Elizabeth Taylor estaba harta de su belleza
El documental ¡®Las cintas perdidas¡¯ recoge las confesiones de la actriz en su momento de mayor fama planetaria. Se dice frustrada por las servidumbres del estrellato en Hollywood y ansiosa de ser reconocida como int¨¦rprete
Ella fue uno de los seres vivos m¨¢s bellos que han aparecido en la gran pantalla, pero hablaba de ello como si hubiera sido una maldici¨®n. Elizabeth Taylor no se imaginaba a s¨ª misma no siendo famosa, porque lo fue desde los 10 a?os. Sufri¨® antes que nadie el fen¨®meno de los paparazzi: los periodistas trataban de colarse en su casa por cualquier medio, hasta haci¨¦ndose pasar por fontaneros. Y su tormentosa vida privada ¡ªtuvo ocho bodas con siete hombres¡ª la convirti¨® en pasto de la prensa sensacionalista. Lo que ella siempre quiso es ser reconocida como int¨¦rprete, que no es lo mismo que estrella de cine, y lamentaba que solo lo consigui¨® en contadas ocasiones.
Las confesiones de la diva por excelencia suenan ahora en su propia voz en Elizabeth Taylor: las cintas perdidas, estrenado en Max. En 1964, cuando ten¨ªa 32 a?os, Taylor mantuvo una serie de conversaciones grabadas, unas 40 horas, con Richard Meryman, periodista de Life y autor de biograf¨ªas de figuras de Hollywood (algunas presentadas como autobiograf¨ªas). La charla dio lugar entonces al libro de memorias Elizabeth Taylor, sin la firma del periodista. No fue hasta despu¨¦s de la muerte del escritor, en 2015, cuando se descubrieron esas cintas, en las que la actriz se expresaba con enorme franqueza, en la confianza de que no ser¨ªan reproducidas. La directora Nanette Burstein da forma a este documental de HBO, con producci¨®n de J. J. Abrams, que gira en torno a la voz de Taylor hablando de s¨ª misma, acompa?ada con buen material de archivo y entrevistas con algunos de sus colegas de Hollywood.
En alg¨²n momento, Taylor se desespera con Meryman, ante su insistencia en preguntarle sobre su belleza. ?Es consciente de que es una sex symbol, una diosa sexual?, le dice el periodista. ¡°?Me lo has preguntado 19 veces!¡±, protesta la actriz. Y responde: ¡°Soy una chica, soy una mujer. No me siento especial¡±. A¨²n m¨¢s, menciona algunas de las veces que se sinti¨® discriminada, acosada o amenazada, precisamente, por ser atractiva. La m¨¢s perturbadora: uno de sus maridos, el siniestro Eddie Fisher, la apunt¨® con su pistola en la sien y le dijo: ¡°No te preocupes, no te matar¨¦ porque eres demasiado guapa¡±. Ella llega a confesar al entrevistador: ¡°Estoy deseando ponerme gorda, obesa, fl¨¢cida¡±.
Taylor sufr¨ªa por lo aquello en que se hab¨ªa convertido su imagen p¨²blica. ¡°Creo que tengo la imagen de una persona superficial¡±, dice. ¡°Sugiero algo il¨ªcito por mi vida personal. Pero no soy il¨ªcita ni inmoral¡±. Su propio padre la llam¨® puta por su historial de parejas cuando dej¨® a Fisher. Y le doli¨® especialmente que el peri¨®dico del Vaticano escribiera sobre ella que merec¨ªa perder la custodia de sus hijos. Sus sucesivas bodas estaban muy mal vistas en su ¨¦poca, pero con ojos de hoy retratan a una mujer libre, que buscaba la estabilidad pero sab¨ªa romper una relaci¨®n t¨®xica (y las suyas lo fueron m¨¢s de una vez).
No hab¨ªa estudiado interpretaci¨®n, dado que pas¨® parte de la infancia ya en los estudios (desde There¡¯s One Born Every Minute, de 1942). Pero presum¨ªa de su instinto, de su capacidad para creerse de verdad dentro de cada personaje. Admit¨ªa su frustraci¨®n con los papeles que abundaban para ella: ¡°No estoy contenta con lo que soy ni con lo que he hecho¡±, dec¨ªa. ¡°Soy una estrella de cine que un par de veces ha podido actuar¡±.
Aqu¨ª se detallan sobre todo dos de sus rodajes, aquellos en los que compart¨ªa metraje con Richard Burton (y, se dice, la tensi¨®n sexual entre ambos traspasaba la pantalla). Una es la superproducci¨®n Cleopatra, la primera vez que una actriz cobraba un mill¨®n de d¨®lares, un trabajo que se eterniz¨® porque, a mitad del rodaje, sufri¨® una grave neumon¨ªa y no pudo retomarlo hasta dos a?os m¨¢s tarde. Cuando volvi¨®, para la escena del desfile triunfal de Cleopatra ante las masas en Roma, los extras la vitorearon de verdad. Y la otra es ?Qui¨¦n teme a Virginia Woolf?, un drama complejo en el que por fin ella logr¨® su objetivo de verse fea (no exactamente, pero fue caracterizada para parecer mayor y m¨¢s obesa), que le dio un segundo Oscar y era su gran orgullo. Escondida detr¨¢s de Martha, explicaba, se sent¨ªa libre y pod¨ªa ser grosera. Sin embargo, tiene muy mal recuerdo (¡°vergonzosa¡±, ¡°horrible¡±) de Una mujer marcada, la pel¨ªcula con la que antes hab¨ªa ganado su primera estatuilla dorada despu¨¦s de tres nominaciones sin premio. Cree que esa vez se lo dieron por pena ante sus problemas de salud: ¡°Fue por la traqueotom¨ªa¡±.
Al final del documental, se cuenta apresuradamente lo que fue de Taylor despu¨¦s de los a?os sesenta, que fue mucho: muri¨® en 2011 a los 79 a?os. Se pasa as¨ª de refil¨®n por sus momentos m¨¢s bajos, por sus adicciones al alcohol y otras drogas, por su inevitable deterioro f¨ªsico, por su entrada en una cl¨ªnica de rehabilitaci¨®n (donde conoci¨® a su ¨²ltimo marido, Larry Fortensky). Se destaca m¨¢s su implicaci¨®n en la causa del sida, a partir de la muerte de su amigo Rock Hudson en 1985, lo que era meritorio cuando la enfermedad acarreaba un terrible estigma. Cuenta que muchas de sus amistades pertenec¨ªan al colectivo LGTBI, en tiempos en que no se pod¨ªa salir del armario. No existir¨ªa Hollywood, dice, sin la comunidad homosexual.
Las cintas perdidas no aporta revelaciones de calado sobre la carrera de la actriz, pero ella nos seduce con su voz y con su melancol¨ªa. El sesgo del material original condiciona todo. La pel¨ªcula peca de lo mismo que enfurec¨ªa a Taylor, de lo mismo de lo que pecaba Meryman y de lo que, por ello, peca este art¨ªculo: poner el foco en su belleza y en sus matrimonios antes que en su carrera. Su aspecto era tan deslumbrante que pocos ve¨ªan a la artista que hab¨ªa ah¨ª.
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