia: suficiente carga de surrealismo y un p¨²blico nost¨¢lgico
El regreso del reality Qui¨¦n quiere casarse con mi hijo ha sido silenciado por la guerra de audiencias entre Broncano (la apuesta de TVE para rejuvenecer su audiencia) y Motos (lo de siempre). No es de extra?ar que ya para las once menos diez (hora a la que empezaba el programa) estuviera ya el p¨²blico reba?ando los restos de la yema del huevo frito y pensando en el despertador del d¨ªa siguiente. L¨¢stima no haber cronometrado las pausas. Daba la sensaci¨®n de que estuvieran superando con mucho los doce minutos de publicidad que, por ley, pueden emitir por hora de programaci¨®n. Bloques muy breves e interrupciones publicitarias constantes para un programa que ha terminado pasada la una de la noche. Muy mala idea para un reestreno que ya ven¨ªa ahogado por las pol¨¦micas de Broncano y la fort¨ªsima apuesta de Motos de llevar a Victoria Federica a su programa (a esta, por lo que sea, no le ha hecho comentarios de divorciado al galope).
Nuestros tr¨®spidos (t¨¦rmino acu?ado por el escritor y tuitero El Hematocr¨ªtico) nos han dado grandes momentos para el recuerdo, y son el estandarte de los mejores realities de Cuatro TV: aprovecharon la cacer¨ªa m¨¢s cara de los Borbones con Un pr¨ªncipe para Corina. Nos pixelaron bolsas escrotales y huchas en las playas m¨¢s pochas del mundo con Ad¨¢n y Eva. Nos demostraron que pueden convivir la ambici¨®n y la falta de sesera con Granjero busca esposa. Contribuyeron a la baja natalidad espa?ola con Supernanny. Y, por supuesto, nos demostraron que ser una Supermodelo no es cuesti¨®n de aptitud, sino de actitud. Pero el m¨¢s a?orado de estos programas, sin duda, era Qui¨¦n quiere casarse con mi hijo, que anoche volvi¨® a la parrilla con Luj¨¢n Arg¨¹elles ¡ªcomo debe ser¡ª y la misma alineaci¨®n de todas las ediciones: el pijo, el t¨ªmido, el gay, el llano, y el inexplicable.
En esta nueva edici¨®n estos papeles corresponden, respectivamente, a Alejandro, Christian, Rub¨¦n, Sequera, y Erik. Estos cinco solteros de oro tienen que vivir una pesadilla freudiana televisada como si fuera una agradable experiencia en la que la recompensa es el amor. Ellas, las aspirantes, anhelan unas dinero (desinformadas que piensan que un hombre que va a un concurso tiene, precisamente, dinero), otras amor, todas matrimonio, y qui¨¦n sabe si ser el ¨²tero vicario de una se?ora a medio camino entre Norma Desmond, Maite Galdeano, y Liberace.
?Qu¨¦ lleva a un var¨®n hecho y derecho a presentarse a la tele a buscar novia? Supongo que los cantos de sirena de la fama ef¨ªmera, subir seguidores en Instagram, o ligar en las discotecas (aunque Christian tiene pinta de ser m¨¢s del Call of Duty que de pistas de baile). ?Qu¨¦ lleva a unas madres a acompa?ar a sus hijos en semejante trance? Lo mismo que las puede haber llevado a destruir todas y cada una de las oportunidades que sus hijos han tenido de convertirse en adultos completos, supongo.
Bellos sentimientos
Esta edici¨®n de Qui¨¦n quiere casarse con mi hijo promete ser muy buena, muy fuerte, as¨ª que les presento a los aspirantes a descubrir los m¨¢s bellos sentimientos humanos.
Alejandro y Valeria. Son de Sotogrande, que es una urbanizaci¨®n exclusiva. Lo han dicho unas sesenta veces. A m¨¢s veces lo dec¨ªan, m¨¢s claro me quedaba que no viv¨ªan muy en el cogollo de tan ilustre lugar. Les hago un poco m¨¢s hacia el sur, concretamente hacia la L¨ªnea de la Concepci¨®n. A Alejandro le gusta jugar, pero con las ¡°ni?as¡± de su entorno no le apetece (ese cl¨¢sico de las clases altas de enamorarse de las plebeyas para luego casarse con la favorita de los padres, como en Tres sombreros de copa), y las que le gustan no son del gusto de Valeria. Y cuando Valeria empieza a contar su vida es como cuando en Juego de tronos sonaba Las lluvias de Castamere: alguien va a morir.
Christian y Bego?a. Ella es una superestrella, una Lyn May, una Amanda Lepore, una Amparo Mu?oz. Extrovertida, amante del hor¨®scopo. Christian es entra?able, pero tiene las mismas ganas de estar ah¨ª que su madre de ir por la calle en bata. Son vascos, y dice el saber popular que all¨ª no se liga. Christian ha llegado a esbozar una sonrisa, supongo que la primera de¡ muy pocas.
Rub¨¦n y Mariv¨ª. Rub¨¦n se ama. Mariv¨ª le ama. Juntos son la dupla m¨¢s maleducada del programa. Cuando uno se gusta tanto, nunca encuentra a nadie a su medida. Sin embargo, ha sido ¨¦l, Rub¨¦n, quien nos ha dado la primera sorpresa (para disgusto de su madre) eligiendo a un aspirante que es mago de profesi¨®n. Este ser¨¢ el arco de conflicto de la edici¨®n.
Sequera y Mayka. De Usera. ?l canta regget¨®n (como todos) y ella tiene pinta de haber cogido de los pelos a m¨¢s de una, y hace no tanto. Se besan en la boca y comparten m¨¢s datos de la intimidad de lo que ser¨ªa deseable para nosotros los espectadores.
Erik y Maricarmen. Maricarmen ha entrado en coche cantando y diciendo que quiere un nieto. Eso es, junto a lo del hor¨®scopo, la mayor alerta posible de madre helic¨®ptero. Maricarmen no quiere que Erik sea feliz. Maricarmen quiere volver a ser madre a trav¨¦s de otra mujer. Y Erik dice de ¨¦l mismo que se parece a David Beckham.
Un acertad¨ªsimo casting apoyado por el talento de alg¨²n malvado editor que si hiciera ficci¨®n tendr¨ªa un ramillete de premios Goya en su estanter¨ªa. Dicen que el primer Qui¨¦n quiere casarse con mi hijo estuvo compuesto de descartes de Gran Hermano. No subestimen el poder de un formato que, pese a arrancar sin demasiado inter¨¦s medi¨¢tico, cuenta con la nostalgia de sus espectadores y que sabido encontrar ¡ªde momento¡ª un casting en estos tiempos en el que no hay canis, ni concursos de vecinitas, ni otras maravillas que alimentaron los inicios de Cuatro. Ahora tenemos mujeres ¡°de alto valor¡±, inversores, cantantes, y por supuesto, bailarinas ex¨®ticas. Eso s¨ª, con semejantes ejemplos de suegra, normal que nadie se quiera casar con tu hijo.
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