Una madre desesperada denuncia desde Bogot¨¢ el feminicidio de su hija en Suiza
Ivonne Romero muri¨® el 2 de octubre. Supuestamente, la mat¨® su exesposo. Dos meses despu¨¦s, su madre alerta que las autoridades suizas no la dejan hablar con su nieta
Patricia Pulido recibi¨® la llamada el 3 de octubre, recuerda. ¡°?Se?ora, hay alguien ah¨ª con usted?¡±, le dijo una voz desconocida. ¡°?Est¨¢ acompa?ada?¡±, insisti¨®. Las preguntas ven¨ªan del consulado de Colombia en Suiza, pa¨ªs en el que viv¨ªa desde hac¨ªa una d¨¦cada su hija de 30 a?os, Ivonne Romero. ¡°D¨ªgame qu¨¦ le pas¨® a mi hija¡±, respondi¨® la mam¨¢ bruscamente. Estaba muerta, le contaron desde la otra l¨ªnea. Seg¨²n Pulido, la asesin¨® la expareja y padre de la hija de Romero,...
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Patricia Pulido recibi¨® la llamada el 3 de octubre, recuerda. ¡°?Se?ora, hay alguien ah¨ª con usted?¡±, le dijo una voz desconocida. ¡°?Est¨¢ acompa?ada?¡±, insisti¨®. Las preguntas ven¨ªan del consulado de Colombia en Suiza, pa¨ªs en el que viv¨ªa desde hac¨ªa una d¨¦cada su hija de 30 a?os, Ivonne Romero. ¡°D¨ªgame qu¨¦ le pas¨® a mi hija¡±, respondi¨® la mam¨¢ bruscamente. Estaba muerta, le contaron desde la otra l¨ªnea. Seg¨²n Pulido, la asesin¨® la expareja y padre de la hija de Romero, el suizo Cristoph Zollinger. ¡°No s¨¦ por qu¨¦ la mat¨®. Me lo pregunto todos los d¨ªas¡±, confiesa.
Pulido no se acuerda de ni una palabra m¨¢s de aquella dolorosa conversaci¨®n con el consulado. ¡°Se me borr¨® el cassette¡±, dice. Pero todo lo que pas¨® antes, lo recuerda bien. Las violencias que soportaba su hija. El miedo que le ten¨ªa a Zollinger. La pelea entre los exesposos por la custodia de Zo¨¦, su nieta de nueve a?os nacida en Suiza. Se lo sabe todo de memoria.
Sentada en su casa en Bogot¨¢, rodeada de decoraciones de navidad, lo cuenta. Es una historia tr¨¢gica: un romance que comenz¨® por internet y termin¨® en una pesadilla con un ni?o de por medio, una muerte, un padre bajo investigaci¨®n y una abuela con el coraz¨®n roto, a la que le es imposible comunicarse con su nieta.
Todo empez¨® once a?os atr¨¢s, en esta misma casa de tres pisos en Puente Aranda, un barrio con un fuerte olor a chocolate. ¡°Es que la F¨¢brica nacional de chocolates est¨¢ ah¨ª, en la calle 12¡å, explica Pulido y se?ala una ventana. Romero y Zollinger se conocieron en una p¨¢gina web. Ella ten¨ªa 19 a?os y viv¨ªa con su madre. ?l, 27, y estaba en Suiza. Ambos eran amantes del rock; esa pasi¨®n por la m¨²sica los acerc¨®.
Chateaban por horas y horas todos los d¨ªas. ¡°?Y usted qu¨¦ hace tan tarde en ese computador? ?Con qui¨¦n habla?¡±, le preguntaba su madre. ¡°Con un amigo, mam¨¢. Vive en otro pa¨ªs y me est¨¢ contando que est¨¢ muy triste porque se le muri¨® el pap¨¢¡±, recuerda que le contest¨® una vez.
La amistad se transform¨® r¨¢pidamente en algo m¨¢s. A los pocos meses de haberse conocido, Zollinger viaj¨® a Colombia a visitar a Romero. ¡°Se qued¨® 15 d¨ªas en la casa¡±, narra Pulido. ¡°Era un hombre muy callado. Le¨ªa mucho¡±, agrega. Solo fueron dos semanas juntos, pero el romance se hab¨ªa forjado. Y los viajes se har¨ªan m¨¢s frecuentes. El suizo volvi¨® poco despu¨¦s para pasar las navidades con ellas. ¡°La celebraci¨®n le parec¨ªa rara. Se re¨ªa mucho¡±, rememora.
Una boda entre gritos
Unas semanas m¨¢s tarde, Romero viaj¨® a Europa a verlo a ¨¦l. ¡°Me dijo que ¨¦l se hab¨ªa portado muy bien¡±, asegura mientras se frota las manos para aguantar el fr¨ªo. La cosa se estaba poniendo seria, muy seria. Tras otra visita, la pareja tom¨® una enorme decisi¨®n: se iban a casar.
Y as¨ª fue. En septiembre del 2012, menos de un a?o despu¨¦s de haber chateado por primera vez, Zollinger aterriz¨® en Bogot¨¢, y lleg¨® a la casa con olor a chocolate para casarse con Romero. Pulido ten¨ªa sus dudas, confiesa; los hab¨ªa visto pelear, pero no le parec¨ªa mala idea. ¡°Ten¨ªa sus cosas. Siempre era muy intenso, pero yo ve¨ªa una relaci¨®n muy normal¡±, sostiene.
El d¨ªa del matrimonio, sin embargo, fue un desastre. ¡°Se pelearon en la casa. ?l se puso rojo como un tomate. Se encerr¨® en una habitaci¨®n y se quit¨® el traje¡±, relata. La novia hizo lo mismo. ¡°Me dec¨ªa que no quer¨ªa hablar con ¨¦l¡±, recuerda Pulido. En ese momento le advirti¨® a su hija. ¡°Pi¨¦nselo bien, usted tiene 19 a?os¡±. Al final, los novios se calmaron y la boda se celebr¨®. Pero la madre no se qued¨® tranquila. ¡°Ay, dios m¨ªo, qu¨¦ bomba explosiva hay ac¨¢¡±, recuerda que pens¨® entonces. Ten¨ªa raz¨®n.
Ese diciembre, Romero se mud¨® a Embrach, un pueblo de unos 10.000 habitantes del cant¨®n suizo de Z¨²rich, para empezar su nueva vida. Al principio las cosas iban bien, dice su madre. Qued¨® embarazada al a?o. Naci¨® Zo¨¦, una hermosa ni?a rubia con ojos claros y una sonrisa radiante. Estaban felices, constru¨ªan una familia. No durar¨ªa mucho tiempo. Poco despu¨¦s, dice Pulido, empez¨® la pesadilla.
El romance se convierte en pesadilla
Zollinger se convirti¨® en un hombre col¨¦rico, agresivo. Quer¨ªa controlar a su esposa, seg¨²n la madre de ella. ¡°Le pegaba y la echaba a la calle. Ella quer¨ªa estudiar, pero ¨¦l la ten¨ªa encerrada con la ni?a¡±, relata. Romero aguant¨® estos abusos durante cinco a?os. Finalmente, se cans¨® y se divorci¨®, pero no se pudo ir de Suiza. Ah¨ª viv¨ªa su hija, y el padre ten¨ªa la custodia.
Lo que sigui¨®, cuenta Pulido, fue una serie de venganzas por parte de Zollinger que dejaron a Romero hecha nada. Su situaci¨®n migratoria no estaba firme, y su expareja lo us¨® en su contra. ¡°?l quer¨ªa que se fuera del pa¨ªs para quedarse solo con Zo¨¦¡±, sostiene. ¡°A mi hija le toc¨® lucharla¡±. Durante a?os pas¨® de casa en casa, en constante busca de estabilidad, siempre intentando estar cerca de su hija, a la que ve¨ªa cada 8 o 15 d¨ªas.
Eventualmente, una amiga la ayud¨® a conseguir un trabajo en el aeropuerto y un apartamento donde pod¨ªa estar tranquila. Por fin, tras a?os de lucha, ten¨ªa una vivienda propia. Ahora quedaba la disputa por la custodia compartida. Iba a ser dif¨ªcil: Zollinger no ced¨ªa. Adem¨¢s, era cada vez m¨¢s impredecible. Seg¨²n Pulido, le dec¨ªa cosas a su hija que no ten¨ªan sentido. ¡°Me dec¨ªa que se estaba volviendo loco. Que pensaba que todav¨ªa eran pareja porque iban al parque con la ni?a¡±, cuenta.
En los meses anteriores a la muerte, la situaci¨®n se puso cada vez peor. ¡°No puedo ir a ver a la ni?a porque ¨¦l, de pronto, me pega¡±, le dijo Romero una vez a su madre. Estaba atrapada. Eligi¨® aguantarlo, dice su mam¨¢.
¡°Hablamos ma?ana¡±
El primero de octubre, el d¨ªa antes de que su hija muriera, Pulido recuerda que habl¨® varias veces con ella. Hicieron videollamada con Zo¨¦, que le cont¨® los n¨²meros en espa?ol. Luego, Romero fue a dejarla en casa de Zollinger. Cuando volvi¨®, llam¨® a su mam¨¢ otra vez; algo hab¨ªa cambiado. ¡°La not¨¦ muy rara¡±, relata. ¡°Le dije que ¡®?Qu¨¦ tiene, est¨¢ cansada?¡¯ Y me contest¨®: ¡®Ni me pregunte mam¨¢. Ya me tengo que acostar. Hablamos ma?ana¡¯. Le di la bendici¨®n. Nos despedimos. Y ya no m¨¢s¡±.
Hoy, dos meses despu¨¦s del asesinato, Pulido todav¨ªa no sabe como muri¨® su hija. ¡°No s¨¦ qu¨¦ pas¨®, la verdad no lo s¨¦¡±, lamenta. El dictamen del hospital suizo donde falleci¨® la califica como una ¡°muerte no natural¡±. Un art¨ªculo publicado el 4 de octubre por el diario de mayor circulaci¨®n de ese pa¨ªs, Blick, en el que cambian el nombre de la v¨ªctima ¨Dalgo obligatorio en Suiza hasta que la familia le d¨¦ permiso al medio para revelarlo¨D cuenta la historia de una mujer de 30 a?os que ¡°fue brutalmente agredida en su apartamento de Embrach¡±, y ¡°muri¨® en el hospital poco despu¨¦s¡±. Pulido est¨¢ segura de que el art¨ªculo es sobre su hija. El peri¨®dico no lo niega ni lo confirma, aunque al ser contactado por EL PA?S, pide que le ayude a conseguir una entrevista con la madre.
Zo¨¦, por su parte, se encuentra viviendo con una familia de acogida. Entre l¨¢grimas, su abuela dice que quiere ir a verla, pero que no tiene el dinero para hacerlo. ¡°La extra?o mucho. Quiero que sepa que tiene una abuela ac¨¢ y que puede quedarse conmigo. No quiero que la den en adopci¨®n, su madre no querr¨ªa eso. Si me tengo que quedar en Suiza, me quedo¡±, declara. Momentos m¨¢s tarde, lee en voz alta un correo electr¨®nico que le envi¨® la trabajadora social encargada del caso.
¡°Zo¨¦ lo hace bien, es una ni?a fuerte y est¨¢ abierta a su nuevo futuro. No se preocupe, se?ora Pulido, nosotros cuidamos bien a Zo¨¦ y tambi¨¦n defendemos sus derechos. No es necesario que venga a Suiza. No ser¨ªa posible ver a Zo¨¦ por el momento. Primero tiene que acostumbrarse a su nuevo lugar y afrontar todos los cambios. Pero le preguntar¨¦ si le gustar¨ªa hablar por tel¨¦fono con usted¡±, escribe. Pulido recibi¨® este mensaje hace m¨¢s de una semana. Hasta el momento de publicar este art¨ªculo, no ha recibido otro. No tiene un n¨²mero de tel¨¦fono para llamar, ni una direcci¨®n para visitar a su nieta.
El cuerpo de Ivonne Romero fue repatriado a Colombia el pasado 19 de octubre. Pocos d¨ªas despu¨¦s, su familia la enterr¨® en el cementerio Jardines del Para¨ªso, al norte de Bogot¨¢. Su madre visita la tumba a menudo para rezar y dejarle flores.
Con el celular en la mano izquierda, sentada en el sill¨®n en su casa en Puente Aranda, Pulido mira fotos de su hija y las muestra con orgullo. ¡°Mire qu¨¦ linda¡±, dice una y otra vez. Esboza una sonrisa agridulce al recordarla como callada, risue?a y talentosa. Y sobre todo, como una madre valiente: ¡°Fue una guerrera. Muri¨® por su hija¡±.
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