Flores, poder y secretos: la historia rota de Laura Sarabia y Armando Benedetti
El presidente Gustavo Petro despide a dos de sus colaboradores m¨¢s cercanos por su implicaci¨®n en un caso de escuchas ilegales y filtraciones a la prensa
Esta es la historia de una mujer joven que no sab¨ªa qu¨¦ hacer con su vida y de un hombre que hac¨ªa demasiadas cosas. El destino los junt¨® en una aventura de esas que solo pasan una vez. Una historia de jerarqu¨ªas, de poder y de ambici¨®n que ha puesto a temblar al mism¨ªsimo Gobierno de Colombia. Este es el cuento breve de Armando Benedetti y Laura Sarabia, un binomio que se gan¨® el coraz¨®n de Gustavo Petro en la campa?a y que ahora le ha provocado un incendio en Palacio.
Hace ocho a?os, Sarabia est¨¢ desempleada. Tiene 21, no sabe bien qu¨¦ rumbo tomar en la vida. La incertidumbre la ha sumido en un pozo oscuro. Ven¨ªa de ser una de esas alumnas brillantes que de golpe se encuentra con que ah¨ª fuera a nadie le importan tus matr¨ªculas de honor. Laura ha suspendido las pruebas de ingreso de las fuerzas armadas y no le han querido renovar su pasant¨ªa como administrativa en el ministerio de Defensa. Casi pierde la fe. Pero no deja de leer la Biblia ni de asistir a la Iglesia cristiana. En el culto, una amiga le recomienda que vaya en busca de trabajo al partido de la U, el del pulcro Juan Manuel Santos, entonces el presidente.
Sarabia entra como becaria y no cobra. De formaci¨®n militar, pronto destaca por ser ordenada y concienzuda. En poco tiempo le ofrecen trabajar para Armando Benedetti, un hombre intuitivo, lenguaraz, divertido, explosivo, que hab¨ªa sido presidente del Congreso y de su propio partido. En ese entonces ya es uno de los pol¨ªticos m¨¢s conocidos del pa¨ªs. Benedetti necesita a alguien leal y meticuloso que le organice el d¨ªa a d¨ªa. Sarabia descubre as¨ª su vocaci¨®n: organizar vidas ajenas. ?l es parrandero, extrovertido, desmesurado y, a la vez, un pol¨ªtico h¨¢bil y astuto. Ella, estructurada, madrugadora, hace ejercicio y lleva todo apuntado en una agenda. ?l encuentra un buen apoyo, ella un prop¨®sito en la vida.
Benedetti hab¨ªa militado en el uribismo, el santismo y ahora est¨¢ dispuesto a agarrar la siguiente ola que lo lleve hasta la orilla. En un momento de clarividencia, deja todo atr¨¢s y se une al l¨ªder de la izquierda Gustavo Petro. Es noviembre de 2020. Est¨¢ seguro de que ese hombre con pinta de despistado va a ser el pr¨®ximo presidente de Colombia y no quiere quedarse fuera. Petro hab¨ªa fracasado en sus dos intentos anteriores, pero algo le dice a Benedetti que su tiempo ha llegado. Con ¨¦l, por supuesto, se lleva a Sarabia. Benedetti gu¨ªa a Petro por todo el pa¨ªs en busca de votos, Laura les organiza los viajes, la agenda, el almuerzo, el hotel, los aviones. Es buen momento para mencionar que, en medio de la fren¨¦tica campa?a, a los hijos de Benedetti los cuida Marelbys Meza, una persona que entrar¨¢ en escena m¨¢s adelante.
Un d¨ªa, mientras cruzan Colombia a bordo del Super King Air 300, Benedetti mira a Petro, recostado a su derecha en un asiento de cuero beige:
¡ªLa ¨²nica forma de evitar que este man sea presidente de Colombia ¡ªentona con tono dram¨¢tico¡ª es tirando este avi¨®n.
Con esa convicci¨®n absoluta enfilan la campa?a presidencial. Benedetti y Petro se creen Batman y Robin en su lucha contra el mal; que en este caso, y siempre seg¨²n ellos, son las ¨¦lites corruptas que no han permitido prosperar al pa¨ªs y a las que conoce de cerca Benedetti. Petro en estos viajes se muestra te¨®rico, filos¨®fico, tiene todos los detalles del pa¨ªs en la cabeza. Benedetti resulta m¨¢s concreto, realista, aterrizado. Y Sarabia hace de pegamento, lo que los ancla al suelo. La que se acuerda de pagarle a la empresa que monta el escenario en un pueblo perdido de Dios.
Ella se queda embarazada en mitad de la campa?a, pero eso no cambia nada. Sigue haciendo todo por tel¨¦fono. Sarabia trabaja para Benedetti, pero poco a poco va ocup¨¢ndose cada vez m¨¢s de Petro. Si el candidato duerme una siesta, ella es quien lo llama para se levante, se lave los dientes y vaya al pr¨®ximo mitin.
Cuando Petro gana las elecciones, el tr¨ªo que hab¨ªan conformado parece destinado a resquebrajarse. Empieza el tiempo de las decenas de asesores, los ministros, los escoltas, la vida truculenta en Palacio. Benedetti quiere un puesto cercano al presidente, uno que le permita continuar guiando a Petro en los vericuetos del poder. Sin embargo, arrastra varios procesos judiciales que hacen dudar al presidente. Lo estima mucho, pero cree un riesgo tenerlo en primera l¨ªnea. As¨ª que decide ponerlo en un cargo relevante, el de embajador en Venezuela. De esa decisi¨®n participa tambi¨¦n la primera dama, Ver¨®nica Alcocer.
Se trata de una forma de tenerlo cerca, pero lejos. Ni con ¨¦l ni sin ¨¦l. Una decisi¨®n salom¨®nica. Benedetti se lo toma como un exilio, pero lo acata. Ahora se encargar¨¢ de restablecer las relaciones con el chavismo y de departir con Nicol¨¢s Maduro y Jorge Rodr¨ªguez. No es poca cosa. Sarabia est¨¢ convencida de que va a seguir a Benedetti hasta Caracas, pero Petro la llama para que ocupe el cargo m¨¢s cercano posible, el de secretaria personal. Benedetti, lejos; Laura, cerca, en el despacho de al lado, a diez pasos uno del otro. La pupila ha superado al mentor. Su tarea viene a ser una extensi¨®n de lo que hab¨ªa hecho en campa?a. Levantar de la cama a un hombre que no madruga, conducir a las citas a un se?or que no tiene noci¨®n del tiempo y despu¨¦s resumirle la actualidad mientras ¨¦l est¨¢ enfrascado en alguna discusi¨®n en Twitter.
A Benedetti nunca llega a gustarle su lugar en el Gobierno que ayud¨® a crear. ?l, que quer¨ªa ser ministro, se siente desterrado en Caracas. Sarabia, en cambio, ampl¨ªa su hueco en el centro del poder. Su nombre empieza a sonar a todas horas, su cuerpo menudo aparece en todas las fotos del presidente como si fuera su sombra. Esa mujer tan joven y sin pasado pol¨ªtico empieza a llamar la atenci¨®n de algunos ministros. Mientras a ellos los obligan a dejar sus tel¨¦fonos fuera de los Consejos, Sarabia teclea en su celular durante las reuniones. Solo ella tiene esa bula. Se convierte as¨ª en la persona m¨¢s cercana al presidente.
El Gobierno parecer rodar solo durante los primeros meses. La novedad entusiasma a buena parte del pa¨ªs. Pero con el tiempo llegan las primeras crisis. Benedetti, que conoce bien el Congreso, donde se le atascan las reformas a Petro, cree saber lo que necesita el presidente para conseguir votos y lealtades en otros partidos. Llama asiduamente a Sarabia, con quien tiene una gran confianza. Le dice que las cosas se est¨¢n haciendo mal. Eso lleva tambi¨¦n a que las discusiones sean m¨¢s fuertes y suban de decibelios.
Una de las primeras grietas entre ellos surge por el canciller, ?lvaro Leyva, un hombre de 80 a?os que quiere controlar con celo su espacio. No parece muy feliz de que Benedetti se encargue de las relaciones con Venezuela. Desconf¨ªa de ¨¦l. La canciller¨ªa empieza a mirar con lupa los viajes del embajador, que va asiduamente a Colombia. Empieza una guerra sorda que ha durado hasta el final. Sarabia le pide a Benedetti que no se ausente tanto de Caracas y este se lo toma mal, como si ella hubiera tomado partido. Con las semanas no se arreglan las cosas. Petro visita por sorpresa Caracas para verse con Maduro, pero Benedetti es de los ¨²ltimos en enterarse. Le informan terceros. Se lo toma de forma personal, le parece un insulto. Considera que Sarabia, que ha trabajado siete a?os con ¨¦l, le debe algo de lealtad.
En paralelo, se atascan las reformas en el Congreso. Benedetti, una de esas personas que siempre tienen contactos en todas partes, llama a Sarabia y discuten sobre la manera en la que se est¨¢ gobernando. Las conversaciones son agrias, aunque suelen acabar en reconciliaci¨®n. Un d¨ªa se gritan, otro se hablan de forma amorosa. El d¨ªa de la madre, Benedetti le manda flores.
Pero eso no frena nada, muy al contrario. El embajador se siente cada vez m¨¢s amenazado por Laura, de la que cree que se ha aliado con la magistrada Cristina Lombana, de la sala de instrucci¨®n de la Corte Suprema de Justicia, para reabrirle uno de sus casos. Eso le llega por terceros, y Benedetti le da credibilidad. Al tel¨¦fono, se muestra paranoico. Jura que Sarabia le ha interceptado las comunicaciones -no hay ninguna prueba que demuestre que es as¨ª-. Cada vez que ella le hace ver que sabe m¨¢s de lo que ¨¦l piensa, Benedetti se dice a s¨ª mismo: ¡°Me ha chuzado¡±.
Con el paso de los meses, la impaciencia va a m¨¢s. Considera que ya ha hecho todo lo que ten¨ªa que hacer en Venezuela, al menos todo lo que puede darle brillo. Las relaciones bilaterales se han restablecido y Petro y Maduro se han reunido varias veces. Quiere volver a Bogot¨¢ como ministro. Petro trata de buscarle un hueco y le ofrece ser s¨²per ministro, una figura que actualmente no existe pero que ya se hab¨ªa usado en otros gobiernos. A Benedetti le encanta la idea. Los detalles los hablar¨ªa con Sarabia. Algunas versiones contrastan en este punto. Hay quien dice que Sarabia no quiere que Benedetti regrese porque teme que ocupe su rol; otros que Sarabia est¨¢ de acuerdo, pero que el presidente lo frena.
El gran esc¨¢ndalo
Colombia vive esos d¨ªas pendiente de otra historia de intriga. Cuatro ni?os ind¨ªgenas han sobrevivido a un accidente de avioneta y est¨¢n perdidos en la selva. El pa¨ªs espera -todav¨ªa no han aparecido- un rescate con final feliz. Los desencuentros entre las dos personas m¨¢s cercanas al presidente a¨²n son material dom¨¦stico. Pero algo empieza a torcerse en Palacio. Como todo relato de suspense, este comienza a cuentagotas. La revista Semana, acostumbrada a captar la atenci¨®n de los s¨¢bados con sus portadas, lleva a su primera p¨¢gina a Marelbys Meza, la ni?era que cuidaba en campa?a de los hijos del embajador. El titular dice: ¡°Me sent¨ª secuestrada¡±.
Meza trabajaba entonces cuidando al primer hijo de Sarabia. De casa de los Benedetti hab¨ªa salido acusada de un robo, se?alada por un poligrafista privado. La Mary, como la llaman ellos, fue despedida. Sarabia conoce estos hechos, pero a¨²n as¨ª la contrata y la historia vuelve a repetirse. Del apartamento de la alta funcionaria desaparece un dinero en efectivo en el mes de enero. Sarabia denuncia ante la Fiscal¨ªa el robo de 7.000 d¨®lares, pero su equipo de seguridad decide someter a su entorno a un pol¨ªgrafo en el Palacio de Nari?o. Meza tropieza en la misma prueba, aunque hay que recordar que la fiabilidad de esas m¨¢quinas es dudosa. Ah¨ª es donde dice que se sinti¨® secuestrada y maltratada.
El pa¨ªs se pasa cuatro d¨ªas hablando de Meza, Sarabia y el pol¨ªgrafo. Benedetti est¨¢ al margen hasta que el periodista Daniel Coronell lo mete de lleno en la trama. Antes de ser portada de la revista, La Mary hizo un viaje asombroso. Despedida ya de casa de Sarabia, Benedetti volvi¨® a confiarle el cuidado de sus hijos y se la llev¨® a Caracas en un vuelo privado para pasar una semana. Solo ellos pueden saber de qu¨¦ hablaron en ese tiempo. El d¨ªa que los dos regresan a Colombia, la ni?era se pone delante de las c¨¢maras de Semana en los alrededores del Palacio presidencial. Col¨¦rico por las nuevas informaciones que lo involucran, Benedetti niega haber tenido nada que ver en ese asunto, dice que Meza lo hizo por iniciativa propia. Entonces suelta la bomba que acabar¨¢ con la salida de ambos del Gobierno.
El mi¨¦rcoles pasado, el pol¨ªtico publica un hilo de Twitter incendiario. En ¨¦l asegura que Sarabia le pidi¨® ayuda para frenar la publicaci¨®n de la entrevista y dice que la funcionaria tem¨ªa que se conociera que en su casa hab¨ªa dinero en efectivo. Tambi¨¦n desliza que ella habr¨ªa intervenido el tel¨¦fono de la ni?era. Del pol¨ªgrafo se pasa a las escuchas ilegales.
La denuncia velada llega como un ¨¢ngel ca¨ªdo del cielo a una Fiscal¨ªa siempre al acecho del presidente. El fiscal Francisco Barbosa, propuesto por la administraci¨®n anterior, siempre parece dispuesto a dar los ¨²ltimos coletazos en su puesto a lo grande. Su oposici¨®n a Petro es total y entra en este caso como si acabara de descubrir el Watergate.
El d¨ªa despu¨¦s de los tuits del embajador hay un silencio inc¨®modo en el Gobierno. Petro, reci¨¦n llegado de Brasil, deb¨ªa reunirse con Sarabia y Benedetti para tratar de frenar el caos, pero pasan las horas y nadie sabe nada del presidente. El vac¨ªo lo llena Barbosa, con una rueda de prensa en la que dice cosas como que el haber intervenido el tel¨¦fono de la ni?era es el peor caso contra los derechos humanos que se produce en Colombia en a?os. Por momentos, hasta se le escapa la risa. Promete ir hasta el final en su investigaci¨®n y llamar a declarar a Sarabia y Benedetti. La situaci¨®n es insostenible para el presidente. Esa noche del jueves se re¨²nen los tres, como tantas otras veces hab¨ªan hecho, pero ahora la tensi¨®n se corta. En esas horas se escuchan l¨¢grimas y gritos.
Petro aparece p¨²blicamente el viernes en un acto militar, posiblemente los ascensos del ej¨¦rcito con m¨¢s audiencia de la historia. Pasa un rato hablando de lo propio cuando suelta el veredicto: ¡°Mientras se investiga, mi funcionaria querida y estimada y el embajador de Venezuela se retiran del Gobierno¡±. El tri¨¢ngulo de poder se rompe. Petro le dedica palabras de cari?o a Laura; a Armando ni lo menciona. Los dos se van a su casa y el presidente se queda solo. Los que han estado cerca dicen que a diferencia de otros gobiernos, en el de Petro casi nunca se ve ni escucha a nadie por los pasillos de Palacio. El presidente ha perdido mucho en estos seis d¨ªas. De entrada busca a alguien que sepa organizarle la vida.
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