La paz total a¨²n es esquiva en Arauca
La violencia no da tregua en el departamento fronterizo con Venezuela, escenario de la guerra entre el ELN y las disidencias. Solo el lunes pasado aparecieron cinco cuerpos a orillas de las carreteras
Con los ojos encharcados y la voz quebrada, Mar¨ªa Aguill¨®n, integrante de la Fundaci¨®n de Derechos Humanos Joel Sierra, recuerda el atentado con carrobomba al que sobrevivi¨® el 19 de enero. M¨¢s de 50 l¨ªderes sociales estaban en una edificaci¨®n en el centro de Saravena, Arauca, cuando pasadas las diez de la noche, al son de un fuerte estruendo, vieron el techo y la pared caerles encima. El impacto se redujo gracias a que hab¨ªan construido barricadas con piedras frente al edificio para protegerse. La ¨²nica v¨ªctima mortal fue Sime¨®n Delgado, vigilante del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), ubicado al lado del edificio en el que se encontraba Mar¨ªa, que qued¨® en ruinas.
Once meses despu¨¦s de lo que para Mar¨ªa ha sido el evento m¨¢s traum¨¢tico de su vida, el panorama en Saravena, y en Arauca en general, sigue igual. La explosi¨®n y el asesinato de una veintena de personas semanas antes fueron apenas el inicio de uno de los per¨ªodos m¨¢s cruentos de la regi¨®n. La disputa entre la guerrilla del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN) y el Frente D¨¦cimo de las disidencias de las extintas FARC ha dejado en lo corrido de este a?o 343 personas asesinadas y 18.900 desplazadas, seg¨²n cifras de la Defensor¨ªa del Pueblo. El pasado lunes 5 de diciembre se registraron 5 homicidios en apenas tres horas. Los cuerpos aparecieron en diferentes puntos del departamento, varios con signos de tortura.
As¨ª, mientras los comandantes nacionales del ELN le apuntan a negociar con el Gobierno bajo la sombrilla de la pol¨ªtica de la paz total, sus estructuras est¨¢n en plena guerra en uno de los departamentos con mayor presencia de esa guerrilla y el que le dio los recursos para evitar su desaparici¨®n hace 40 a?os. En Arauca, la paz total no se ha sentido hasta ahora.
¡°Al movimiento social quisieron desaparecerlo con ese atentado. Pero uno se cae, se sacude y se levanta porque la dignidad es grande. Cuando uno cree en lo que est¨¢ haciendo, se levanta a pesar de que los impactos fueron muy grandes¡±, afirma Aguill¨®n. Los principales blancos de las amenazas y la estigmatizaci¨®n han sido los liderazgos sociales, a quienes ambos grupos acusan de ser integrantes ¡®org¨¢nicos¡¯ de sus rivales.
La confrontaci¨®n ha sido atroz. En la lista de homicidios de este a?o aparecen desde campesinos y carniceros, hasta personal de la salud y pol¨ªticos. Adem¨¢s, han sido atacados con explosivos las infraestructuras de bienes p¨²blicos como la C¨¢mara de Comercio o la Empresa Comunitaria de Acueducto, Alcantarillado y Aseo de Saravena. El miedo es tal que dos tanquetas del Ej¨¦rcito proteg¨ªan el hospital p¨²blico de ese municipio.
Un conflicto con historia
Para los araucanos el conflicto armado no es un tema ajeno. Se han habituado a vivir en medio del miedo y la zozobra, pese a que la mayor¨ªa coincide en que este a?o ha sido particularmente sanguinario. La escalada de violencia proviene de viejas rencillas entre las guerrillas. A inicios del siglo hubo una situaci¨®n similar a la actual, cuando varios frentes del entonces Bloque Oriental de las FARC se enfrentaron al ELN buscando ampliar su control territorial en un departamento con ubicaci¨®n estrat¨¦gica.
La confrontaci¨®n se extendi¨® por alrededor de diez a?os hasta el 2010, cuando varios mandos de las extintas FARC y comandantes del Frente Domingo La¨ªn del ELN, pactaron un cese de hostilidades. Entre los acuerdos se estipularon una suerte de fronteras invisibles en el territorio y se repartieron las econom¨ªas ilegales. Por unos a?os los araucanos vivieron una tensa calma, que dio paso a una ilusi¨®n por los acuerdos de paz de La Habana en 2016.
Pero las esperanzas y la calma se esfumaron r¨¢pidamente. En los a?os posteriores a esos acuerdos varios mandos medios de las FARC que los firmaron retomaron las armas y conformaron nuevas estructuras armadas de la mano de miembros de bandas delincuenciales como ¡®Los Garbanzos¡¯, que operaba en el Casanare.
Tras el asesinato de numerosos lideres de estas disidencias, como alias ¡®Arturo¡¯ o alias ¡®Ernesto¡¯, el l¨ªder conocido como ¡®Antonio Medina¡¯ escal¨® hasta encabezar la estructura ¡®Mart¨ªn Villa¡¯ o D¨¦cimo Frente. Ese frente fue el que, a inicios de noviembre, amenaz¨® con un panfleto que asesinar¨ªa a 300 personas: ¡°La idea es retomar Arauca, poner unos 300 muertos antes de diciembre¡± consignaba la amenaza. Casi un mes despu¨¦s, Medina se retract¨® en un v¨ªdeo: ¡°El Estado Mayor Central de las FARC-EP en uso de sus atribuciones estatutarias me ordena retractarme p¨²blicamente y desistir de mi reciente declaraci¨®n¡±, explic¨®.
El anhelo de una paz integral
En los primeros meses del a?o los ¨¢rboles de chirlobirlo florecen y el paisaje sarare?o, la regi¨®n en la que est¨¢ Saravena, se ti?e de amarillo y p¨²rpura. Los colores se mezclan con el del ganado que ocupa la mayor parte de las sabanas araucanas. Zurcada por enormes oleoductos, por casi medio siglo esta regi¨®n ha sido insignia en la producci¨®n de crudo. Aunque ahora pesa menos que en los a?os 80 del siglo XX, a¨²n produce el 7% de todo el petr¨®leo de Colombia.
Esa riqueza petrolera no ha aterrizado en el territorio. Los l¨ªderes sociales denuncian un abandono estatal profundo: m¨¢s de 260.000 habitantes no tienen una universidad p¨²blica departamental y solo cuentan con un hospital p¨²blico de tercer nivel, el de Saravena, y ninguno de cuarto nivel. Los pacientes con urgencias m¨¦dicas tienen que viajar horas por carreteras destapadas que demuestran una infraestructura vial desatendida.
Esa ausencia ha llevado a que el rigor del conflicto afecte de manera especial a poblaciones vulnerables como los pueblos ind¨ªgenas o los ni?os que, al no contar con acceso a educaci¨®n integral, particularmente en las ¨¢reas rurales, terminan engrosando las filas de los grupos armados. El caso m¨¢s reciente son cuatro menores secuestrados el 24 de noviembre por el ELN. Los guerrilleros argumentaron que los retuvieron despu¨¦s de que los j¨®venes intentaron lanzar una granada a establecimientos comerciales como una de las acciones b¨¦licas del llamado Frente D¨¦cimo.
Justamente por eso, para la lideresa social Marcela S¨¢nchez, de Asociaci¨®n Amanecer de Mujeres por Arauca (AMAR), para lograr la paz se debe dar soluci¨®n a los problemas estructurales. En lo que coincide Aguill¨®n, quien convers¨® con EL PA?S en su oficina dentro del agrietado edificio en Saravena que las organizaciones sociales se niegan a abandonar. ¡°No necesitamos m¨¢s militarizaci¨®n en el territorio. Exigimos inversi¨®n social, oportunidades laborales y de educaci¨®n. Solo as¨ª vamos alejar a nuestros hijos de la guerra, solo as¨ª podemos hablar de paz total¡±, sentenci¨®.
Las dos lideresas aplauden el reinicio de los di¨¢logos con el ELN, pero se?alan que la paz debe ir mucho m¨¢s all¨¢. Ven con recelo que el llamado D¨¦cimo Frente pueda acogerse a la paz total bajo un estatus de grupo insurgente pues opinan que sus pr¨¢cticas recientes, como los ataques con explosivos al movimiento social o las amenazas a centros m¨¦dicos y bienes comunitarios, los convierten m¨¢s bien en una ¡°reorganizaci¨®n del paramilitarismo¡±. Consideran que la primera acci¨®n del Gobierno frente al ELN y las disidencias debe ser exigirles el cese inmediato de la violencia contra la poblaci¨®n civil. Solo as¨ª es posible avanzar en la reconstrucci¨®n del tejido social de la regi¨®n, explican.
El Alto Comisionado para la Paz, Danilo Rueda, dijo el 30 de noviembre que ya ¡®estaban en conversaciones¡¯ con ambos grupos. En el terreno, la realidad pinta m¨¢s compleja. De acuerdo a varias fuentes con las que convers¨® EL PA?S en terreno y que pidieron el anonimato por motivos de seguridad, los di¨¢logos entre los armados son un desaf¨ªo mayor.
Una fuente que tiene como saberlo porque conversa con los actores armados asegura que Medina manifiesta querer la paz y ha expresado t¨¢citamente la voluntad de cesar hostilidades con el ELN, pero entre los elenos las opiniones parecen ser diferentes. El ELN es reacio a negociar con un grupo al que acusan de ser aliado de la inteligencia del Ej¨¦rcito. As¨ª lo han expresado en varios comunicados y lo confirm¨® Aureliano Carbonell, uno de los comandantes del ELN, en entrevista con el medio RAYA: ¡°No estamos hablando de una pelea entre fuerzas guerrilleras, sino una franquicia de los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Colombia¡±. Eso, en el lenguaje del ELN, significa que dif¨ªcilmente ver¨¢n al llamado Frente D¨¦cimo como un interlocutor v¨¢lido.
En un escenario tan confuso y violento, los pobladores de Arauca desconf¨ªan de que la paz por fin llegue a sus tierras. Alex, un taxista nacido y criado en el departamento, dice entre chiste y chanza que es m¨¢s f¨¢cil que se acabe el aceite para hacer arroz a que se acabe la guerra. ¡°Ya uno se acostumbra. Anda por ah¨ª con cuidado y procurando no deberle nada a nadie para no meterse en problemas¡±, afirma con resignaci¨®n.
Quiz¨¢ en compensaci¨®n al atroz impacto de la guerra en sus comunidades o como muestra de una resiliencia en medio de la violencia es que los habitantes del Sarare se han tomado muy en serio los festejos navide?os. Los ¨¢rboles de las v¨ªas llevan ya adornos, borraron algunos de los graffitis que han hecho los armados en las paredes de las casas incluso con temor a represal¨ªas y las imponentes tanquetas militares se movieron a la sombra.
Aunque, seg¨²n cuenta Alex, la gente prefiere celebrar en sus casas y no en las calles, las luces y el festejo se abren paso en medio de la barbarie. Por un par de semanas, incluso a sabiendas de que la guerra contin¨²a y arrecia, los araucanos se niegan a cederle todo al miedo.
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