Los trucos de IBM contra Kasp¨¢rov
El excampe¨®n del mundo revive su hist¨®rica derrota ante Deep Blue (1997) en un libro emotivo y revelador
IBM no hizo trampas durante los dos duelos que su computadora Deep Blue jug¨® contra Gari Kasp¨¢rov en Filadelfia 1996 (el ruso gan¨®, 4-2) y Nueva York 1997 (perdi¨®, 2,5-3,5), en el sentido de que no hubo intervenci¨®n humana en las jugadas del monstruo de silicio. Pero s¨ª utiliz¨® ardides contrarios a la ¨¦tica deportiva para espiarle, por un lado, y negarle informaci¨®n muy ¨²til, por otro. Es la s¨®lida tesis del excampe¨®n en su reciente libro Deep Thinking.
Aeropuerto de Barajas (Madrid), 25 de junio de 1997, hacia las 19.00 horas. La Guardia Civil me ha dado permiso para recibir a Kasp¨¢rov en la sala de recogida de equipajes. Ma?ana jugar¨¢ unas partidas simult¨¢neas por Internet contra varias ciudades de diversos continentes, organizadas por El Pa¨ªs Digital (precursor de elpais.com). Pero eso no le preocupa nada; a pesar de que viene de jugar el duro torneo de N¨®vgorod (Rusia), s¨®lo tiene un tema de conversaci¨®n: ¡°?Has visto c¨®mo se est¨¢n cumpliendo mis peores pron¨®sticos? IBM se niega a darme los registros de los procesos de c¨¢lculo de Deep Blue durante las partidas. Y no habr¨¢ un tercer duelo. Van a destruir la m¨¢quina y toda la documentaci¨®n, de modo que nunca podr¨¦ tener pruebas de que hicieron trampas¡±. Sobre ese asunto hablamos unas cinco horas m¨¢s, incluida la cena, repasando cada detalle, una y otra vez, hasta que lo acompa?¨¦ a la puerta de su habitaci¨®n en el hotel.
Esa obsesi¨®n estaba plenamente justificada para quien, como yo, hab¨ªa visto desde muy cerca la enorme tensi¨®n, la neurosis colectiva internacional y la tremenda presi¨®n que sufri¨® Kasp¨¢rov durante aquellos duelos contra Deep Blue.
Ya al poco de comenzar el de Filadelfia en 1996, despu¨¦s de que Kasp¨¢rov perdiera la primera de las seis partidas previstas, recib¨ª una llamada muy significativa de Luis G¨®mez, mi redactor-jefe entonces en Deportes: ¡°Hace un rato, en un restaurante cercano, algunos directivos de EL PA?S han escuchado hablar de Kasp¨¢rov y Deep Blue en varias mesas a la vez. Prep¨¢rate para escribir cada d¨ªa, porque el tema es de inter¨¦s masivo¡±.
A todo quisqui le parec¨ªa entonces magn¨ªfico que una computadora ayudase mucho en la declaraci¨®n de la renta o en c¨¢lculos mucho m¨¢s complicados. Pero la perspectiva de que una m¨¢quina pudiera vencer al supercampe¨®n del ajedrez era aterradora para una gran parte de los terr¨ªcolas; los m¨¢s extremistas lo ve¨ªan como el primer paso hacia el fin del mundo, o al menos del mundo dominado por los seres humanos.
En Filadelfia, Kasp¨¢rov remont¨® claramente la derrota inaugural por su convicci¨®n de que Deep Blue estaba a¨²n lejos de poder batirlo en un duelo a seis partidas, y termin¨® ganando por 4-2. Pero esa victoria con ciertos apuros cre¨® el caldo de cultivo id¨®neo para que una parte considerable de la poblaci¨®n mundial esperase con gran inter¨¦s y cierto temor el duelo de revancha, un a?o despu¨¦s en el Equitable Center, en pleno coraz¨®n de Manhattan, a diez minutos caminando de la Trump Tower. Ese enfrentamiento provoc¨® el colapso en las redes de Internet que retransmit¨ªan las partidas en directo porque, adem¨¢s, los aficionados de todo el mundo empezaban a temer el da?o que el progreso de las m¨¢quinas pod¨ªa causar al ajedrez como deporte.
El primer titular rompedor que vi al llegar a la Gran Manzana fue en el USA Today: ¡°?Ser¨¢ este hombre capaz de salvar al g¨¦nero humano?¡±, con grandes fotos de Kasp¨¢rov que tambi¨¦n se ve¨ªan por las calles. Los del New York Times y Washington Post sol¨ªan ser m¨¢s moderados pero en la misma l¨ªnea cada d¨ªa. Para comprender cu¨¢n enorme era la expectaci¨®n, bastaba con observar al p¨²blico (estadounidense en su inmensa mayor¨ªa) que abarrotaba cada tarde el Equitable Center: poco menos que el 100% aplaud¨ªa y animaba a Kasp¨¢rov, que jugaba con la bandera rusa, cuando entraba en el escenario, y casi nadie al operador de IBM, sentado junto a la ense?a de barras y estrellas.
En ese contexto, lo ocurrido en la segunda partida, tras la victoria de Kasp¨¢rov en la primera, fue una tragedia para el ruso y, como ¨¦l mismo admite en el libro, la clave de su derrota final en Nueva York porque su sistema nervioso qued¨® seriamente da?ado. Kasp¨¢rov lleg¨® a la jugada 37 en una posici¨®n inferior, pero con posibilidades de contraataque. De pronto, en la sala de prensa nos quedamos todos paralizados, y a ¨¦l casi le da un s¨ªncope, cuando Deep Blue, en lugar de seguir atacando, hizo una jugada de bloqueo que evitaba el contraataque del ruso; eso hubiera sido normal en un gran maestro humano, pero jam¨¢s hasta entonces una m¨¢quina hab¨ªa tomado una decisi¨®n as¨ª.
Kasp¨¢rov perdi¨® esa partida y, con ella, el control de sus nervios. Se obsesion¨® con que IBM le estaba haciendo trampas -su sospecha era que alg¨²n gran maestro interven¨ªa en el proceso de c¨¢lculo de la m¨¢quina en los momentos decisivos-, y la multinacional aprovech¨® muy bien esa debilidad psicol¨®gica para aumentar la crispaci¨®n, neg¨¢ndose repetidamente a publicar los procesos de c¨¢lculo de la computadora, como Kasp¨¢rov exig¨ªa todos los d¨ªas.
Tras empatar los tres asaltos siguientes con un juego claramente inferior al suyo habitual, Kasp¨¢rov perdi¨® la ¨²ltima porque tom¨® una decisi¨®n de alto riesgo en plena apertura que jam¨¢s hubiera tomado en condiciones de equilibrio nervioso: hizo una jugada mala (la s¨¦ptima) a sabiendas, convencido de que la base de datos de Deep Blue, que efectuaba los primeros movimientos de memoria, sin calcular, no inclu¨ªa la refutaci¨®n de ese error. Pero se equivoc¨®: el equipo de grandes maestros contratado por IBM como asesores, que inclu¨ªa al espa?ol Miguel Illescas, hab¨ªa programado esa variante mes y medio antes. Fue un golpe terrible, como ¨¦l mismo reconoce en el libro: ¡°La derrota m¨¢s r¨¢pida de mi carrera; la primera vez que perd¨ªa un duelo en mi vida; la primera vez que una m¨¢quina ganaba a un campe¨®n del mundo en un duelo serio. Pero lo que realmente me preocupaba mucho no era lo que ese fracaso iba suponer en mi lugar en la Historia, sino el simple hecho de que hab¨ªa perdido, porque odiaba perder¡±.
Minutos despu¨¦s, Kasp¨¢rov tuvo que soportar el suplicio de una rueda de prensa multitudinaria, en la que sigui¨® criticando agriamente a IBM, cuyas acciones se dispararon a la ma?ana siguiente en Wall Street. Estaba tan ofuscado, deprimido e irritado que no felicit¨® al equipo de programadores y grandes maestros de Deep Blue, y en el libro les pide disculpas por ello. Tambi¨¦n reconoce que, tras equivocarse en la partida, volvi¨® a hacerlo en la rueda de prensa: ¡°Lo natural en m¨ª es decir lo que me dicta el coraz¨®n. Pero podr¨ªa haber esperado al d¨ªa siguiente, tras un poco de descanso y reflexi¨®n¡±.
En el libro, Kasp¨¢rov elogia varias veces la honradez de Illescas, quien, una vez liberado de la cl¨¢usula de confidencialidad que le impuso IBM, desvel¨® algunos detalles que al ruso le parecen muy significativos. En concreto, la minuciosidad con que la multinacional exprimi¨® todos los aspectos de los que pudiera obtener ventaja aunque, a juicio de Kasp¨¢rov, algunos van claramente contra la ¨¦tica. Por ejemplo, asegurarse de que uno de los empleados de seguridad que estaban cerca de Kasp¨¢rov nada m¨¢s terminar cada partida hablase ruso, de tal modo que pudiera escuchar las conversaciones del campe¨®n con su entrenador, Yuri Dojoi¨¢n, de las que el equipo de IBM pudiera obtener pistas para preparar la pr¨®xima partida.
Donde Kasp¨¢rov deja a¨²n sombras de sospecha es en la manipulaci¨®n del programa de Deep Blue. Varios expertos inform¨¢ticos a los que cita -entre ellos, el muy conocido israel¨ª Shay Bushinsky, uno de los creadores de otro gran ajedrecista de silicio, Deep Junior- se muestran convencidos de que los apagones de Deep Blue en plena partida durante el duelo no fueron bloqueos accidentales sino provocados por un c¨®digo introducido en el programa para que el sistema se apague bajo ciertas condiciones; por ejemplo, un funcionamiento impreciso. Esa hip¨®tesis de Bushinsky encaja muy bien con lo que dice uno de los programadores de la computadora, Feng-Hsiung Hsu, en su libro Behind Deep Blue, donde introduce el concepto de ¡°autoapagado¡± en lugar de accidente, que define as¨ª: ¡°un elemento del c¨®digo que supervisa la eficiencia de la b¨²squeda en paralelo y apaga el programa si esa eficiencia baja demasiado¡±. El detalle es importante porque, seg¨²n Bushinsky, despu¨¦s de ese reinicio el registro de los procesos de la computadora ya no es fiable, y por tanto podr¨ªa ser un truco para enmascarar trampas, interviniendo en el programa durante la partida.
Illescas, quien adem¨¢s de gran maestro es inform¨¢tico, disiente: ¡°Aparte de que estoy muy agradecido a IBM por lo bien que me trat¨®, creo que actu¨® correctamente en lo que a m¨ª me consta. Otra cosa, muy distinta, es que Kasp¨¢rov, quiz¨¢ confiado en exceso tras su victoria en Filadelfia, deber¨ªa haber afinado mucho m¨¢s el contrato con IBM para el duelo de Nueva York, que le perjudic¨® tal como fue firmado. Por ejemplo, en que IBM conoc¨ªa todas las partidas del campe¨®n, y ¨¦ste no ten¨ªa ni una de Deep Blue para estudiar su estilo de juego. A?os despu¨¦s, cuando ayud¨¦ a Vlad¨ªmir Kr¨¢mnik [ruso, destron¨® a Kasp¨¢rov en 2000] en el contrato para un duelo contra Deep Fritz, le recomend¨¦ que tuviera el cuidado que Kasp¨¢rov no tuvo en 1997. En suma, creo que Kasp¨¢rov deber¨ªa culparse a s¨ª mismo de su derrota en Nueva York¡±.
Aquella noche de junio de 1997 en Madrid, yo tambi¨¦n le recalqu¨¦ a Kasp¨¢rov que no hab¨ªa ganado Deep Blue, hab¨ªa perdido ¨¦l. Pocos a?os despu¨¦s, las computadoras de ajedrez mejoraron a¨²n m¨¢s, empezaron a hacer jugadas humanas con frecuencia, y todo qued¨® claro en Bilbao 2004 y 2005, cuando un equipo de m¨¢quinas gole¨® a otro de grandes maestros de primera fila. Pero casi todos los expertos coinciden en que, en 1997, Kasp¨¢rov era, todav¨ªa, m¨¢s fuerte que Deep Blue.
El ¨²ltimo p¨¢rrafo del d¨¦cimo cap¨ªtulo de Deep Thinking es muy elocuente: ¡°Me han preguntado si Deep Blue me enga?¨® muchas m¨¢s veces de las que puedo contar, y mi respuesta honrada fue siempre que no lo sab¨ªa. Ahora, despu¨¦s de 20 a?os de investigaci¨®n profunda, revelaciones y an¨¢lisis, mi respuesta es no. En cuanto a IBM, lleg¨® demasiado lejos en su deseo de ganar. Atent¨® contra el juego limpio, pero la v¨ªctima real de esa traici¨®n fue la ciencia¡±.
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