El muy dif¨ªcil camino de Colombia para dejar atr¨¢s el gas
Las cifras de consumo y producci¨®n indican que el proceso podr¨ªa ser mucho m¨¢s largo y dif¨ªcil de lo que sugiere el anuncio del Gobierno Petro de no cerrar nuevos contratos de extracci¨®n
El anuncio de la nueva Ministra de Minas y Energ¨ªa de que Colombia no piensa firmar m¨¢s contratos de gas natural para dejar de emplear esta fuente energ¨¦tica en el medio plazo ha hecho emerger la pregunta de si el pa¨ªs se lo puede permitir, y c¨®mo. La propia Irene V¨¦lez hizo referencia una a una a las alternativas para lograrlo, marcando el orden de preferencia del Gobierno, que equivale al de una transici¨®n energ¨¦tica destinada a reducir las emisiones de CO2: renovables primero, nuevos yacimientos despu¨¦s ¨Cpara ampliar ese puente hasta que las renovables sean suficientes¨C, importaci¨®n como ¨²ltimo recurso. Las cifras de consumo y generaci¨®n energ¨¦tica en el pa¨ªs, sin embargo, sugieren que el camino es especialmente estrecho, quiz¨¢s demasiado como para poder transitarlo en los plazos anticipados.
El 28% del consumo energ¨¦tico en Colombia en 2020 fue gas natural. Este es el primer dato duro que angosta la trayectoria marcada por este gobierno. Solo el petr¨®leo fue m¨¢s frecuente, y en cualquier caso el gas ocupa m¨¢s espacio seg¨²n este ¨²ltimo dato que la suma de hidroel¨¦ctrica, solar, e¨®lica y las dem¨¢s renovables.
La evoluci¨®n de este consumo (segundo ladrillo en el muro) para el gas es sostenida y al alza. La hidroel¨¦ctrica tiene ciclos propios del clima y otros factores que la hacen menos constante que los combustibles f¨®siles. Sol, viento y compa?¨ªa han crecido en el mix, pero a un ritmo notablemente menor.
Una manera de plantear este hecho (que se resume en el titular de que tres cuartas partes del consumo energ¨¦tico colombiano viene de combustibles f¨®siles: gas, petr¨®leo y carb¨®n) es la ausencia de voluntad de cambio, pol¨ªtica y econ¨®mica. O, traducido al lenguaje de la ciencia social, de incentivos suficientes para transicionar. Esta parece ser la aproximaci¨®n detr¨¢s del anuncio de la ministra: el bloqueo de nuevos contratos servir¨ªa como incentivo para sustituir unas fuentes por otras. Pero, ?qu¨¦ pasa si el incentivo no va alineado con un calibrado razonable de los costes de dicha transici¨®n? Pasar ese 28% de consumo del gas a fuentes no f¨®siles implica no s¨®lo la instalaci¨®n y activaci¨®n masiva de nuevas plantas, turbinas, molinos, placas. Esa es la parte m¨¢s obvia. La menos visible es la electrificaci¨®n del resto de la cadena de difusi¨®n y consumo energ¨¦tico: millones de hogares, industrias, flotas de veh¨ªculos que hoy dependen del gas para funcionar deber¨ªan ser adaptados, modificados o directamente reemplazados. Esto, adem¨¢s, en un contexto de incremento sostenido del consumo de gas, lo cual indica que la inversi¨®n en todos estos dispositivos ha aumentado en la ¨²ltima d¨¦cada en Colombia.
?Y cu¨¢nto tiempo habr¨ªa disponible para esta descomunal transici¨®n? Entre siete y ocho a?os, seg¨²n las propias palabras de V¨¦lez. Estos c¨¢lculos parecen venir de la simple divisi¨®n de las reservas disponibles y probadas en Colombia a d¨ªa de hoy, unos 88 kil¨®metros c¨²bicos a inicios de 2021, y la producci¨®n aproximada: alrededor de 11 (seg¨²n el a?o y la fuente considerada). Efectivamente, eso da un margen de 6 a 8 a?os si el consumo se mantiene constante, as¨ª como el saldo de importaci¨®n/exportaci¨®n del gas. Es, pues, una proyecci¨®n que podr¨ªa calificarse de optimista, pero no fuera de los ¨®rdenes de magnitud marcados por los datos.
Asimismo, de 6 a 8 a?os parece un margen extremadamente escaso para la clase de transformaci¨®n arriba descrita, tanto en generaci¨®n energ¨¦tica como en transmisi¨®n y consumo. Pa¨ªses con una presencia mucho mayor en su mix de renovables, sin aumentos tan sostenidos en el uso de gas, y de m¨¢s renta o riqueza que Colombia no se plantean esta clase de plazos. Ni siquiera hay que salir de la regi¨®n latinoamericana para hacer este tipo de comparaciones. Per¨² y, m¨¢s notablemente, Chile han multiplicado su generaci¨®n de electricidad de fuentes renovables en la ¨²ltima d¨¦cada por encima del (igualmente significativo) crecimiento colombiano. Y a¨²n as¨ª Gabriel Boric acaba de llegar a un importante acuerdo de importaci¨®n desde Argentina, mientras Pedro Castillo se comprometi¨® en marzo a llevar mucho m¨¢s gas tambi¨¦n a su pa¨ªs.
Consid¨¦rese adem¨¢s que para los dos pa¨ªses las condiciones de partida son m¨¢s ventajosas que las de Colombia: un vistazo a los Atlas Globales del Sol y del Viento impulsados por el Banco Mundial bastan para confirmar que ambos cuentan con un potencial en radiaci¨®n solar y flujo e¨®lico mucho mayor. Posiblemente, el rango colombiano m¨¢s destacado siempre estuvo en la hidroel¨¦ctrica, cuyo desarrollo est¨¢ l¨®gicamente m¨¢s avanzado aqu¨ª, pero tambi¨¦n por eso mismo la frontera de posibilidades (y los retos de nuevos proyectos) est¨¢ m¨¢s cerca de alcanzarse.
Cabe apuntar aqu¨ª que, hasta cierto punto, el gobierno entrante parece asumir estas limitaciones a un fin temprano a la dependencia del gas. Por eso considera desde ya v¨ªas para ampliar ese plazo de 6-8 a?os para la transici¨®n. Y aqu¨ª entran las dos alternativas citadas en el p¨¢rrafo inicial de esta nota: yacimientos o importaci¨®n.
Ecopetrol anunciaba el 11 de agosto el descubrimiento de un yacimiento de gas en aguas profundas, que se suma a otro ya anunciado hace poco. No existe todav¨ªa informaci¨®n concreta de cu¨¢nto a?adir¨ªan a las reservas de 88 km3 mencionadas anteriormente, pero si volvemos al dato de consumo anual, el m¨¢s reciente, del Informe Anual de BP, habla de 13,9 consumidos en 2020. Es decir: cada a?adido de ese tama?o a las reservas dar¨ªa un a?o extra. Pero incluso ese extra est¨¢ condicionado a un sinf¨ªn de factores estimativos, log¨ªsticos y de inversi¨®n. Cada metro c¨²bico de reservas probadas necesita ser extra¨ªdo, eventualmente transformado o depurado, y distribuido. El proceso para lograrlo (y, por supuesto, los costes que implica, tanto en tiempo como en dinero) var¨ªa enormemente en funci¨®n de la localizaci¨®n del yacimiento, el tipo de gas que tenga, el punto de distribuci¨®n y los actores involucrados. Los descubrimientos recientes de Ecopetrol m¨¢s significativos son mar adentro (a unos 2.300 metros de profundidad) y compartidos con otras petroleras internacionales (Petrobras, Shell). Todo ello implicar¨ªa no s¨®lo una inversi¨®n importante sino la consolidaci¨®n de acuerdos con varios pa¨ªses involucrados, lo que complica enormemente hacer un c¨¢lculo preciso de lo que Colombia puede llegar a usar de estas reservas, a pesar de las esperanzas mostradas tanto desde el Ministerio como desde la alta direcci¨®n de la petrolera nacional. Los plazos de uso de estas reservas parecen por tanto tan inciertos como su dimensi¨®n.
La ¨²ltima alternativa disponible para cubrir la demanda es la importaci¨®n. Aqu¨ª, V¨¦lez se refiri¨® de manera expl¨ªcita a Venezuela. Y, efectivamente, el pa¨ªs vecino no s¨®lo cuenta con las reservas m¨¢s grandes del continente, sino tambi¨¦n las menos usadas: el ratio de producci¨®n anual sobre gas disponible es de apenas 1/250.
Pero los retos log¨ªsticos y operativos de la importaci¨®n tambi¨¦n existen, especialmente considerando la degradaci¨®n de la infraestructura f¨ªsica e institucional que ha sufrido la otrora potencia energ¨¦tica. No hay un indicador n¨ªtido de cu¨¢nto podr¨ªa realmente cubrir Venezuela a pesar de que existiera voluntad pol¨ªtica, ya declarada desde la empresa estatal PDVSA a trav¨¦s de la reactivaci¨®n de un gasoducto que conecta a ambos pa¨ªses y hoy yace abandonado. Y ese es el otro problema de la dependencia, quiz¨¢s el m¨¢s evidente: ?valdr¨ªa la pena reemplazar consumo nacional de gas por confianza en un gobierno no s¨®lo autoritario, sino tambi¨¦n territorialmente d¨¦bil y poco estable? Los pa¨ªses europeos, de hecho, est¨¢n hoy sufriendo para huir de una trampa similar, en la que se metieron al decidir que Vladimir Putin pod¨ªa ser un socio razonable para proveer de gas a decenas de millones de hogares bajo el paraguas de la UE. La situaci¨®n es distinta, pero los riesgos pol¨ªticos existen. Por ejemplo, en la complicaci¨®n que significar¨ªa una eventual activaci¨®n de la importaci¨®n de gas en una frontera con una presencia estatal tan precaria mientras se produce un di¨¢logo con el ELN, grupo armado que precisamente mantiene presencia en esa zona, y que podr¨ªa identificar esta renovada necesidad del Estado colombiano como una vulnerabilidad que poner de su lado para ganar poder de negociaci¨®n.
La paradoja ¨²ltima se da al considerar eventos extremos. Si en los pr¨®ximos dos o tres a?os llega una ¨¦poca de sequ¨ªa intensa y sostenida, quiz¨¢s favorecida por el propio cambio clim¨¢tico, y Colombia lo enfrenta, por ejemplo, con una dependencia mayor de la hidroel¨¦ctrica de la que ya hoy tiene (elevada de por s¨ª), ?se ver¨¢ obligado el pa¨ªs a intercambiar independencia pol¨ªtica y energ¨¦tica (con Venezuela o con otro pa¨ªs, como EE UU, tambi¨¦n productor y exportador de gas) para evitar apagones similares a los que ya sufri¨® a principios de los a?os noventa? ?Cu¨¢l ser¨ªa el coste no s¨®lo pol¨ªtico, sino tambi¨¦n social y econ¨®mico de una situaci¨®n como ¨¦sta? Efectivamente, el camino a transitar para la transici¨®n energ¨¦tica es siempre estrecho porque requiere de un equilibrio entre los incentivos necesarios para completarla y el soporte para hacerlo a un ritmo y a un precio razonable para la sociedad. Pero los datos aqu¨ª considerados sugieren que quiz¨¢s la renuncia inmediata a contratos de gas lo estrecha en exceso.
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