Mentiras y migraci¨®n m¨¢s all¨¢ de la frontera: un viaje por el crucial Estado de Wisconsin
Estamos en un momento en que muchos estadounidenses se calientan la cabeza con un supuesto enemigo interno
Unas semanas antes de las elecciones viaj¨¦ a Wisconsin, el crucial Estado en liza situado a unos 2,5 kil¨®metros de lo que se ha descrito como un lugar donde el mal campa a sus anchas, un lugar que casualmente tambi¨¦n es mi casa. El Paso parece estar muy presente en el ¡°Estado del Tej¨®n¡±, al menos como la versi¨®n distorsionada y exagerada del relato de ¡°fronteras abiertas¡± que se repite incesantemente en la publicidad local. Una de las razones por las que fui a Wisconsin era tratar de entender c¨®mo la desinformaci¨®n sobre las fronteras y la inmigraci¨®n se propaga por todas partes.
El retrato de mi tierra natal que presentaba la televisi¨®n era tan aterrador que me mantuvo despierto hasta altas horas de la madrugada. Pero los videos en bucle de violadores, asesinos y fentanilo ¨Cmonstruos todos ellos¨C col¨¢ndose desde M¨¦xico y amenazando a Estados Unidos d¨ªa y noche, sirvieron para recordarme la ingente tarea que tenemos por delante. Soy director ejecutivo y corresponsal sobre el terreno de Puente News Collaborative, una redacci¨®n electr¨®nica biling¨¹e y sin ¨¢nimo de lucro con sede en El Paso. Mis experimentados compa?eros ¨CEduardo Garc¨ªa y Dudley Althaus¨C y yo nos enfrentamos al dif¨ªcil reto de contrarrestar la narrativa fronteriza del mundo del ¨¦ter con hechos sobre el terreno, desde Tamaulipas-Brownsville hasta Tijuana-San Diego.
La tarea parece especialmente urgente en un momento en que muchos estadounidenses se calientan la cabeza con un supuesto enemigo interno. Estos estadounidenses lo quieren todo: utilizar la mano de obra barata que proporcionan los inmigrantes y al mismo tiempo plantar cara al cambio inevitable que los reci¨¦n llegados traen.
Quieren que los inmigrantes, tanto los legales como los ilegales, recojan sus cosechas, atiendan sus restaurantes, limpien sus hoteles y oficinas, cuiden a sus hijos y a sus ancianos, arreglen sus jardines, limpien sus piscinas e instalen sus tejados nuevos. Tambi¨¦n pretenden demonizar a los reci¨¦n llegados que a menudo apuntalan las econom¨ªas locales. Y apuntan especialmente a M¨¦xico, el pa¨ªs que ahora es el principal socio comercial de Estados Unidos. Tras 30 a?os de libre comercio dentro de Norteam¨¦rica, las cadenas de suministro industrial llegan hasta las tierras centrales de M¨¦xico, Canad¨¢ y Estados Unidos, especialmente en el sector del autom¨®vil. M¨¦xico es uno de los principales clientes de cereales y gas natural de Estados Unidos. Gracias al comercio bilateral, alrededor de 800.000 millones de d¨®lares cruzan anualmente la frontera entre Estados Unidos y M¨¦xico, lo que hace que las econom¨ªas de ambos pa¨ªses dependan enormemente la una de la otra.
Durante casi una semana, Dudley y yo viajamos por Wisconsin, a lo largo de la orilla sudoccidental del lago Michigan y por carreteras de dos carriles que se adentran en las tierras de cultivo del estado. Fuimos testigos de c¨®mo los reci¨¦n llegados reconstruyen los barrios centenarios y las peque?as ciudades que en su d¨ªa acogieron a inmigrantes procedentes de Alemania, Polonia, Serbia, Irlanda y otros lugares. A veces ha sido un resurgir tenso y a disgusto.
Mientras informaba sobre la percepci¨®n de la frontera por parte de los habitantes de Wisconsin, tambi¨¦n combat¨ªa la desinformaci¨®n que ve¨ªa y o¨ªa. Cuando comentaba que era de El Paso, la Isla Ellis del sudoeste, algunos hablaban como si supieran mejor que yo de d¨®nde vengo, bas¨¢ndose en lo que ve¨ªan en sus pantallas grandes y peque?as. Incluso hab¨ªa quien se sorprend¨ªa de que yo estuviera vivo, habida cuenta de todos los anuncios de campa?a que describ¨ªan una frontera peligrosa y ca¨®tica poblada por criminales sedientos de sangre.
Recordaba a estas personas del Medio Oeste que procedo de una de las regiones m¨¢s seguras de Estados Unidos. Como le expliqu¨¦ a una mujer en Whitewater, una pintoresca ciudad universitaria, el mayor peligro del que he sido testigo fue el que provoc¨® un joven blanco del norte de Texas que condujo durante 10 horas hasta El Paso con un rifle de asalto para ¡°matar mexicanos¡± y ¡°parar la invasi¨®n hispana de Texas¡±. Est¨¢ claro que el hombre blanco no conoce la historia del sudoeste.
Aquel tipo mat¨® a 23 personas el 3 de agosto de 2019, la mayor¨ªa mexicanos, e hiri¨® a docenas m¨¢s en un Walmart. Era s¨¢bado y muchos de los clientes estaban comprando art¨ªculos para la vuelta al colegio. Tambi¨¦n era el primer fin de semana del mes y hab¨ªa muchas personas mayores que hab¨ªan ido a cobrar su paga de la seguridad social. La tienda es conocida como el Walmart mexicano, porque muchos mexicanos cruzan el cercano puente internacional para comprar all¨ª. Mis padres tambi¨¦n sol¨ªan comprar all¨ª. A lo mejor s¨ª hac¨ªa falta un muro, pens¨¦. Pero donde hab¨ªa que levantarlo era en el este, el oeste y el norte de El Paso, para mantener el mal alejado de los estadounidenses de las zonas centrales que temen el cambio demogr¨¢fico del pa¨ªs.
De hecho, El Paso nos da una idea de las cambiantes fuerzas econ¨®micas y culturales de Estados Unidos. La mujer y yo coincidimos en que la futura mano de obra de nuestra naci¨®n est¨¢ ligada a los reci¨¦n llegados, legales o no. Intercambiamos ideas sobre los diversos productos que cruzan la frontera, desde leche y cereales hasta tractores y aparatos electr¨®nicos. Intercambiamos an¨¦cdotas sobre nuestras comidas preferidas: las salchichas de Wisconsin o las enchiladas con salsa verde. Charlamos sobre nuestros tequilas y cervezas favoritos.
Volv¨ª de Wisconsin a la frontera con una pizca de esperanza. Un atardecer reciente, sal¨ª de la oficina y me qued¨¦ contemplando la ladera gris¨¢cea de las monta?as del oeste de El Paso, pensando en el R¨ªo Grande que serpentea hacia el suroeste y en la gigantesca estatua de Cristo Rey en la ladera norte. Este es el espacio donde las lenguas, culturas y econom¨ªas de nuestras dos naciones se entremezclan, el ¨¢rido rinc¨®n donde convergen Texas, Nuevo M¨¦xico y el Estado mexicano de Chihuahua.
En ocasiones seguimos siendo vecinos a disgusto, como demuestra la valla de hierro oxidado que define aqu¨ª la l¨ªnea fronteriza. Pero la mayor¨ªa de nosotros superamos las fricciones gracias a la tolerancia y el respeto mutuos. Mi conclusi¨®n es que, en estos tiempos turbulentos, mi tierra natal tiene mucho que ense?ar al coraz¨®n del pa¨ªs.
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