La proximidad y la amistad social
Una sociedad que premia la fuerza y la invulnerabilidad, se convierte en un campo de guerra, necesitado de crear diferencias y estigmas
El tradicional mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco para la Pascua, en este 2024, acude de nuevo a un llamado a la fraternidad, en un entorno en el que se agudiza la enemistad, tal como lo hizo en su tercera enc¨ªclica Frattelli Tutti sobre la amistad social. Su mensaje convoca a la solidaridad con todas las v¨ªctimas de los conflictos en el mundo, cita una amplia lista de dramas humanos y exhorta a la mirada de todos hacia tantos pueblos del planeta que sufren en medio de la guerra y la indiferencia. Ser¨¢ posible meditar sobre ?qu¨¦ nos ayuda a crear v¨ªnculos de amistad social y fraternidad? ?C¨®mo contribuir desde nuestra peque?ez a la armon¨ªa del mundo?
La amistad ha sido un tema de amplio inter¨¦s para la filosof¨ªa y, tal vez, uno de los v¨ªnculos m¨¢s cotidianos para el ser humano. Desde el momento en que nos encontramos con el otro, nuestra naturaleza se debate entre el miedo, la vulnerabilidad y la desconfianza -en especial con el que nos es desconocido-; y, a la vez, la necesidad inminente de expandirnos, de hacernos pr¨®ximos y queridos por ese otro, que implica conquista y emoci¨®n.
Podr¨ªa decirse que el amor de la amistad es un amor cordial, de coraz¨®n a coraz¨®n. Es una convivencia simb¨®lica en la que somos capaces de entregar nuestra vulnerabilidad y donde la proximidad no requiere de cercan¨ªa f¨ªsica. A nuestros amigos los amamos, a¨²n en la mayor de las distancias, gracias a un v¨ªnculo estrecho de afecto sin expectativas, un encuentro que nos acontece y abraza.
La gran cuesti¨®n es c¨®mo hacer de ese v¨ªnculo humano entra?able e ¨ªntimo llamado amistad, un fen¨®meno social que provoque fraternidad o, lo que podemos llamar, amistad social. Con el concepto de proporci¨®n, Arist¨®teles ofrece una idea valiosa al respecto, al expresar el equilibrio y la justicia en la relaci¨®n. Para que una amistad sea virtuosa exige aprecio mutuo, al igual que reciprocidad, respeto y confianza en doble v¨ªa. Sin duda, todos ellos elementos que permiten el equilibrio para la vida en sociedad, algo m¨¢s cercano a la amistad civil, a la vida de los ciudadanos en equilibrio.
?Qu¨¦ hay entonces en la amistad que traspasa la relaci¨®n civil y se establece en un c¨®digo antropol¨®gico com¨²n, que es el de ser humano? Esa relaci¨®n es m¨¢s parecida al amor fraterno, el reconocimiento de sentirnos parte del mismo estatuto existencial por el hecho de ser humanos en convivencia con el mundo. Y esto es tremendamente problem¨¢tico porque contiene dificultades naturales propias, justamente, de nuestra condici¨®n humana, que tambi¨¦n tiene de animal. Aqu¨ª aparecen dos nociones claves para la reflexi¨®n y, sobre todo, para la educaci¨®n: aprender sobre la vulnerabilidad y la proximidad.
Desde que nacemos somos un ser en vulnerabilidad. Adem¨¢s, en nuestro desarrollo surgen emociones b¨¢sicas, y hay una en particular de la que hablamos poco y es la repugnancia (no nos gusta ni reconocerla), esa sensaci¨®n de rechazo y repudio por lo contaminado, lo sucio, primero en nuestro propio cuerpo y luego hacia los dem¨¢s en quienes proyectamos el rechazo. Es una manera de odiar en el otro lo que no queremos en nosotros, su vulnerabilidad, su contaminaci¨®n. Esto conduce a que desde temprana edad desarrollemos brechas en el relacionamiento. En este sentido la educaci¨®n es clave porque el aprendizaje sobre la debilidad b¨¢sica humana, como dec¨ªa Rousseau en su tratado sobre la educaci¨®n, Emilio, es fundamental para reconocemos como seres sociales. Una sociedad que premia la fuerza y la invulnerabilidad, se convierte en un campo de guerra, necesitado de crear diferencias y estigmas sobre los diversos grupos. Y cuando nos relacionamos con un grupo de personas que nos genera verg¨¹enza y/o repugnancia, nos es dif¨ªcil ver el mundo desde su perspectiva.
Esa tendencia binaria a dividir el mundo entre unos y otros, a crear distancia entre lo conocido y lo desconocido, debe abordarse para cultivar mayor proximidad. Las personas somos naturalmente emp¨¢ticas, somos capaces de ponernos en el lugar del otro, de imaginar su pensamiento y sentirlo; la limitaci¨®n est¨¢ en que lo logramos con quienes nos son pr¨®ximos. La tarea es amplificar el alcance de lo pr¨®ximo, su universalizaci¨®n, eso que nos hace parte del mismo cuerpo; y aqu¨ª la conversaci¨®n, como creadora de sentido y cercan¨ªa, nos permite expandir el poder de ver al otro que ya no se nos hace tan diferente.
El llamado entonces es a traducir en nuestra vida diaria esta filosof¨ªa de vulnerabilidad y proximidad, mediante el encuentro con el otro, donde nos sepamos todos seres fr¨¢giles y reconozcamos nuestra naturaleza precaria y necesitada. Tambi¨¦n a que habilitemos la facultad de imaginar qu¨¦ nos ofrece interioridad y, a la vez, la posibilidad de comprender la historia del otro, por m¨¢s lejano que se nos haga, para ponernos en sus zapatos. La fuerza de una amistad social es el tejido de la confianza al sentirnos parte de un mundo que compartimos y que es bien com¨²n.
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