Europa: ?patio trasero o l¨ªder de Occidente?
La idea de Europa solo podr¨¢ sobrevivir el asalto de Trump si entiende que es inevitable equilibrar las cargas asumiendo un destino colectivo de manera independiente de los ritmos de Washington
El espect¨¢culo termin¨®. Donald J. Trump es presidente de los Estados Unidos. Se inaugura con un hurac¨¢n de ¡°ordenes ejecutivas¡± firmadas a la carrera. Tambi¨¦n blandiendo, a diestra y siniestra, el garrote de la guerra comercial. Todo ello envuelto en una ret¨®rica nacionalista, aislacionista, y con un despliegue desvergonzado de ambiciones territoriales que recuerdan las ¨¦pocas del avasallador expansionismo de los Estados Unidos en el siglo XIX y comienzos del XX.
Sin embargo, a¨²n m¨¢s inquietante que lo dicho por el presidente Trump el d¨ªa de la posesi¨®n fue la elocuencia de sus silencios. Debe preocupar el desd¨¦n evidente hacia temas cr¨ªticos y decisivos para el futuro de Europa y de toda la humanidad. Trump no habl¨® de la defensa de la democracia liberal; Trump no habl¨® del multilateralismo; Trump no habl¨® de la protecci¨®n del orden jur¨ªdico internacional; Trump no habl¨® del respeto a la arquitectura del r¨¦gimen de comercio mundial; Trump no habl¨® de compromisos con la OTAN; Trump no habl¨® de proteger la integridad territorial de Ucrania y de la Uni¨®n Europea¡
Nada de esto es extra?o para los latinoamericanos que hemos vivido bajo la sombrilla de amenazas similares a lo largo de nuestra historia. La regi¨®n ¡ªque despectivamente se conoce en algunos c¨ªrculos de Washington como el ¡°patio trasero¡±¡ª ya ha sufrido las consecuencias de esa forma de pensar. Sin embargo, para Europa estos desprop¨®sitos son extravagantes, por lo menos desde que se sell¨® ese pacto de lealtad atl¨¢ntica en la segunda posguerra.
Se entiende, entonces, por qu¨¦ el ¡°Viejo Continente¡± est¨¢ sumido en una perplejidad taciturna ante un Trump que no parece tener problema con romper todos los esquemas, todas las tradiciones, todas las alianzas. Desafortunadamente ese desconcierto se ha traducido en par¨¢lisis, en se?alamientos mutuos, en inacci¨®n. A eso se le suma el regocijo apenas disimulado de quienes, a pesar de sentarse en Bruselas y Estrasburgo, ven en Trump la oportunidad de que sus designios autoritarios y ultranacionalistas florezcan.
Mientras tanto, Europa se consuela con la teor¨ªa de que el presidente Trump no es m¨¢s que un audaz jugador de p¨®ker o un negociante habilidoso que lanza globos al aire pero que nunca pondr¨¢ en riesgo los cimientos que sustentan la solidez de las relaciones a ambos lados del Atl¨¢ntico Norte. Esta aproximaci¨®n complaciente, sin duda c¨®moda, es negacionista y ciega.
Hoy se da punto final a la ¨¦poca construida por Roosevelt, Truman y de Eisenhower. Trump abandona de un plumazo el concepto de que la seguridad, la prosperidad y la estabilidad colectiva de las democracias liberales es la m¨¢s poderosa garant¨ªa del inter¨¦s nacional de los Estados Unidos. Estamos ante un regreso al pasado.
La guerra a muerte entre sistemas pol¨ªticos mutuamente excluyentes se hace innecesaria. Ahora la rivalidad no tiene valores, principios o contenido pol¨ªtico. La rivalidad solo tiene un norte, maximizar el poder econ¨®mico, militar y territorial. La democracia ha dejado de ser el faro, la condici¨®n irrenunciable. No en vano el deseo de Trump es iniciar sus peregrinajes internacionales hablando primero con d¨¦spotas y con dictadores, enviando cartas de amor a quienes ofrecen sus soldados for¨¢neos para combatir en las fronteras de Europa. Las reiteradas promesas de paz del presidente Trump, su anuncio de que evitar¨¢ una tercera guerra mundial no dista de aquellas que hiciesen quienes promet¨ªan evitar la segunda. No es una promesa de paz, es una estrategia de convivencia y apaciguamiento.
Europa est¨¢ enfrentada a un dilema existencial. Quiz¨¢s desde la comodidad del Estado del bienestar no se vea as¨ª, pero desde otras latitudes nos parece evidente. O se convierte Europa en el patio trasero de Estados Unidos o asume su responsabilidad como l¨ªder de Occidente. Nadie sensato propondr¨ªa una ruptura con Washington, o un desmembramiento de la OTAN. No se trata de gestos belicosos o pataletas pueriles, como creen ciertos l¨ªderes que por ganar audiencias dom¨¦sticas le patean las espinillas al gigante. Es algo mucho m¨¢s grande.
Es avanzar en la consolidaci¨®n y profundizaci¨®n de Europa, ejerciendo un nacionalismo continental que no es el de las autonom¨ªas regionales o el de las alharacas xenof¨®bicas o el de las supremac¨ªas min¨²sculas. La idea de Europa solo podr¨¢ sobrevivir el asalto de Trump si entiende que es inevitable equilibrar las cargas asumiendo un destino colectivo de manera independiente de los ritmos de Washington. Es la ¨²nica manera en que la democracia europea y de hecho la democracia liberal en el mundo tendr¨¢ una oportunidad de resistir las embestidas.
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