Sarabia y Benedetti (cuadro costumbrista colombiano)
Ambos, la joven brillante y el embajador destinado a reactivar las relaciones con Venezuela, son responsables de hacerle un da?o inconmensurable al gobierno de Petro
Ambos eran la representaci¨®n del autoproclamado Gobierno de Cambio. Ella, joven, brillante y de inocente apariencia, era la hiperactiva mano derecha del presidente. M¨¢s all¨¢ de sus ideas pol¨ªticas, cuestionables para algunos, todos la admiraban, m¨¢s siendo una cara nueva en las cumbres solitarias del poder. ?l, alejado de la capital por encargo del presidente, parec¨ªa destinado a convertirse en el motor de la reactivaci¨®n de las relaciones con el pa¨ªs vecino, consiguiendo as¨ª una especie de efecto botox para su maltrecha popularidad. El redimido y la joven promesa. ?Vaya espec¨ªmenes!
A?os antes del pat¨¦tico espect¨¢culo, ¨¦l y ella, ella y ¨¦l eran c¨®mplices, mas no amigos. ?l era su jefe. Ella su asesora. Entre ellos naci¨® esa extra?a relaci¨®n que existe entre jefes y subalternos en la que, de pasar tanto tiempo juntos, ya se les ve como si fueran una ¨²nica entidad. Ella conoc¨ªa sus negocios y su forma de trabajar. ?l viv¨ªa anonadado viendo la agilidad mental de su protegida.
Cuando lleg¨® la elecci¨®n y ¨¦l quiso tener un detalle con el presidente, hizo un sacrificio: la entreg¨® para que iluminase al nuevo mandatario con su estrella. Algunos malpensados pensaron que era una estrategia para que ¨¦l pudiera saber todo sobre el presidente, pero esas son las malas lenguas.
?l all¨¢ lejos. Ella en la capital. La distancia hizo lo l¨®gico y endureci¨® la relaci¨®n. En pocos meses se odiaron y se convirtieron en rivales. Ella, convencida de tener el poder absoluto gracias a su nuevo mentor, el presidente, empez¨® a rechazar sus mensajes, a esconderle informaci¨®n, a decir verdades incompletas. ?l no aguant¨® y empez¨® la cat¨¢strofe.
Ella y su entorno lo se?alan de haber creado un complot para desprestigiarla y hacerla a un lado. ?l la acus¨® de recibir sospechosos dineros, adem¨¢s de haber torturado y maltratado a una trabajadora de su hogar. El resultado de la ecuaci¨®n, dolorosa para el pa¨ªs es que los dizque amigos del presidente resultaron unos lamentables ejemplos de todo lo que el autodenominado gobierno del cambio dec¨ªa no ser.
El cambio no era para que llegasen unos sujetos con ¨ªnfulas a maltratar al personal de servicio. El cambio no era para que los cargos del Gobierno se convirtieran en moneda de cambio en luchas por el poder. El cambio no era para ver como la traici¨®n termina siendo la columna vertebral del mundo pol¨ªtico.
A simple vista aqu¨ª hay dos traidores. Ella y ¨¦l. Y ambos hacen parte del entorno m¨¢s cercano al presidente. Ambos, no uno solo de ellos, son responsables de hechos bastante desagradables, por no decir delitos, y de un da?o inconmensurable al Gobierno. Ambos mostraron que eso de la lealtad no va con ellos. Ambos deber¨ªan saltar por la borda, pero el capit¨¢n del barco parece reh¨¦n de los dos.
En Colombia o somos rehenes o somos traicionados. Sobre todo en pol¨ªtica, donde somos rehenes de ideas y sue?os de un pa¨ªs al que siempre los pol¨ªticos traicionan.
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