Latinoam¨¦rica: no seamos polic¨ªas antinarc¨®ticos del entretenimiento
El primer paso es cambiar la manera en c¨®mo nos relacionamos con esa parte de nuestras historias: enfrentar con mayor tranquilidad todas esas series porque, aunque reflejan una parte de nuestra realidad, no nos definen
El guion se repite nuevamente: se anuncia una nueva serie sobre narcotr¨¢fico y Colombia, la productora hace una campa?a de promoci¨®n ¡ª a mi parecer poco original, pero que atrae la atenci¨®n¡ª, y se alza la ola de indignaci¨®n nacional por considerar que esta nueva serie es una ofensa m¨¢s a nuestro pa¨ªs. Ayer fue un ¡°Blanca navidad¡± en la Puerta del Sol en Madrid, hoy ha sido un cami¨®n aspirando una l¨ªnea blanca en Par¨ªs; ma?ana ya veremos.
?No nos cansa esta din¨¢mica? Al menos a m¨ª me agota. No creo que ponernos bravos con cada serie, cada programa, cada valla publicitaria, cada chiste que se haga sobre nuestros pa¨ªses y el mercado de drogas sirva para que nos dejen de asociar con el narcotr¨¢fico y la violencia, la corrupci¨®n y la cultura asociadas. Tampoco entiendo por qu¨¦ sentimos la necesidad de responder ante estas referencias o en qu¨¦ momento nos convertimos en la polic¨ªa antinarc¨®ticos del entretenimiento. Todo esto es desgastante, y tiene un efecto entre nulo y contraproducente: la atenci¨®n genera atenci¨®n.
Es posible que tengamos otras alternativas a vigilar, denunciar y castigar o, incluso, a opciones ingenuas, como la mencionada por el embajador de Colombia en el Reino Unido quien, bastante indignado con esta nueva serie, ped¨ªa mejor hablar de cosas positivas que tiene el pa¨ªs como las orqu¨ªdeas. Como si nuestra flor patria sirviera para reemplazar la fascinaci¨®n por las miles de tragedias individuales y familiares que se acumulan para producir una tragedia nacional, an¨¢loga a la que tantos otros pa¨ªses de la regi¨®n han sufrido, sufren o, si nada cambia, seguir¨¢n sufriendo.
El primer paso para m¨ª es que cambiemos c¨®mo nos relacionamos con esa parte de nuestras historias vitales y nacionales: enfrentar con mayor tranquilidad todas esas novelas y series porque, aunque reflejan una parte de nuestra realidad, no nos definen ni como personas, ni como pa¨ªs. Reconciliarnos con nuestras historias del narcotr¨¢fico sin banalizarlas ni romantizarlas, prestar atenci¨®n detallada y sanadora a las heridas causadas, redefiniendo esa mancha que aparentemente muchas personas colombianas, mexicanas, ecuatorianas, salvadore?as, hondure?as¡ siempre vamos a llevar por haber nacido donde nacimos. ?C¨®mo? Habl¨¢ndolo entre nosotros. Abriendo di¨¢logos. S¨ª, suena confuso porque en pa¨ªses como Colombia los cultivos de coca y sustancias como la coca¨ªna aparecen en las noticias casi a diario. Pero no me refiero a eso. Me refiero a conversaciones cotidianas, abiertas y sinceras, en el ¨¢mbito familiar, o entre amigos. Conversaciones sobre lo que pas¨® y lo que pasa en nuestros entornos inmediatos.
Hace poco m¨¢s de una d¨¦cada, en mitad de una investigaci¨®n acad¨¦mica sobre prevenci¨®n de violencia juvenil en Medell¨ªn, un padre de familia comparti¨® conmigo, entre avergonzado y arrepentido, c¨®mo en los a?os donde los carteles tuvieron m¨¢s auge, ¨¦l y otros padres persuad¨ªan a sus hijas a salir con los llamados ¡°traquetos¡±: por aspiraci¨®n de ascenso social, por miedo a represalias, o por una combinaci¨®n de ambas. Y es que, en esos a?os, me atrevo a afirmar, ¨¦ramos mayor¨ªa las personas que ten¨ªamos un familiar, amigo o conocido v¨ªctima del narcotr¨¢fico, o conoc¨ªamos a alguien de quien sospech¨¢bamos que estuviera involucrado en negocios ilegales. Claro, por miedo a alg¨²n tipo de respuesta violenta, muchas personas no pod¨ªamos denunciar o siquiera comentarlo. De pronto, tambi¨¦n por verg¨¹enza. As¨ª, por ambas, al parecer, y por decisi¨®n colectiva, decidimos guardar silencio, a pesar de que esto toc¨® a muchas personas y perme¨® muchas instituciones. El resultado fue que las drogas y el narcotr¨¢fico se convirtieron en el Bruno del pa¨ªs: el familiar del que nadie habla.
?Reconciliarnos con esta parte de nuestra historia es glorificar al narcotr¨¢fico? No. Es entender qu¨¦ pas¨®, c¨®mo ha impactado a nuestras cotidianidades y, por acumulaci¨®n y multiplicaci¨®n, a nuestros pa¨ªses, y c¨®mo hemos respondido ante este fen¨®meno. En qu¨¦ fallamos y por qu¨¦, o en qu¨¦ acertamos y c¨®mo. Este es un segundo paso de conversaci¨®n m¨¢s p¨²blica que nos llevar¨ªa a no quedarnos estancados en el tab¨², la verg¨¹enza y la prohibici¨®n. Si comenzamos a abordar el narcotr¨¢fico de manera distinta, a nivel de narrativas, pero tambi¨¦n a nivel de pol¨ªticas, no s¨®lo seremos m¨¢s efectivos en c¨®mo se nos percibe desde fuera, sino que podr¨ªamos ser quienes lideran esta conversaci¨®n.
Porque justo con esa verg¨¹enza, inacci¨®n y silencio tambi¨¦n, hemos permitido que sean otros los que construyen la narrativa sobre nuestros pa¨ªses: los violentos, los culpables, los que envenenan al mundo. Somos el problema. Hasta me da la impresi¨®n de que con esos arrebatos de reproche contra las series de narcos aprovechamos para liberar algo de verg¨¹enza y para pedir perd¨®n. ?Perd¨®nanos, mundo civilizado, por tener cultivos de coca y no hacer lo suficiente! Pero ?por qu¨¦ no pasa esto en los pa¨ªses consumidores? Y no se trata desplazar la culpa y hacer un ojo por ojo. No sugiero que les impongan visas a las personas de los pa¨ªses que m¨¢s consumen coca¨ªna ni que se las trate como criminales o sospechosos en los aeropuertos. Mi duda es por qu¨¦ nosotros terminamos siendo el centro del espect¨¢culo. Al menos, compartir el foco (y tambi¨¦n el di¨¢logo) ser¨ªa un buen tercer paso.
Seguramente vendr¨¢n m¨¢s series y pel¨ªculas de narcotr¨¢fico relacionadas con nuestros pa¨ªses, pero al menos espero que seamos nosotros quienes comencemos a controlar la narrativa, al tiempo que sigamos buscando mejores pol¨ªticas de drogas que nos hagan transformar la manera en que nos relacionamos con esa parte de nuestra historia. Y si nos volvemos a encontrar con ese extranjero que nos suelte la t¨ªpica frase de ¡°Ah, eres colombiana. ?Coca¨ªna? ?Narcos? ?Griselda?¡±, en lugar de ponernos nerviosas y recitar la lista de siempre sin respirar -¡°pero tambi¨¦n tenemos caf¨¦, a Shakira, Karol G, frailejones, orqu¨ªdeas, dos oc¨¦anos, Cien A?os de Soledad¡±- podamos responder tranquilamente: ¡°S¨ª, en Colombia se produce coca¨ªna porque el mundo quiere consumirla. Siguiente pregunta¡±.
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