¡°Hay futuro si hay verdad¡±
La guerra no se hace solamente con balas y bombas
Pasar¨¢ mucho tiempo, tal vez varios a?os, antes de que acabemos de entender y asimilar lo que significa en toda su dimensi¨®n el informe de la Comisi¨®n de la Verdad. Son demasiados testimonios, demasiado dolor, demasiada verdad acumulada y enquistada. Una violencia infinita con la que nos acostumbramos a vivir como si no pasara nada. En una primera mirada, y sin conocerlo todo a fondo, encuentro que hay dos aportes inmensos que hace el informe en el camino para superar la guerra: obligarnos a reconocer el conflicto y ponernos a todos de frente ante lo que hicimos o permitimos hacer. La guerra no se hace solamente con balas y bombas.
Ante los miles de testimonios de personas reales resulta imposible negar que en Colombia vivimos una guerra,UN CONFLICTO ARMADO, para usar las palabras que algunos quisieron borrar de la historia. El tal conflicto existe y est¨¢ ah¨ª relatado por v¨ªctimas y victimarios de carne y hueso, con sus duelos y arrepentimientos a cuestas. Aunque suene dif¨ªcil de creer, en este pa¨ªs que lleva varias generaciones de desangre, se ha intentado negar la existencia de un conflicto armado y se han desconocido sus causas, sus m¨²ltiples aristas. No hemos reconocido como sociedad que la guerra se sostuvo y se sostiene no solamente por las armas y el dinero del narcotr¨¢fico y de todas las econom¨ªas ilegales, sino tambi¨¦n por la acci¨®n o la omisi¨®n de muchos sectores y personas que no empu?an las armas, pero han contribuido a perpetuar la barbarie. Por eso la Comisi¨®n de la Verdad toca fibras que duelen y sacuden. Por eso a muchos incomoda lo que dice. Al final cada quien ha inventado una historia para justificar los muertos que carga o los que aplaude y para seguir sobreviviendo mientras la violencia pasa delante de los ojos alimentada por la inequidad, la corrupci¨®n y el ¡°s¨¢lvese quien pueda¡±. Estas verdades nos interpelan a todos.
Durante a?os se pretendi¨® reescribir la historia para hacernos creer que todo lo que aqu¨ª pasaba no pas¨® o no era grave. Nos dijeron unos, y nos dicen todav¨ªa, que hay ¡°buenos muertos¡± y que el problema es de unos cuantos ¡°criminales¡± a los que toca matar aunque la Constituci¨®n no tenga la pena de muerte. Nos dijeron otros que tocaba secuestrar para ¡°financiar " una revoluci¨®n. Reclutaron ni?os y ni?as para la guerra, sembraron minas, lanzaron bombas, torturaron¡ Todos los armados violaron mujeres, todos mataron con sevicia, todos violaron leyes y perdieron su humanidad como la pierden siempre los guerreros. En todos los bandos convirtieron a j¨®venes pobres en un insumo de guerra vestidos de civil o de uniforme. Y a pesar de que esos combatientes pusieron muchos muertos, 80 por ciento de las v¨ªctimas fueron civiles desarmados.
Esa guerra se quiso negar y ese intento de borrar la historia se convirti¨® en semilla de m¨¢s violencia. Ahora, el informe de la Comisi¨®n de la Verdad nos cuenta lo que sab¨ªamos y no quer¨ªamos ver ni entender. Ah¨ª est¨¢ el retrato de la guerra con todos sus ingredientes: muerte, sevicia, deshumanizaci¨®n, degradaci¨®n, vulneraci¨®n a la poblaci¨®n civil, violencia social, racial, de g¨¦nero. ¡°Una naci¨®n vulnerada y rota¡± como se?al¨® el informe en su presentaci¨®n inicial.
Hay que valorar los espacios abiertos por la Comisi¨®n para que v¨ªctimas y victimarios se encontraran y se miraran a los ojos. Hab¨ªa que llorar y maldecir. Hab¨ªa que tener esta catarsis colectiva. Hablaron y se dijeron verdades tambi¨¦n los jefes de bandos enfrentados. La paradoja es que mientras algunos de esos responsables directos de la guerra hablaron, reconocieron sus cr¨ªmenes y pidieron perd¨®n a las v¨ªctimas, hay otros, los que han hecho de la guerra un insumo para hacer pol¨ªtica, que prefieren seguir en el discurso del odio y culpabilizar a los otros sin aceptar que la pol¨¬tica tambi¨¦n se manch¨® las manos de sangre. Como se mancharon sectores de la econom¨ªa, del Estado y de los medios. En cada uno de ellos hay duelos y hay culpas porque todos tienen v¨ªctimas y tienen tambi¨¦n victimarios sin fusil. En esta colcha tejida de mil retazos cada quien reclama que se conozca su verdad y as¨ª debe ser porque son muchos y distintos los golpes recibidos y mucha la necesidad de reparaci¨®n. Lo que falta con mayor claridad es que colectivamente aceptemos el grado de responsabilidad que tenemos por permitir que esto pasara. Lo que falta es entender que una guerra tan larga y cruenta no responde solamente a los armados. Este pa¨ªs tendr¨¢ que desmovilizarse en alg¨²n momento si no quiere seguir repitiendo su historia.
Es un informe llamado a generar debate que debe ser estudiado con calma y rigor por quienes quieran relatar para la historia esto que ha golpeado a todos. Los periodistas, desde nuestro rinc¨®n, tendremos que reclamar verdad y justicia para nuestros muertos, amenazados y exiliados que fueron v¨ªctimas por relatar el conflicto. Y tendremos tambi¨¦n que aceptar las culpas: reconocer que encontramos f¨®rmulas para decir sin decir, para contar y no contar, para llenar cuartillas y horas de radio y televisi¨®n de relatos de guerra que muchas veces justificaron o exacerbaron la tragedia. El horror se volvi¨® parte del paisaje en el relato. Y luego, en los ¨²ltimos a?os, cuando se quiso desterrar de la historia la verdad del conflicto, muchos compraron una versi¨®n oficial porque era m¨¢s f¨¢cil eso que tratar de entender lo que estaba pasando para poder contarlo. Es m¨¢s sencillo convertir en monstruo al otro para poder aplaudir su muerte que vernos reflejados en el espejo de nuestra propia humanidad degradada por la guerra¡ Con la verdad al frente lleg¨® el momento de mirarnos por dentro para salir del ¡°modo guerra¡± como plantea el informe de la Comisi¨®n y para entender que ¡°si hay verdad hay futuro¡±.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.