Petro, el presidente que quiere gobernar en la calle
El mandatario, asediado por crisis propias y ajenas, alimenta el relato de un ¡°golpe blando¡± en su contra y busca movilizar a los suyos, una estrategia que ya utiliz¨® durante su Alcald¨ªa
Hacer como que nada ha pasado puede resultar m¨¢s efectivo que enrocarse. Nadie contaba con que Gustavo Petro saliera este mi¨¦rcoles a manifestarse como hab¨ªa anunciado una semana antes. Entonces estaba en Brasil y era dif¨ªcil prever que se estaba gestando la que se convertir¨ªa en la mayor crisis que ha enfrentado su Gobierno. En siete d¨ªas ha perdido a su n¨²mero dos, Laura Sarabia, investigada por un caso de escuchas ilegales; el Congreso y las reformas se han paralizado; el Ejecutivo est¨¢ m¨¢s solo pol¨ªticamente que nunca; y su hasta ahora amigo y embajador en Venezuela, Armando Benedetti, amenaza con hablar hasta ver el mundo arder. No se sabe si va de farol o no. Demasiadas cosas sobre la mesa del presidente, que ha decidido tirar por el camino que mejor conoce. Sigue con su guion y escenifica lo que le dio resultado, aquella campa?a eterna que lo llev¨® al poder a base de tarima y discurso. Petro agarr¨® el micr¨®fono el mi¨¦rcoles en una esquina de una plaza, sobre un escenario improvisado al que se sube m¨¢s gente de la que cabe. Un presidente mitinero que pide al pueblo que gobierne para cambiar Colombia. Como si ¨¦l no tuviera el poder.
En los 10 meses que lleva el Gobierno han pasado tantas cosas que es dif¨ªcil entender a qu¨¦ ritmo va la pol¨ªtica en Colombia. Tres meses antes de ganar las elecciones, Petro era para gran parte de la conservadora sociedad colombiana una especie de anticristo con las ma?as necesarias para convertir el pa¨ªs en Venezuela en un abrir y cerrar de ojos. Muchos de esos cayeron rendidos ante el Petro presidente de los inicios, el que dejaba la econom¨ªa en manos de un ministro de centro y moderado, el que llamaba a la comuni¨®n de todos los colombianos para hacer juntos las reformas necesarias, el que pactaba con los partidos tradicionales o el que se reun¨ªa con empresarios y con el expresidente ?lvaro Uribe. Eso tambi¨¦n fue ef¨ªmero.
La conciliaci¨®n se fue evaporando al ritmo que lo hac¨ªan los espectaculares ¨ªndices de popularidad. La aprobaci¨®n de la reforma tributaria, con amplios consensos y en tiempo r¨¦cord, result¨® un espejismo. La paz total que promet¨ªa acabar con todos los grupos criminales a trav¨¦s de la negociaci¨®n se encalla mientras la violencia se dispara en algunas regiones. El Gobierno perdi¨® la iniciativa.
Petro quiso hacer un cambio de modelo hace un mes y medio. De forma inesperada prescindi¨® de todos los ministros moderados y pidi¨® a los suyos, a sus bases, que salieran a la calle para defender sus reformas. La mayor¨ªa que hab¨ªa logrado en el Congreso con partidos de la derecha o el centro se rompi¨® por el temor del presidente a que sus reformas se vieran desvirtuadas. Las propuestas comenzaron a amontonarse en una c¨¢mara desnortada. Sobre los esca?os vac¨ªos se oye ahora el eco de aquella frase de Petro y sus ministros que dec¨ªa que hab¨ªa que darse prisa: las reformas que no se sacan en el primer a?o, no salen adelante. El primer a?o est¨¢ a punto de cumplirse y el Congreso est¨¢ paralizado.
El presidente tiene claro el diagn¨®stico de lo que est¨¢ pasando. Sostiene que las resistencias al cambio de las ¨¦lites son las que impiden que sus reformas avancen, que la prensa miente, que sus adversarios lo atacan, que todos los l¨ªos que se generan a su alrededor tienen la mano opositora detr¨¢s. Habla de ¡°golpe blando¡± en su contra. Se compara con el expresidente de Per¨² Pedro Castillo, hoy encarcelado por un intento de autogolpe de Estado pero al que Petro considera un perseguido pol¨ªtico. Es cierto que los cambios generan resistencia, no solo en Colombia. Las transformaciones que rompen inercias no son sencillas de llevar a cabo. Es cierto que hay una oposici¨®n fuerte al Gobierno de Petro, que el fiscal general de la Naci¨®n, Francisco Barbosa, ejerce m¨¢s de opositor que de representante de una justicia apol¨ªtica. Tambi¨¦n es cierto que ni Petro ni su Gobierno se ayudan a s¨ª mismos.
La ¨²ltima crisis pol¨ªtica, la m¨¢s grave desde que comenz¨® el mandato, no se calent¨® entre sus adversarios, se fragu¨® desde el mismo centro del poder en una guerra fratricida entre dos de las personas m¨¢s cercanas al presidente, a quienes hab¨ªa confiado su victoria y su suerte. Su jefa de Gabinete, Laura Sarabia, y el exembajador de Venezuela, Armando Benedetti, petristas conversos de ¨²ltima hora, protagonizaron una batalla p¨²blica durante una semana que incluye todos los desmanes que el Petro candidato hab¨ªa prometido conjurar: corrupci¨®n, escuchas ilegales, pol¨ªgrafos, dinero en efectivo, amenazas... La salida de ambos, por decisi¨®n del presidente, fue su manera de tratar de cerrar un esc¨¢ndalo que a¨²n no termina.
El Petro m¨¢s solo, sin Sarabia, su n¨²mero dos y la mano detr¨¢s de la poca organizaci¨®n de un Gobierno con tendencia al caos, ha decidido reeditarse en una versi¨®n anterior. La estrategia del presidente recuerda a su hoja de ruta durante su Alcald¨ªa de Bogot¨¢. Entonces, en el a?o 2013, fue destituido por un Procurador de derechas e inhabilitado durante 15 a?os, en una decisi¨®n que meses m¨¢s tarde suspendi¨® la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). En el impasse, Petro logr¨® mantener a los suyos en tensi¨®n, haciendo ruido en las calles. Protagoniz¨® protestas multitudinarias y, como v¨ªctima de un proceso judicial injusto, afianz¨® su liderazgo entre la izquierda.
Hoy no existe inhabilitaci¨®n, pero el relato del golpe blando funge como aglutinador de una izquierda acostumbrada a la lucha. Los simpatizantes de base se ven m¨¢s identificados en un Petro perseguido que en un presidente conciliador que pacta mayor¨ªas con el poder conservador de siempre. El mandatario quiere volver a encontrarse con los suyos en la confrontaci¨®n, en la defensa del que considera un Gobierno acorralado por el odio de la derecha.
¡°Todo ministro y ministra debe obedecer el mandato popular. Ministro o ministra que no haga caso, se va¡±; ¡°hemos visto a una prensa que odia a su vicepresidenta por su color de piel¡±; ¡°no me inviten a los c¨®cteles sociales de los banqueros, yo no voy, inv¨ªtenme a tomarme una cerveza all¨¢ en una esquina sentados en una acera, inv¨ªtenme a un baile popular, a un viche del Pac¨ªfico, inv¨ªtenme a bailar porros a las veredas de mi pueblo campesino de C¨®rdoba, pero no me inviten a las bacanales del poder porque yo no soy de eso¡±, dijo desde el escenario a las miles de personas que lo acompa?aron.
El presidente quiere retomar la iniciativa con golpes de efecto m¨¢s que con pol¨ªtica. Las negociaciones entre partidos, necesarias para avanzar legislativamente, ni arrancan ni se ven cercanas. Petro estar¨¢ este viernes en La Habana (Cuba) en la clausura del tercer ciclo del di¨¢logo de paz con el ELN. Desde all¨ª, est¨¢ previsto que anuncie el alto el fuego temporal con la ¨²ltima guerrilla activa de Am¨¦rica Latina. Ser¨ªa la primera gran noticia en semanas, una forma de cambiar el foco. El Gobierno del cambio que prometi¨® transformar Colombia lleva diez meses cambi¨¢ndose a s¨ª mismo una y otra vez. Petro ya tiene el poder, pero a¨²n busca su sitio.
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