En Colombia la pol¨ªtica se escribe con P de Petro, paro y Pegasus
De comprobarse la existencia del software esp¨ªa en el pa¨ªs, ser¨ªa un arma pol¨ªtica y militar letal, de destrucci¨®n de la oposici¨®n, de desmoronamiento de la sociedad civil
En Colombia, Pegasus no es un mito griego, ni Petro un escu¨¢lido mandatario dispuesto a dejarse tumbar por la derecha, como ¨¦l lo ha denunciado. Cuando la tormenta pol¨ªtica arrecia por el paro del empresariado camionero, que mantuvo paralizado a m¨¢s de medio pa¨ªs esta semana, el jefe de Estado contraataca a la oposici¨®n, en una alocuci¨®n nacional, con un arma de alto poder: la denuncia p¨²blica de la supuesta compra, en 2021, por parte de la Polic¨ªa Nacional, por 11 millones de d¨®lares que nadie sabe de d¨®nde salieron, de Pegasus, un software esp¨ªa israel¨ª que, como Dios, dicen que existe pero nadie ha visto, ni sabe qui¨¦n lo opera, ni desde d¨®nde est¨¢ chuzando a grupos de inter¨¦s. Tampoco qui¨¦n se beneficiar¨ªa de la informaci¨®n obtenida, ni cu¨¢les son los blancos de inter¨¦s de quienes manejar¨ªan esa poderosa arma de inteligencia.
Petro, experto en el arte de la guerra, se ha sacudido de la ofensiva en su contra de los ¨²ltimos d¨ªas, que ha tenido varios componentes, algunos originados en su propio delirio ideol¨®gico, como calificar como tres veces m¨¢s dictador a su antecesor, Iv¨¢n Duque, en comparaci¨®n con el dictador venezolano Nicol¨¢s Maduro, o llamar ¡°mu?ecas de la mafia¡± a las periodistas, que reaccionaron airadas en defensa de su dignidad, profesionalismo e incluso su vida.
Petro buscaba cambiar la agenda pol¨ªtica, como lo ha hecho otras veces, poniendo al pa¨ªs a hablar de otro tema, mientras las carreteras nacionales permanec¨ªan bloqueadas, al igual que las entradas de las grandes ciudades. Pegasus no es un elefante alado, pero es un tema muy notorio para pasarlo inadvertido y descartarlo como una locura presidencial por exceso de caf¨¦. Ignorarlo ser¨ªa una enorme irresponsabilidad.
La alocuci¨®n presidencial del pasado mi¨¦rcoles 4 de septiembre no es la noche septembrina de la derecha, pero s¨ª ser¨¢ recordada como un fen¨®meno de la era petrista en la que un presidente utiliz¨® su poder comunicacional para denunciar un asunto que, m¨¢s all¨¢ de la coyuntura, s¨ª debe investigarse hasta las ¨²ltimas consecuencias en busca de la verdad. No puede quedar en el ambiente una acusaci¨®n tan grave contra la seguridad nacional, que, de ser cierta, tiene inmerso un complejo entramado de corrupci¨®n, en el que estar¨ªan involucradas altas dignidades del Estado y del Gobierno anterior, comenzado por el expresidente Duque.
Petro ha sacado de las sombras ese software esp¨ªa que, como un caballo de Troya, posiblemente entr¨® a Colombia por los laberintos oscuros de la ilegalidad desde hace tres a?os y puede que est¨¦ carcomiendo la confianza en la democracia, la justicia y la seguridad. Hay que recordar que desde hace varios a?os, antes de que se hablar¨¢ de ese caballo alado, el pa¨ªs ya padec¨ªa el fen¨®meno de las chuzadas.
Durante los ocho a?os de mandato de ?lvaro Uribe, por ejemplo, la Corte Suprema de Justicia fue blanco de ataques a su seguridad, seg¨²n se denunci¨®, por orden de altos funcionarios de esa administraci¨®n. El DAS, en ese per¨ªodo, se convirti¨®, asimismo, en una cloaca bajo el dominio paramilitar, que persigui¨® incluso en el exterior a lideres de oposici¨®n y defensores de derechos humanos. Todos esos delitos est¨¢n debidamente documentados y forman parte de la historia de violencia estatal en Colombia.
Es cierto que las ¨®rdenes de asesinato de varios l¨ªderes sociales pasaron por los escritorios del DAS, en cuyo interior se conform¨® un grupo criminal llamado el G-3, asesorado por Jos¨¦ Miguel Narv¨¢ez, exsubdirector de esa desaparecida polic¨ªa pol¨ªtica, condenado por la justicia por determinar el crimen del humorista Jaime Garz¨®n, que se cumpli¨® por mandato del desaparecido jefe paramilitar Carlos Casta?o. Jorge Noguera Cotes, exdirector del DAS, pag¨®, adem¨¢s, una condena, precisamente, por estar al servicio de las autodefensas.
Colombia es tierra de realismo m¨¢gico y de realismo terror¨ªfico. Los m¨¢s de nueve millones de v¨ªctimas de la violencia, como desplazados forzados, desaparecidos, exiliados, las miles de fosas comunes, los hornos crematorios descubiertos y los m¨¦todos s¨¢dicos de asesinato de l¨ªderes de la oposici¨®n, no son mitos ni leyendas, sino la cruda realidad de un pa¨ªs que a pesar de intentar la paz por todos los caminos, durante los ¨²ltimos 40 a?os, no ha logrado detener la m¨¢quina de la guerra. Y muchas de esas v¨ªctimas son el resultado de una errada pol¨ªtica de Estado de alianza criminal de la fuerza p¨²blica con los grupos armados ilegales de extrema derecha, como lo ha demostrado la Justicia Especial para la Paz y la Comisi¨®n de la Verdad.
De comprobarse la existencia de Pegasus en Colombia, entonces, no ser¨ªa una tecnolog¨ªa pac¨ªfica en gentes sanas al servicio de la democracia. Sino un arma pol¨ªtica y militar letal, de destrucci¨®n de la oposici¨®n, de desmoronamiento de la sociedad civil, siempre se?alada por la extrema derecha o agentes descompuestos del Estado, en un pa¨ªs en permanente guerra, como aliada o al servicio de la guerrilla. Ese software, en manos de quienes se niegan a aceptar el surgimiento de nuevas fuerzas democr¨¢ticas capaces de llegar al poder para intentar hacer las cosas de otra manera, sencillamente ser¨ªa una amenaza a la democracia, al derecho al disenso, a la intimidad de las personas, a la renovaci¨®n de los liderazgos.
El presidente Petro ha hecho una serie de preguntas que deben ser resueltas por la fiscal de manera r¨¢pida, con absoluta transparencia, para esclarecer los hechos y darle un parte de tranquilidad a los colombianos. Nadie puede sentirse seguro en Colombia mientras gravite la acusaci¨®n del propio presidente de la Rep¨²blica de que un grupo de particulares o funcionarios p¨²blicos no identificados administran un software supuestamente comprado con dineros del Estado, que no est¨¢n registrados en las cuentas de la naci¨®n, que usan la informaci¨®n recopilada con fines desconocidos.
Vistas as¨ª las cosas, Pegasus es, sin duda, un arma letal contra la democracia, sin control del Estado. Ni el propio presidente sabe a qui¨¦nes se vigilar¨ªa con ese software, qui¨¦n procesar¨ªa la informaci¨®n, a qui¨¦n se le enviar¨ªa, qui¨¦n beneficiar¨ªa. No es realismo m¨¢gico, ser¨ªa guerra h¨ªbrida al m¨¢ximo nivel contra la sociedad civil y la democracia, pagada con dineros de los contribuyentes y para beneficio de una cofrad¨ªa invisible que tiene objetivos desconocidos para la opini¨®n p¨²blica.
La informaci¨®n compartida por las agencias internacionales de inteligencia financiera ha encendido las alarmas con movimientos no claros de millones de d¨®lares en compra de tecnolog¨ªa maliciosa. Es informaci¨®n muy sensible que Petro ha utilizado en defensa de su Gobierno y para contraatacar a la derecha. La Canciller¨ªa, seguramente, tendr¨¢ que dar explicaciones a los aliados sobre el manejo p¨²blico de esa informaci¨®n reservada. Pero el da?o de Pegasus en Colombia podr¨ªa ser de tal dimensi¨®n que el primer mandatario ha preferido saltarse los protocolos y atacar a quienes supuestamente est¨¢n montados en Pegasus, espiando la vida de los colombianos y tomando decisiones con informaci¨®n ilegal para da?ar reputaciones y cambiar el rumbo de la opini¨®n.
La denuncia significa un enorme reto para la inteligencia colombiana, la Polic¨ªa Nacional, el sistema judicial, y los medios de comunicaci¨®n, que deben contribuir a esclarecer esta denuncia, que en un pa¨ªs desarrollado significar¨ªa una hecatombe pol¨ªtica, pero en Colombia se busca meter en la licuadora de la polarizaci¨®n para minimizar los hechos.
?En cu¨¢nto tiempo sabremos sobre la real existencia de Pegasus y sus alcances? Ojal¨¢ sea pronto. Ese caballo alado, de actuar en el pa¨ªs, podr¨ªa estar en manos de alg¨²n Dios de la guerra an¨®nimo, que, como Marte, quiera que Colombia arda en llamas y la derecha liquide el nuevo olimpo radical que lidera Petro.
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