Defender el informe es defender la paz
La inmensa mayor¨ªa de las opiniones que he le¨ªdo en contra del informe de la Comisi¨®n tienen en com¨²n un rasgo lamentable: es evidente que no lo han le¨ªdo
Alejandro Gaviria, el nuevo ministro de Educaci¨®n, se atrevi¨® a sugerir que el informe final de la Comisi¨®n de la Verdad deber¨ªa llevarse a las escuelas, y de inmediato la oposici¨®n ¨Cya no se sabe a qu¨¦: al informe, a los acuerdos, a Santos, a lo que todav¨ªa no ha hecho Petro¨C puso el grito en el cielo. Y est¨¢ muy bien que se debata el asunto, porque as¨ª es como se escribe la historia de un pa¨ªs: es una lenta negociaci¨®n que se hace entre nuestras distintas versiones. Pero en este caso no se ha tratado de un debate leg¨ªtimo ni de una conversaci¨®n p¨²blica de ning¨²n tipo, pues la inmensa mayor¨ªa de las opiniones que he le¨ªdo en contra del informe de la Comisi¨®n tienen en com¨²n un rasgo lamentable: es evidente que no lo han le¨ªdo. Y yo he pensado: ?d¨®nde he visto esto antes? ?D¨®nde he visto a l¨ªderes de opini¨®n o pol¨ªticos importantes o tuiteros glorificados o celebridades de pocas luces despotricar contra un texto sin haberlo le¨ªdo antes?
Lo que est¨¢ pasando con el informe de la Comisi¨®n, creo yo, se parece demasiado a lo de 2016: cuando buena parte de la opini¨®n p¨²blica ¨Ctuiteros, pol¨ªticos, periodistas¨C se subi¨® con gusto al tren de mentiras, calumnias y desinformaciones que propag¨® la campa?a por el No a los acuerdos. En ese tren de mentiras iban, por ejemplo, los l¨ªderes religiosos, y sobre todo uno que se comportaba como l¨ªder religioso a pesar de ser un funcionario de esta rep¨²blica que, por lo menos sobre el papel, sigue siendo laica: el inefable procurador de la ¨¦poca, Alejandro Ord¨®?ez. El procurador les explic¨® a sus seguidores c¨®mo el texto conten¨ªa, agazapada, una herramienta misteriosa que ser¨ªa la muerte de la familia cristiana: la ideolog¨ªa de g¨¦nero (la ¡°ideolog¨ªa homosexual de g¨¦nero¡±, dijo una propaganda). Despu¨¦s de ese plebiscito infeliz que todav¨ªa nos divide ¨Co mejor: que muchos usan todav¨ªa para dividirnos¨C, un pu?ado de predicadores le confesaron a Santos que no hab¨ªan le¨ªdo los acuerdos ni sab¨ªan qu¨¦ hab¨ªa en ellos. Simplemente hab¨ªan confiado en la palabra de Ord¨®?ez.
Igual que otros, tantos otros, le creyeron al uribismo cuando dijo que en La Habana se estaba negociando el fin de la propiedad privada. O cuando la campa?a por el No dijo que el dinero para la desmovilizaci¨®n de los guerrilleros iba a salir de las pensiones de la clase media. O cuando aseguraron que la aprobaci¨®n de los acuerdos nos iba a convertir ipso facto en Venezuela. O cuando otros l¨ªderes religiosos contaron que los acuerdos hab¨ªan comenzado y terminado con rituales sat¨¢nicos. ¡°?Quiere que yo sea su presidente?¡±, nos preguntaba un cartel enorme sobre la foto de Timochenko. ¡°No al aborto. Voto No a los acuerdos¡±, dec¨ªa la ventana trasera de un taxi en Cartagena. Recordar¨¢n ustedes las palabras del gerente de la campa?a por el No, Juan Carlos V¨¦lez Uribe, que dio una de las entrevistas m¨¢s tr¨¢gicamente c¨®micas de la historia del periodismo. ¡°La estrategia era dejar de explicar los acuerdos¡±, dijo, ¡°para centrarse en la indignaci¨®n¡±. Claro: es que quer¨ªan que la gente ¡°saliera a votar verraca¡±.
Y tal vez me equivoque, pero esto es lo que veo: los que hace seis a?os decidieron dejar de explicar los acuerdos son los mismos que ahora se niegan a que se explique el informe de la Comisi¨®n de la Verdad. Ahora no hay una campa?a organizada, pero el modus operandi es el mismo: la deslegitimaci¨®n, la desinformaci¨®n, el aprovechamiento de la indignaci¨®n que vive siempre tan presta entre nosotros. Las primeras condenas, que fueron las m¨¢s indignadas, me llegaron cuando volv¨ªa a mi casa desde el Teatro Jorge Eli¨¦cer Gait¨¢n, donde se acababa de presentar el informe. Es decir: la lectura de las primeras 900 p¨¢ginas, las del volumen Hallazgos y recomendaciones, les tom¨® a estos prodigios unos veinte minutos seg¨²n mis cuentas. Y eso no dej¨® de sorprenderme, pues con frecuencia los congresistas que tan r¨¢pido hab¨ªan le¨ªdo el informe eran los mismos que en cada tuit cometen tres errores de gram¨¢tica y seis de ortograf¨ªa. Se ve que leen bastante mejor de lo que escriben, pero leer tan r¨¢pido tiene estos riesgos: a veces uno acaba no entendiendo lo que lee. Aunque en las redes sociales, como lo sabe cualquiera, el hecho de no entender absolutamente nada nunca ha sido raz¨®n para dejar de emitir juicios sobre absolutamente todo.
Eso es lo que han hecho. Y, a juzgar por lo que he le¨ªdo en varias columnas de opini¨®n recientes, los incautos o los sectarios o los negacionistas est¨¢n ah¨ª para tomarles la palabra. En estas columnas se acusa a los comisionados de no haber escuchado nunca a los militares v¨ªctimas de la guerrilla, de restarle importancia al horroroso crimen del secuestro, de querer imponerle al pa¨ªs una sola verdad. Como dec¨ªa antes: es evidente que los columnistas no han le¨ªdo el informe ni han visitado la p¨¢gina web de la Comisi¨®n, y a veces pareciera que ni siquiera han tenido la m¨ªnima astucia de pasar los ojos por la tabla de contenido de los vol¨²menes presentados, como hac¨ªan los estudiantes perezosos. Hace unos d¨ªas, por ejemplo, lo primero que uno se encontraba al abrir la p¨¢gina web eran dos titulares. Uno llevaba a los relatos de los soldados v¨ªctimas de las atrocidades de las FARC; otro llevaba a las declaraciones en las que las FARC reconoc¨ªan sus secuestros y ped¨ªan perd¨®n por esa pr¨¢ctica inhumana. En s¨ªntesis: un mundo muy distinto del que describen los que ahora tratan de quitarle legitimidad al informe.
El informe de la Comisi¨®n es parte de una gran conversaci¨®n que habremos de tener los colombianos sobre esta guerra que nos ha marcado a todos, y a muchos de maneras indelebles. Se puede controvertir si se tiene con qu¨¦; lo que no se deber¨ªa tolerar es que se mienta sobre ¨¦l como ya ha comenzado a hacerse. Los que est¨¢n tratando de deslegitimar a toda costa el informe se han dado cuenta ya de lo dif¨ªcil que eso resulta, pues la Comisi¨®n no ha entregado una mera opini¨®n de miles de p¨¢ginas, sino un documento hist¨®rico construido con las voces irrebatibles de la gente. Las voces de las v¨ªctimas: soldados, s¨ª, pero sobre todo civiles, porque los civiles han sido la amplia mayor¨ªa de los da?ados. Las voces de los victimarios: s¨®lo en los ¨²ltimos d¨ªas hemos asistido a revelaciones espeluznantes por parte de guerrilleros que han secuestrado y torturado, pero tambi¨¦n de militares que han asesinado a civiles indefensos. Esas voces, por m¨¢s que se intente, no van a ir a ninguna parte. Son reales y, aunque incomoden, ahora existen para siempre.
Luego han llegado las opiniones a decirnos que algunas v¨ªctimas son menos graves que otras, o a sugerir que es conveniente ocultar algunos de estos horrores o por lo menos no insistir sobre ellos, no vaya a ser que nuestros ni?os inocentes se hagan una idea mala de la guerra. A muchos les parecer¨¢ inveros¨ªmil, pero eso se ha sostenido en la prensa colombiana: que no es conveniente llevar el informe a los estudiantes, como lo sugiere el ministro de Educaci¨®n, porque se corre el riesgo de adoctrinarlos. Como si la primera forma de adoctrinamiento no fuera inculcarle a un joven el miedo a la verdad.
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