El alma de la toga
Si el Gobierno y sus cortesanos exhibieran respeto por la dignidad de los jueces y magistrados, la vida ser¨ªa m¨¢s sabrosa para todos
Le asiste al presidente Gustavo Petro el derecho de manifestar que no le gusta la vicefiscal Martha Mancera para fiscal general encargada. Probablemente, si los obuses siguen retumbando de lado y lado, llegaremos al escenario de ver a Mancera devolviendo atenciones al presidente. Y, si la batalla que comenz¨® con Francisco Barbosa hipot¨¦ticamente continuara con Mancera, no har¨ªamos m¨¢s que seguir presenciando esta opereta de la confusi¨®n judicial.
Leales alfiles de Gustavo Petro, como el exsenador Gustavo Bol¨ªvar, exigen una decisi¨®n de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) en materia de elecci¨®n de fiscal. Se confunde Bol¨ªvar, porque la CSJ s¨ª ha manifestado su voluntad y ha tomado decisiones: lo hace votando, aunque no se elija de un tir¨®n a una de las tres ternadas.
Se propone, entonces, que, ante el ¡°peligro¡± de tener a Mancera de fiscal encargada, debe reformarse la manera en que se elige a la cabeza de la Fiscal¨ªa. M¨¢s confusi¨®n: esa reforma no procede en redes sociales, porque para eso el Estado tiene una arquitectura jur¨ªdica que no obedece a las querencias (o malquerencias) del gobernante de turno y sus alfiles digitales.
Juristas de todos los pelambres coinciden en que, al tenor la legalidad, la CSJ dispone de sus propios tiempos para elegir fiscal. Es garant¨ªa de una democracia sana que el presidente entienda que una elecci¨®n de semanas o meses no expresa ¨¢nimo alguno de mortificarlo o desconocer la majestad de su cargo. Las cosas se hacen como la ley dispone y no como determine quien haya ganado las elecciones. De hecho, los presidentes triunfan en las urnas con el deber de defender la Constituci¨®n y las leyes. Y no de desconocerlas. Eso de que una rama del poder p¨²blico arree a otra, no se ve ni en la vaquer¨ªa. Tal vez en la chabacaner¨ªa.
Si el presidente est¨¢ intranquilo con las calidades jur¨ªdicas o ¨¦ticas de Mancera, tendr¨¢ canales para hac¨¦rselo saber a los magistrados, con tacto, y evitando presiones innecesarias. Y, si los magistrados comparten dicha intranquilidad, de seguro habr¨¢ elecci¨®n expedita. Pero quiz¨¢s los magistrados est¨¢n inquietos con la preparaci¨®n o el perfil profesional de las candidatas. Si el presidente las tern¨®, se entiende que le parecen juristas con suficientes calidades para ponerse al frente de la Fiscal¨ªa. Pero lo que piensa el presidente no necesariamente coincide con lo que cada uno de los magistrados tiene en la cabeza o el alma.
El alma de la toga, cl¨¢sico de 1919 del abogado espa?ol ?ngel Ossorio y Gallardo, incluye palabras repletas de raz¨®n, que bien podr¨ªan hoy convertirse en br¨²jula para superar la tormenta: ¡°En los pasillos de una Audiencia, casi todo el mundo se descubre al paso de un togado, aunque no hay disposici¨®n que lo ordene, ni alguacil que lo requiera. Y no es por temor ni por adulaci¨®n. Temor, ?de qu¨¦? Adulaci¨®n, ?para qu¨¦? Es porque el clarividente sentido popular, al contemplar a un hombre vestido de modo tan severo, con un traje que consagraron los siglos, y que s¨®lo aparece para menesteres trascendentales de la vida, discurre con acertado simplismo: ¡®ese hombre debe ser bueno y sabio¡±.
No se trata de tragar entero; tampoco de rendir pleites¨ªa a los magistrados, pues la corrupci¨®n y las veleidades de la pol¨ªtica tambi¨¦n han tocado a las puertas de las cortes. Pero las cosas saldr¨ªan mejor si respet¨¢ramos las decisiones y el criterio de los seres humanos que vibran bajo las togas.
Tambi¨¦n, si aquellos que desde la rama Ejecutiva promueven la r¨¢pida elecci¨®n de la cabeza del ente acusador no tendieran a incitarla por un m¨¦todo non sancto, como ser¨ªa enganchar como pr¨®ximos contratistas del Estado o futuros embajadores, a algunos de los cinco magistrados que acabar¨¢n su periodo en abril, y que resultan ciertamente claves para inclinar la balanza de la elecci¨®n. Con ello, ganar¨ªamos todos. Empezando por quien gan¨® las elecciones.
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