La democracia cautiva
Los candidatos de medio mundo, Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Maduro en Venezuela o el uribismo en Colombia, buscan llegar o mantenerse en el poder con un objetivo: es la ¨²nica manera de no acabar en la c¨¢rcel
Somos los cautivos de sus errores, sus deshonestidades, sus peque?os o grandes deslices. Eso he pensado con frecuencia en estos ¨²ltimos meses, mientras los candidatos de medio mundo, y tambi¨¦n los l¨ªderes en ejercicio, toman decisiones con el ¨²nico criterio de salvarse a s¨ª mismos de lo que antes hicieron. Trump puede tener muchas razones para presentarse por segunda vez a las elecciones, una rareza en la historia de Estados Unidos, y una de ellas puede ser su narcisismo desmedido; pero la m¨¢s importante ahora mi...
Somos los cautivos de sus errores, sus deshonestidades, sus peque?os o grandes deslices. Eso he pensado con frecuencia en estos ¨²ltimos meses, mientras los candidatos de medio mundo, y tambi¨¦n los l¨ªderes en ejercicio, toman decisiones con el ¨²nico criterio de salvarse a s¨ª mismos de lo que antes hicieron. Trump puede tener muchas razones para presentarse por segunda vez a las elecciones, una rareza en la historia de Estados Unidos, y una de ellas puede ser su narcisismo desmedido; pero la m¨¢s importante ahora mismo ¨Cy desde hace unos meses¨C es tan simple que es conmovedora, y adem¨¢s retrata de cuerpo entero al populista posmoderno: Trump quiere ser presidente porque ser presidente es la ¨²nica manera de no acabar en la c¨¢rcel. A eso se ha reducido la democracia m¨¢s influyente de este continente nuestro: su mayor dignidad, su posici¨®n de mayor nobleza, ha quedado reducida a la tarjeta aquella del juego de mesa que permit¨ªa al jugador salir de la c¨¢rcel.
Lo veo por todas partes: con distintos matices e intensidades distintas, eso es lo mismo que pasa en Venezuela, en Brasil, en Nicaragua. En Venezuela, un r¨¦gimen corrupto que viola todos los d¨ªas los derechos humanos tiene que mantenerse en el poder a toda costa, pues Maduro y sus clept¨®manos saben que alguna forma de la justicia los espera con la boca abierta tan pronto como pierdan unas elecciones: y eso es el mejor incentivo para no perderlas, aunque sea con trampas, con amedrentamientos, con persecuci¨®n. Lo de Nicaragua es m¨¢s obsceno todav¨ªa, si cabe, pero en el fondo es lo mismo: lo que realmente le proh¨ªbe a la rid¨ªcula pareja bajarse de su tigre es la certeza de que el tigre se los comer¨ªa inmediatamente, como dec¨ªa Churchill que les ocurre a los dictadores, aunque s¨®lo sea por el da?o que han hecho en el poder: el sufrimiento que han causado, las vidas que han destruido frente a la mirada ciega de sus c¨®mplices (y frente a la memez connivente de aquel embajador colombiano que march¨® a favor de Ortega).
En Brasil sucede lo mismo: la raz¨®n por la que ocurri¨® el intento de golpe de Estado en Brasilia, inspirado de formas tan diversas ¨Cy hasta caricaturales¨C por el 6 de enero en el Capitolio de Washington, pudo tener m¨¢s razones que la profunda antipat¨ªa que Bolsonaro le tiene a la democracia cuando ha ganado la izquierda. Pero lo que Bolsonaro ha hecho desde entonces, ya se trate de sus marchas multitudinarias (con el invaluable apoyo de la superstici¨®n evangelista y la ceguera colectiva) o de la propuesta inveros¨ªmil de que su esposa se lance a la presidencia, tiene la intenci¨®n principal de garantizarle la impunidad. Garantizar, en otras palabras, que nunca ser¨¢ juzgado. ?Juzgado por qu¨¦? Por el intento de golpe en Brasilia. Como Trump, Bolsonaro quiere ser presidente para no ser preso. Por supuesto, tambi¨¦n quiere ser presidente para asegurarles a sus c¨®mplices que tampoco ellos ir¨¢n a la c¨¢rcel. Y con buena raz¨®n, claro: porque fue uno de sus c¨®mplices m¨¢s cercanos, el teniente Mauro Cid, quien se hart¨® de sus cuatro meses en la c¨¢rcel y decidi¨® hablar. Y lo que dijo es lo que tiene a Bolsonaro donde lo tiene: en las 135 p¨¢ginas de una acusaci¨®n judicial seria, cre¨ªble y peligrosa. Peligrosa para ¨¦l, claro est¨¢.
?El poder para qu¨¦?, pregunt¨® famosamente Dar¨ªo Echand¨ªa despu¨¦s del asesinato de Gait¨¢n. Para eso, le dir¨ªan un Bolsonaro o un Trump: para la impunidad. El problema es lo que pagan las sociedades cuando se convierten en rehenes de la culpa de sus l¨ªderes: pagan primero por los desmanes de esos l¨ªderes, y pagan despu¨¦s por lo que los l¨ªderes deben hacer para hurtarle el cuerpo a las consecuencias de sus desmanes. As¨ª estuvimos ¨Chemos estado, quiero decir¨C los colombianos durante a?os. Buena parte de la pol¨ªtica de estos ¨²ltimos a?os se ha hecho o dejado de hacer con un solo horizonte en mente: proteger a Uribe. Y as¨ª nos hemos visto todos, rehenes del destino de un hombre, escogiendo fiscales y aprobando leyes y saboteando procesos de paz que habr¨ªan podido cambiar la vida de millones, todo con el ¨²nico fin de que un expresidente no tenga que lidiar con la justicia. ¡°Llegan a ponerle un dedo a Uribe y se incendia este pa¨ªs¡±, dijo obscenamente Francisco Santos en 2014. Diez a?os llevamos en ¨¦stas. Y seguimos: ¡°Si tocan a Petro, nos tocan a todos¡±, dijo Gustavo Bol¨ªvar con su ret¨®rica de pandilla adolescente.
Y eso es preocupante porque Petro se equivoca con frecuencia, y ya nos ha mostrado su manera de mover fichas para tapar sus propios errores. El nombramiento de Benedetti en un cargo que no exist¨ªa es tan transparente en su prop¨®sito, y tan redomadamente c¨ªnico, que no es necesario comentarlo otra vez, por lo menos no para decir lo que ya han dicho tantos. Es lo mismo de siempre: nuestra democracia, nuestros impuestos, nuestra diplomacia en tantas partes, la estabilidad que no conocemos desde hace a?os: todo puesto al servicio de tapar los huecos que ha dejado el error, la deshonestidad, los peque?os o grandes deslices. Y como es ahora ser¨¢ despu¨¦s. Yo empiezo ya a hacer una lista de los errores que por torpeza o incompetencia o borrachera de poder cometer¨¢n Bukele y Milei, y que despu¨¦s los llevar¨¢n a nuevos excesos destinados a tapar o corregir o protegerlos de los viejos. Estamos cautivos de todo eso, pensaba yo en estos d¨ªas, o lo est¨¢ nuestra democracia, y no se ve c¨®mo podamos liberarnos.
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