La promesa del cannabis medicinal todav¨ªa tiene quijotes
Despu¨¦s de la legalizaci¨®n, los cultivadores intentan mantenerse a flote en una industria dif¨ªcil para los m¨¢s peque?os
Alberto y Evelyn son un matrimonio de soci¨®logos pensionados; Jefferson, tecn¨®logo en agronom¨ªa; y Richard, un t¨¦cnico en electricidad industrial. Todos con algo en com¨²n: le apostaron al cannabis medicinal y han persistido para sacar adelante sus proyectos. Los cuatro reflejan las distintas habilidades necesarias para sobrevivir en este dif¨ªcil sector. Un peque?o o mediano productor no puede sobrevivir produciendo cannabis sin asociarse con otros. Para poder sacar adelante una cooperativa o asociaci¨®n se requieren personas con experiencia en el cultivo y cuidado de la planta para lograr una cosecha que cumpla con los est¨¢ndares del mercado. Hace falta alguien que conozca el sector p¨²blico y las leyes, con capacidad para mover contactos pol¨ªticos y empresariales. O se puede optar por mantenerse en el mercado gris, bajo las leyes de los cabildos ind¨ªgenas, para elaborar productos derivados de cannabis para el uso medicinal.
Articular el conocimiento emp¨ªrico y t¨¦cnico
El municipio de Corinto, Cauca, de donde es oriundo Jefferson Chiquito, es conocido a nivel mundial como un lugar donde se produce marihuana de calidad: 47 de las 40 veredas que lo integran han producido marihuana en alg¨²n momento. Para los peque?os y medianos productores como ¨¦l, la legalizaci¨®n del cannabis medicinal implic¨® la posibilidad de cambiar el estigma que pesa sobre Corinto y convertirlo en una oportunidad de desarrollo.
En esta parte del Cauca, existe una frontera entre el llano y la parte alta, esta ¨²ltima usualmente ligada a la ilicitud. Jefferson empez¨® a trabajar en ¡°los cultivos que est¨¢n en la monta?a¡± o ¡°cultivos convencionales¡± como prefiere llamarlos en 2014. A partir de all¨ª, ese conocimiento emp¨ªrico que adquiri¨® le ha permitido estabilizar el proceso productivo de la Asociaci¨®n de Productores de Corinto, APROCOR, de la que hace parte.
Adem¨¢s, le sum¨® a ese conocimiento desde la pr¨¢ctica, su formaci¨®n como tecn¨®logo en agronom¨ªa e hizo un curso t¨¦cnico en el manejo de cannabis, con el estatal Sistema Nacional de Aprendizaje (SENA). Esto le permiti¨® obtener un certificado que formaliza sus saberes pr¨¢cticos para poder entrar al mercado ahora legal del cannabis medicinal.
A partir de la combinaci¨®n entre lo emp¨ªrico y lo t¨¦cnico, Jefferson ha logrado estandarizar un proceso y producir el gramo de cannabis medicinal a 300 pesos. En esta experiencia ¨¦l y otro compa?ero, seg¨²n cuenta, lograron un rendimiento de trabajo equivalente al de cuatro personas cada uno. Juntos han capacitado a otras personas en esas t¨¦cnicas, una actividad que entusiasma a Chiquito: ¡°transferimos conocimiento y vemos que aparte de que somos buenos trabajando el cannabis, podemos capacitar a alguien m¨¢s¡±, cuenta a EL PA?S.
APROCOR tiene licencia para cultivar cannabis psicoactivo, el que tiene entre el 14 y el 17% de THC, el componente psicoactivo de la marihuana. Por cada diez kilos de flor seca de las variedades capa roja, mango-biche y biche-lemon, todas semillas nativas del Cauca, produce aproximadamente un litro de aceite. Este tiene un rendimiento mejor en el mercado y les deja mayor de ganancia que la flor seca, especialmente en el mercado internacional, por lo que Jefferson produce aceite en goteros que distribuye a personas conocidas.
Con las licencias de cannabis psicoactivo se requiere asegurar un comprador y la asignaci¨®n de un cupo antes de poder sembrar. Son las grandes empresas las que los concentran; en 2021 solo el 1.7% de esos cupos fue asignado a peque?os y medianos productores como APROCOR. Para 2022, no se les ha otorgado ning¨²n cupo. El de la asociaci¨®n ser¨ªa el primero.
Mientras esperaba el cupo solicitado a la Subdirecci¨®n de Control y Fiscalizaci¨®n de Sustancias Qu¨ªmicas y Estupefacientes del Ministerio de Justicia, APROCOR estuvo varios meses inactiva. Sin embargo, Jefferson y los dem¨¢s asociados se preparan para comenzar a producir en cuanto obtengan ese cupo porque acaban de conseguir un nuevo contrato para suministrarle a a Biominerals Pharma, una empresa multinacional: 2.6 toneladas de flor seca para el 31 de diciembre del 2022, por 1.000 millones de pesos. Esperan obtener entre el 20 y 30% como utilidades para el total de los asociados.
La cultura del cannabis legal est¨¢ permitiendo un cambio generacional. Jefferson pone como ejemplo su familia. ¡°Nosotros tratamos de dibujarles ese panorama a nuestras hijas. Ellas se paran ah¨ª, como todo ni?o, a saber qu¨¦ es lo que est¨¢ haciendo el pap¨¢ y le contamos de manera t¨¦cnica agron¨®mica, qu¨¦ es el cultivo, c¨®mo funciona y ella se va metiendo en el cuento, hasta el punto en que el d¨ªa que nosotros no estamos, le quitan las hojitas que ven¡±, dice. Jefferson, sus hijas y la familia de su esposa viven en una vereda a apenas 20 minutos del casco urbano.
La necesidad del trabajo conjunto
Cuando comenzaron con su proyecto, Alberto Rivera ni su esposa, Evelyn Molina, sab¨ªan de cannabis. En 2016 asistieron a varias reuniones de personas que se estaban organizando en el norte del Cauca para constituirse como peque?os y medianos productores de cannabis medicinal. Molina recuerda, ¡°inicialmente se constituy¨® en un sue?o, despu¨¦s lleg¨® la Ley en el 2016¡å. En ese momento identificaron una oportunidad no solamente de negocio para ellos sino tambi¨¦n para los campesinos de Santander de Quilichao, Cauca, de donde Alberto es oriundo.
Crearon una cooperativa, a la que denominaron Gold Land Cannabis Medicinal, que en julio de 2022 sac¨® su primera cosecha de cannabis no psicoactivo. Fueron 700 matas sembradas cinco meses antes y de las que han obtenido aproximadamente 150 kg de flor seca. Ahora est¨¢n buscando un comprador para obtener el primer ingreso para la cooperativa, cuyos asociados han invertido m¨¢s de 200 millones de pesos. Esperan vender esa cosecha por, al menos, 400 mil pesos el kilo, lo que les dar¨ªa 60 millones de pesos.
Lo ¨²ltimo que han aprendido ha sido c¨®mo cosechar y secar la flor. Hoy saben diferenciar las distintas variedades y el g¨¦nero de las matas. Han aprendido de tres de sus trabajadores en el cultivo: Quintero, Adriana y Eudilia. Evelyn reconoce que han tenido fortuna con ellos, pues son leales y cuidan el cultivo como si fuera de ellos ¡°es una cosa maravillosa¡±. Gold Land se ha convertido en el proyecto familiar, al que se han integrado hijos y hermanos. ¡°Venimos con la familia, que nos ayuda al raleo, a quitarle las hojas, a cortar flor¡±, cuenta Alberto. Hoy es su hijo, Carlos Alberto, quien est¨¢ liderando la cosecha. Estos procesos han sido ense?anza.
Inicialmente, a Alberto le toc¨® conocer toda la parte legal y te¨®rica, es decir, entender c¨®mo se deb¨ªa solicitar la licencia y adelantar los tr¨¢mites. ¡°Tiene que estar uno actualizado, siempre est¨¢n saliendo normas¡±, se?ala. Este matrimonio realiz¨® muchas visitas al Ministerio de Justicia para, finalmente, obtener la licencia a inicios de 2018. Despu¨¦s de eso han recibido tres visitas t¨¦cnicas del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) y del Ministerio. En su experiencia, el proceso con la institucionalidad ha mejorado en los ¨²ltimos meses, pues ¡°anteriormente no nos daban citas para absolutamente nada, ahora el gobierno est¨¢ soltando un poquito esto¡±. Ambos esperan que con el Gobierno de Gustavo Petro, la situaci¨®n contin¨²e mejorando.
En la tarea de liderar su propia cooperativa, Alberto aprendi¨® a moverse entre los grandes, asistiendo a eventos de cannabis que se han multiplicado en los ¨²ltimos a?os. Algunos de los m¨¢s reconocidos son Expomedeweed o Expocannabis Cartagena. ¡°He estado en todos los congresos¡±, cuenta. Su emprendimiento le llev¨® a participar en convocatorias incluso en otros pa¨ªses, como M¨¦xico. Esas experiencias le han servido para conocer los ¨²ltimos avances t¨¦cnicos y de inversi¨®n extranjera, pero sobre todo le han permitido establecer contactos. ¡°All¨¢ se encuentra uno con todos esos empresarios del cannabis, lo que permite ponernos de acuerdo sobre precios y alianzas¡± asegura. Pero asistir a estos eventos no es asequible para todos. El precio total para el acceso de tres d¨ªas a Expocannabis Cartagena asciende a 950 d¨®lares; para dos d¨ªas, es de 699 d¨®lares.
Cuando inici¨® su sue?o esperaba que todos los integrantes de la cooperativa se involucraran tanto como ¨¦l. Pero eso no pas¨®. Hoy est¨¢ agotado. Evelyn sigue en el proyecto por su esposo, pero se ha decepcionado mucho. ¡°Le hice firmar una carta de renuncia, que ¨¦l present¨® en la asamblea de la cooperativa porque no hab¨ªa apoyo de los socios. Sin embargo, le dijeron que no, que continuara y ¨¦l decidi¨® seguir. Por lo menos hoy hay unas plantas all¨ª sembradas que se est¨¢n cuidando¡±, explica.
En este momento tienen sobre la mesa una posible oferta de compra para su primera cosecha. Para cumplir con la magnitud del requerimiento es necesario asociarse entre varias peque?as y medianas cooperativas de la zona, ya han venido avanzando en esa alianza para continuar prosperar en sus ambiciosos planes para el futuro: ¡°El plan nuestro es a largo plazo, no se puede quedar solo en la venta de la flor, es exportar, transformar productos¡±, dice Alberto.
Producir bajo las leyes del cabildo
Junto a su esposa Leidy Richard Guerra es representante legal de ¡°Pachamama, transformamos para la vida¡±, una empresa familiar dedicada a la protecci¨®n, rescate y divulgaci¨®n de los saberes ancestrales. ¡°Hemos venido caminando en distintos espacios y territorios con el cannabis de uso medicinal¡±, recuerda Richard. Pachamama no tiene licencia del Ministerio de Justicia, pero sus cultivos de cannabis y los productos que producen, como aceites o pomadas, est¨¢n amparados en la Ley 30, que regula los cultivos y consumo de sustancias psicoactivas. Producen bajo las normas del cabildo ind¨ªgena al que pertenecen. ¡°Hay un marco legal que dice que podemos vender en territorio. Toda Colombia es territorio ind¨ªgena¡±, explica Guerra.
Este tecn¨®logo en electricidad industrial trabaj¨® en esa ¨¢rea durante a?os hasta que un accidente laboral le redujo la movilidad corporal y le dej¨® intensos dolores. Entonces empez¨® a usar el cannabis como tratamiento de sus dolencias. En 2007 pas¨® a experimentar con la producci¨®n de aceites de forma artesanal y a capacitarse sobre la planta de marihuana y su cultivo. Guerra detalla su experiencia: ¡°es perderle el miedo a la planta, a aprender, a conocerla, de tal manera que con sus infinitas propiedades medicinales y terap¨¦uticas, poder reconocerlas y conocer los m¨¦todos de aplicaci¨®n para poder brindarle una ayuda real de sanaci¨®n a las personas que sufren distintas patolog¨ªas para las cuales esta planta puede ayudar¡±.
Pachamama tiene una producci¨®n mensual que requiere entre 100 y 150 libras de flor seca; en su mayor¨ªa las obtienen de sus propios cultivos, pues cuentan con entre 1.200 y 1.600 matas sembradas en varios ciclos, pero tambi¨¦n tienen convenios con otros cultivadores de Mercaderes y Tacuey¨®, en el Cauca, que est¨¢n convencidos de que ¡°producir limpio y producir legal es rentable¡±, cuenta Richard. La mejora de los procedimientos de cultivo les ha permitido, a Pachamama y sus asociados, conseguir un rendimiento de entre 800 y 900 gramos por mata. Sin embargo sigue siendo cr¨ªtico con el marco legal vigente, ¡°desde la visi¨®n ancestral se debe mantener la planta de forma integral¡±. Tambi¨¦n se?ala que la forma c¨®mo se ha regulado y se est¨¢ desarrollando el sector, rompe esa integralidad. ¡°Te van a vender pollos de granja, porque te van a vender una caracter¨ªstica. Pero la planta es completa, son 150 cannabinoides¡±, concluye.
Entre tanto, Pachamama seguir¨¢ optando por el mercado gris y el derecho de los pueblos ind¨ªgenas para mantenerse en el sector del cannabis medicinal. Y es que si bien entre las comunidades ind¨ªgenas no existe consenso acerca de si la marihuana debe ser considerada una planta ancestral, s¨ª hay una apuesta com¨²n por desarrollar la capacidad regulatoria del gobierno propio. M¨¢s all¨¢ de la mata o el negocio, es una forma de defender su autonom¨ªa.
Este art¨ªculo hace parte de la serie de publicaciones resultado del Fondo para investigaciones y nuevas narrativas sobre drogas convocado por la Fundaci¨®n Gabo.
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