Una ni?a de 13 a?os y otra de 23 d¨ªas, v¨ªctimas de mutilaci¨®n genital en Bogot¨¢
En 2023, al menos 90 ni?as fueron mutiladas en Colombia. Activistas embera exigen la erradicaci¨®n de esta pr¨¢ctica: ¡°Es una deuda del pa¨ªs con las ni?as ind¨ªgenas¡±
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Al menos dos ni?as ind¨ªgenas han sido v¨ªctimas de la mutilaci¨®n genital femenina en lo que va del a?o en Bogot¨¢. Una de ellas tiene 13 a?os y la otra apenas 23 d¨ªas de vida al momento de sufrir la pr¨¢ctica. De acuerdo con la informaci¨®n compartida por la Secretar¨ªa de Salud de la capital colombiana, ambos casos fueron reportados porque presentaron dificultades m¨¦dicas y tuvieron que ser asistidas con urgencia en centros de salud, por riesgos de anemia e incluso muerte. La entidad estima que en 2023 hubo 90 casos en Colombia, el ¨²nico pa¨ªs de Am¨¦rica Latina en el que se practica la ablaci¨®n. Activistas embera, como Arelis Cort¨¦s, lamentan el ¡°enorme subrregistro¡± y la pasividad del Gobierno: ¡°Es una deuda del pa¨ªs con las ni?as ind¨ªgenas¡±.
¡°Es una violencia extrema que se hace por temas aparentemente culturales, pero que tenemos que trabajar fuertemente en el pa¨ªs¡±, explic¨® en una rueda de prensa Gerson Bermont, secretario de Salud distrital de Bogot¨¢. ¡°Aqu¨ª se est¨¢n violentando unos derechos humanos mayores que cualquier componente cultural. Y que est¨¢n poniendo en peligro la vida de estas ni?as. Es una pr¨¢ctica que Colombia tiene que erradicar¡±, zanj¨®. Bermont no detall¨® d¨®nde se hab¨ªan producido ni qu¨¦ complicaciones encontraron.
Si bien hay mujeres emberas que consideran que esto es parte de una tradici¨®n y que, por tanto, tienen el derecho de seguir practic¨¢ndolo, Cort¨¦s, enfermera, lideresa y docente lleva desde el 2015 yendo casa por casa en el Valle del Cauca informando a familias sobre las consecuencias de esta pr¨¢ctica y sobre lo equ¨ªvoco de pensar que es una tradici¨®n propia: ¡°Cogimos esa tradici¨®n durante la colonizaci¨®n, como consecuencia del compartir con los hermanos afro que llegaron con la esclavitud. Pero es algo muy ajeno a nosotros. Es una pr¨¢ctica nociva, no es cultura. ?C¨®mo va a ser cultura atentar contra la vida o salud de nuestras ni?as?¡±, se pregunta.
Cort¨¦s y otras tres compa?eras han trasladado esta y otras informaciones m¨¦dicas a m¨¢s de 8.000 personas en casi una d¨¦cada de trabajo. ¡°Fue complejo en su momento. Muchas de las mujeres son sumisas a lo que digan los maridos. Adem¨¢s, para los ind¨ªgenas hablar de genitales es muy tab¨². Pero es un trabajo de a poco¡±. Actualmente hay cerca de 230 millones de mujeres mutiladas en el mundo.
La mutilaci¨®n genital femenina es una pr¨¢ctica que implica la lesi¨®n o amputaci¨®n de los genitales femeninos sin ninguna raz¨®n m¨¦dica. Generalmente, las comunidades que lo practican buscan extirpar el cl¨ªtoris, el ¨®rgano encargado de provocar placer en las mujeres. Este procedimiento se concentra principalmente en una treintena de pa¨ªses de ?frica, Asia y Oriente Medio. En Colombia, las comunidad ind¨ªgena embera y algunos pueblos afrodescendientes mantienen la ablaci¨®n que, por regla general, se suele practicar con una cuchilla o incluso las u?as y sin ninguna supervisi¨®n m¨¦dica. A diario, cerca de 15.000 mujeres y ni?as son v¨ªctimas de ello en el mundo, con lesiones f¨ªsicas y psicol¨®gicas perennes.
Las consecuencias de este procedimiento son terribles. Adem¨¢s del peligro de la propia cirug¨ªa en s¨ª, muchas mujeres han manifestado dolores cr¨®nicos, sangrados, ansiedad y depresi¨®n, entre muchas otras dolencias. Las afectadas tienen adem¨¢s un mayor riesgo de transmisi¨®n de VIH, suelen desarrollar infertilidad y muchas incluso mueren. La ONU estima, adem¨¢s, que tratar las complicaciones de salud derivadas de la pr¨¢ctica cuesta a los sistemas de salud 1.400 millones de d¨®lares al a?o.
Es precisamente nombrar el dolor, la infertilidad y la depresi¨®n lo que ha hecho reflexionar a cientos de las familias atendidas por Cort¨¦s. ¡°Ning¨²n padre quiere hacerle da?o a sus hijos¡±, explica. ¡°Pero tambi¨¦n hay que entender que muchas mujeres no reciben la formaci¨®n m¨¦dica por la discriminaci¨®n que reciben en los centros de salud¡±. Es por ello que la lideresa se pregunta c¨®mo van a conocer los riesgos de la ablaci¨®n si el Estado no llega. ¡°La falta de educaci¨®n lleva a la ignorancia y a seguir perpetuando estas din¨¢micas¡±.
¡°Nada sobre las comunidades sin las comunidades¡±
A pesar de las peticiones de las feministas, actualmente no existe ning¨²n proyecto de ley en Colombia que plantee prohibir la pr¨¢ctica y perseguirla hasta erradicarla. Los ¨²nicos avances del movimiento han sido a?adir el procedimiento como agravante en el delito de feminicidio y algunas sentencias en las que los jueces lo condenan como violencia intrafamiliar.
La pregunta que se hace Leandra Becerra, consultora de la organizaci¨®n Equality Now, es si es la v¨ªa penal la que buscan las propias activistas locales. ¡°Estos procesos tienen que estar liderados por ellas. No deber¨ªamos tener un sesgo o una recriminaci¨®n a los pueblos ind¨ªgenas como si ellos fueran los ¨²nicos que tienen pr¨¢cticas patriarcales. Hay muchos discursos racistas alrededor de este tema¡±, explica. Para Becerra, la clave est¨¢ en el lema de ¡°nada sobre las comunidades sin las comunidades¡±: ¡°Son las propuestas de ellas las que se tienen que llevar a cabo. Colombia deber¨ªa tener el compromiso de erradicarlo por la agenda 2030¡å, dice. Para ello, apunta la experta, hace falta generar m¨¢s datos fiables y financiar a lideresas como Cort¨¦s que van de puerta a puerta.
Cort¨¦s, por su parte, lamenta los ¡°se?alamientos¡± a las comunidades desde fuera. ¡°La institucionalidad tiene que entender que a los pueblos originarios se les discrimina por ser ind¨ªgenas, por no hablar el idioma bien, por las costumbres¡ Dentro de esta naci¨®n hay otro mundo diferente. Y el racismo lleva a que muchas mujeres no asistan al sistema de salud nacional ni se informen. Necesitamos que el Estado llegue a los territorios, no solo que se las critique¡±.
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