La cancelaci¨®n (o algo as¨ª) tiene por fin su serie
No quiero dar ni un dato de ¡®Douglas Is Cancelled¡¯ que estropee el aluvi¨®n de sorpresas que contiene
Es tan dif¨ªcil elogiar esta serie sin destrozarla que renuncio a dar informaci¨®n sobre ella. Por lo general, no me incomoda el spoiler. Es m¨¢s, sostengo que hay una mojigater¨ªa odiosa en torno a la idea del destripe: no puedo con esa gente que se tapa los o¨ªdos. Lo respeto porque en esta democracia hay que respetar a todos (maldita sea la democracia), pero quien renuncia a una buena conversaci¨®n por no tragarse un plot twist de algo que a¨²n no ha visto me parece un triste ser humano que no ha entendido que conversar es mucho mejor que ver una serie, y que las series (y los libros y toda la cultura) se hacen para darnos tema de conversaci¨®n.
En fin, que me pierdo, pero me viene bien, porque as¨ª ya he llenado un p¨¢rrafo sin destripar Douglas Is Cancelled (Movistar Plus+ y SkyShowtime), de la que en verdad no quiero dar ni un dato que estropee el aluvi¨®n de sorpresas que contiene. Lo hago porque, en este caso, Douglas Is Cancelled es tanto la excusa para la conversaci¨®n como la conversaci¨®n misma. La premisa est¨¢ en el t¨ªtulo y en los dos primeros minutos de la trama: al presentador estrella de la tele brit¨¢nica se lo quieren cargar porque un tuitero le acusa de haber contado un chiste sexista en una boda. Hasta aqu¨ª podemos leer.
La serie es magn¨ªfica, entre otras muchas cosas, por defraudar continuamente las expectativas creadas. Y eso, en un mundo algor¨ªtmico donde los narradores tienen p¨¢nico a defraudar esas expectativas y se aplican a cumplirlas, no vaya a ser que ellos mismos sean cancelados o los espectadores cancelen la suscripci¨®n, hace de Douglas Is Cancelled un n¨²mero de funambulismo intelectual trepidante. Cuando la mayor¨ªa de quienes han abordado esto de la cultura de la cancelaci¨®n se han contentado con ilustrar el debate ¡ªqued¨¢ndose, las m¨¢s de las veces, en la s¨¢tira m¨¢s ramplona¡ª, Douglas lo ampl¨ªa. En vez de simplificar, como tiende a hacer la ficci¨®n m¨¢s popular, parte de un arquetipo reconocible por todo el mundo y lo desmonta pieza a pieza. Siento ser tan generalista, pero si concreto un poco m¨¢s, lo estropeo.
En resumen: coge los lugares comunes de una guerra cultural ya cansina, que se ha estabilizado en un frente de trincheras inamovibles desde las que se bombardean las mismas banalidades una y otra vez, y la lleva a un grado de complejidad tan estimulante, ambiguo, perturbador e irresoluble, que deber¨ªa avergonzar a todos los que predican a favor y en contra de este runr¨²n.
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