Trampas y mucho m¨¢s
El esc¨¢ndalo provocado por Carlsen con acusaciones sin pruebas contra Niemann resalta algunos problemas del mundo actual
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El asunto de las supuestas trampas del estadounidense Hans Niemann, de 19 a?os, acusado sin presentar pruebas por el campe¨®n del mundo, Magnus Carlsen, se ha convertido en una noticia viral, que trasciende mucho del ajedrez. Como pertenezco al grupo del vaso medio lleno, y no medio vac¨ªo, veo algo positivo en todo este l¨ªo -sin negar que puede perjudicar la imagen del ajedrez- porque nos hace pensar sobre asuntos importantes en este primer cuarto del siglo XXI, m¨¢s all¨¢ del ajedrez. Y de eso quisiera hablarles hoy, desde un ¨¢ngulo distinto al de mi bolet¨ªn de hace dos semanas o de los art¨ªculos publicados en EL PA?S.
Lo que m¨¢s me asusta cuando miro las reacciones en redes sociales es la cantidad de gente que no da importancia alguna a la presunci¨®n de inocencia. Como el acusador es un genio y campe¨®n del mundo, todo lo que diga parece sagrado para muchos de sus seguidores. Pero lo cierto es que nadie, por muy limpia y prestigiosa que sea su imagen, tiene derecho a arruinar la vida de un talento de 19 a?os si no puede demostrar que sigue haciendo trampas. Niemann ha reconocido que las hizo, en partidas por internet, entre los 12 y los 16 a?os, pero asegura que no despu¨¦s y que nunca en partidas presenciales. Lo que nos lleva a la pregunta que hago estos d¨ªas a algunos de mis seguidores en Twitter, linchadores de Niemann sin piedad: supongamos que tu hijo cometi¨® un delito menor en su adolescencia, ?debe pagar por ello durante toda su vida?
Ahora bien, ciertamente hay indicios que al menos plantean dudas de si Niemann ha hecho m¨¢s trampas de las que reconoce. Lo dice Chess.com (la plataforma que lo expuls¨® por hacerlas), el propio Carlsen en su comunicado del lunes y varios grandes maestros tras analizar muchas de sus partidas de los ¨²ltimos a?os. Si tomamos todo ello en su conjunto, la duda es razonable. Sobre todo, por la partida que le gan¨® al prodigio estadounidense Christopher Yoo en el torneo Marshall Spring de Nueva York el 1 de marzo de 2020. Aunque tambi¨¦n hay otras muy sospechosas para algunos grandes maestros, pero muy poco para otros. En todo caso, el sentido com¨²n indica que Carlsen debi¨® callarse y seguir acumulando indicios o pruebas hasta que su arsenal fuera contundente y justificara la denuncia p¨²blica.
¡°Mi punto m¨¢s d¨¦bil es el control de las emociones¡±, me dijo Carlsen en Nueva York el 5 de diciembre de 2016 tras ganar con muchos apuros al ruso Sergu¨¦i Kariakin en un duelo por el t¨ªtulo mundial. Todo indica que lo sigue siendo. Tras renunciar a defenderlo en abril de 2023 ante otro ruso, Ian Niep¨®mniashi (a quien ya derrot¨® con claridad el pasado diciembre en Dub¨¢i), porque est¨¢ cansado de dedicar tanto tiempo a prepararse solo contra ¨¦l, su necesidad de seguir siendo el n¨²mero uno con gran diferencia es mayor que nunca. Por tanto, sus muy escasas derrotas le duelen todav¨ªa m¨¢s que antes.
Eso explica, creo yo, que, tras perder ante Niemann en la 3? ronda de la Copa Sinquefield en San Luis (EEUU), hiciera algo que no hab¨ªa hecho en su vida: retirarse del torneo. Con el agravante de que nadie, ni siquiera los grandes maestros m¨¢s cr¨ªticos con Niemann, han aportado un argumento de peso para afirmar que en esa partida concreta hubo trampas. Es m¨¢s, la creencia general entre los expertos m¨¢s cualificados es que no hubo enga?o en las nueve rondas de ese torneo.
En los ¨²ltimos d¨ªas han pasado cosas que embrollan y enfangan a¨²n m¨¢s el asunto, adem¨¢s de plantear otra ramificaci¨®n ilustrativa de los problemas del siglo XXI. En este caso, el derecho a la protecci¨®n de datos personales y correspondencia privada. Antes de explicarlo, se?alo un agravante para marcar bien el contexto: Chess.com acaba de comprar Play Magnus, el grupo de empresas que tiene a Carlsen como principal accionista; no me sorprender¨ªa que el n¨²mero de usuarios del nuevo conglomerado ronde los cien millones. Pues bien, Carlsen ha insinuado en p¨²blico que ¡°el entrenador¡± de Niemann, el tambi¨¦n estadounidense Max Dlugy, est¨¢ implicado en las supuestas trampas. A continuaci¨®n, se ha filtrado no solo que Dlugy fue expulsado de Chess.com por hacer trampas en 2017 y 2020, sino incluso la correspondencia privada entre Chess.com y Dlugy sobre ello.
Para empezar, no me consta que Dlugy sea el entrenador de Niemann, sino m¨¢s bien que Niemann fue uno de los estudiantes de la academia de ajedrez de Dlugy. En segundo lugar, que un entrenador sea culpable de algo no implica de ninguna manera que todos sus pupilos o estudiantes tambi¨¦n lo sean. Y, quiz¨¢ lo m¨¢s grave, ?c¨®mo es posible que se filtre precisamente esa informaci¨®n cuando la pol¨ªtica comercial de Chess.com ha sido siempre la de la discreci¨®n absoluta a la hora de expulsar a los tramposos? ?Ha pasado Chess.com a Carlsen toda la informaci¨®n confidencial conectada con el caso? Por ejemplo, ?los correos intercambiados con Niemann?
Una conclusi¨®n evidente es que la Federaci¨®n Internacional de Ajedrez (FIDE) debe intervenir con urgencia y mucho rigor, y no solo para actuar en este caso espec¨ªfico. Mucho m¨¢s importante es endurecer al m¨¢ximo las sanciones a los tramposos (aunque habr¨¢ que afinar a tope para no cometer injusticias); por ejemplo, varios a?os la primera vez y a perpetuidad contra los reincidentes.
Pero hay algo todav¨ªa m¨¢s fundamental: una campa?a de comunicaci¨®n para aclarar que los tramposos en ajedrez son una minor¨ªa muy peque?a, sobre todo si hablamos de partidas presenciales. Y que no hay a¨²n un solo culpable entre los jugadores de ¨¦lite. Niemann, quien acaba de llegar a ese grupo tan selecto, ser¨ªa el primero. Eso s¨ª, como ocurre en los dem¨¢s deportes con el dopaje, la ciencia siempre ir¨¢ por delante de la ley.
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