El aumento en el salario m¨ªnimo, un espejismo para los m¨¢s pobres de Colombia
Los expertos debaten sobre los impactos de una herramienta que no beneficia al 45,2% de los trabajadores en la base de la pir¨¢mide
La batalla anual de fin de curso por la subida del salario m¨ªnimo ha arrancado en Colombia. La fecha l¨ªmite fijada por el Gobierno para poner las cartas sobre la mesa es esta semana. La presi¨®n de gremios, centrales de trabajadores o centros de pensamiento ya se ha sentido a lo largo del mes. Las posturas y los c¨¢lculos van y vienen en un pulso donde cada d¨¦cima genera tensi¨®n y reacciones. En 2023 no hubo acuerdo, y el Ejecutivo decret¨® una subida del 12%, para dejarlo en 1.300.000 pesos, unos 299 d¨®lares. Llegar a un consenso, este a?o, no parece una misi¨®n menos vidriosa. ...
La batalla anual de fin de curso por la subida del salario m¨ªnimo ha arrancado en Colombia. La fecha l¨ªmite fijada por el Gobierno para poner las cartas sobre la mesa es esta semana. La presi¨®n de gremios, centrales de trabajadores o centros de pensamiento ya se ha sentido a lo largo del mes. Las posturas y los c¨¢lculos van y vienen en un pulso donde cada d¨¦cima genera tensi¨®n y reacciones. En 2023 no hubo acuerdo, y el Ejecutivo decret¨® una subida del 12%, para dejarlo en 1.300.000 pesos, unos 299 d¨®lares. Llegar a un consenso, este a?o, no parece una misi¨®n menos vidriosa. La inflaci¨®n (5,21%), el costo del dinero (9,75%) o el nivel de productividad laboral ser¨¢n las herramientas de trabajo para debatir la suerte de uno de los baremos m¨¢s borrosos y discutidos en econom¨ªa.
El exministro de Hacienda Ricardo Bonilla esgrimi¨®, poco antes de su intempestiva salida hace una semana, un alza en torno al 7% como posible carta que utilizar¨¢ el Gobierno. El punto de partida, o marco de referencia para conciliar el alza, se sustenta en la regla que suma la tasa inflacionaria m¨¢s la de productividad laboral. Un terreno de discusi¨®n de por s¨ª pantanoso porque los ¨²ltimos c¨¢lculos del segundo indicador, aportados por el Departamento Nacional de Estad¨ªstica (DANE), no convencen a algunos. Si el ¨®rgano oficial indica que la media est¨¢ por encima del 3%, el acreditado centro de pensamiento Fedesarrollo la sit¨²a en 2,7%. Las declaraciones, te?idas de reparos por los efectos colaterales del desfase, van en la misma l¨ªnea del dilema irresoluble de todos los a?os: ?cu¨¢l es el punto justo para incentivar la distribuci¨®n de la renta sin disminuir la demanda de empleo por el encarecimiento de la contrataci¨®n?
El hecho principal es que el 45,2% de los colombianos que trabaja gana menos del salario m¨ªnimo, un monto que garantiza una subsistencia con precariedad (m¨¢s de 10 millones de personas). Solo el 14,7% de los trabajadores devienen la remuneraci¨®n b¨¢sica que hoy est¨¢ en liza (3,3 millones de ciudadanos). Es decir: la batalla que se libra estos d¨ªas en la mesa tripartita entre el Ministerio de Trabajo, los gremios y las centrales de trabajadores gira en torno a ese segmento. Para Mauricio Salazar, director del Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana, se trata de una discusi¨®n plagada de fisuras: ¡°Como sociedad estamos mirando en la direcci¨®n incorrecta¡±.
Sus argumentos, apoyados en investigaciones, refutan la tesis de que subir el salario m¨ªnimo sea una reivindicaci¨®n de la mayor¨ªa de los trabajadores: ¡°El m¨ªnimo es una herramienta que beneficia a una minor¨ªa en Colombia. A lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada, es cierto, cada vez m¨¢s gente gana ese salario. En 2013 era el 5%, hoy casi se ha triplicado. Pero eso ha generado un estancamiento evidente. Lo ideal, en una sociedad que se desarrolla, es que produzca cada vez m¨¢s empleos formales, de calidad, y que sus ciudadanos aumenten su capacidad adquisitiva con mayor experiencia en el tiempo¡±. A saber, en la ¨²ltima d¨¦cada m¨¢s colombianos han ingresado a la franja de base salarial, pero la puerta de entrada para la inmensa mayor¨ªa contin¨²a cerrada. Y en la parte alta de la pir¨¢mide, la de los mayores ingresos, la situaci¨®n ha variado poqu¨ªsimo.
Otro atasco may¨²sculo es la proliferaci¨®n del subempleo. Lo corrobora Juliana Morad, directora del Observatorio Laboral de la misma universidad bogotana: ¡°Los ingresos medios de los trabajadores informales, por ejemplo, cayeron en la ¨²ltima d¨¦cada en proporci¨®n al salario m¨ªnimo¡±. Esta, a su juicio, deber¨ªa ser una parte seminal del debate. Para el trimestre entre junio y agosto de este a?o, la tasa de informalidad alcanz¨® al 56% del total de los ocupados. Una cifra descomunal que desde hace tiempo ha propiciado un hachazo a la capacidad adquisitiva de millones. ¡°El salario m¨ªnimo no le est¨¢ llegando a la gran mayor¨ªa. Y en el caso de los informales, adem¨¢s, sus ingresos se est¨¢n reduciendo, con especial incidencia en las poblaciones rurales¡±.
Mauricio Salazar recuerda que en Alemania no existe un salario m¨ªnimo ¨²nico y que en los Estados Unidos se define Estado por Estado. En Colombia, donde el 95% del tejido empresarial est¨¢ compuesto por microempresas con menos de 10 empleados, cualquier exceso en el alza tiene eco en la capacidad de reclutamiento. ¡°El debate sobre un salario m¨ªnimo por hora y regi¨®n nunca se ha dado. En las cuatro o cinco grandes ciudades la subida del m¨ªnimo genera expectativa, y ha tenido un impacto positivo sobre los formales. Pero si uno va a comprobar si el ajuste beneficia al trabajador de San Vicente del Cagu¨¢n, o incluso al vendedor de cigarrillos y dulces en la carrera s¨¦ptima de Bogot¨¢, la respuesta es no¡±, enfatiza Salazar.
Por eso, a?ade, se ha configurado un mercado donde una de las palabras m¨¢s acu?adas es ¡°rebusque¡±, la precariedad campea y la capacidad de compra se erosiona ante embestidas como la par¨¢lisis por la pandemia. Es una esfera laboral sumergida, adem¨¢s, en la cual no se pagan, en general, aportes a salud o pensi¨®n. ¡°El salario m¨ªnimo es el umbral de entrada a la formalidad. En la medida en que se imponga uno muy alto, la base de cotizaci¨®n se hace m¨¢s costosa porque el empleador tiene que pagar mayores prestaciones sociales¡±, remata Salazar.
El debate no es sencillo. Desde los a?os 70 del siglo pasado han sido incontables los libros que han matizado la postura cl¨¢sica ortodoxa que sostiene que el salario m¨ªnimo tiene un efecto negativo sobre la generaci¨®n de empleo y la reducci¨®n de la desigualdad. Otros, por el contrario, han evidenciado un impacto adverso en el proceso de filiaci¨®n a la fuerza laboral. El nuevo ministro de Hacienda, Diego Guevara, asegur¨® en tono concertador esta semana: ¡°Como Gobierno Nacional respetamos la comisi¨®n tripartita. Hay un punto de partida que es IPC m¨¢s productividad y ese ser¨¢ el resultado que discuta la comisi¨®n¡±.
No obstante, el Comando Nacional Unitario, que aglutina a las grandes centrales sindicales y pensionales, ha informado que se mantiene en pie de guerra con una propuesta alejada de los llamados de prudencia. Reclama un alza del 12%. ¡°Creemos que este a?o no habr¨¢ acuerdo debido a los cuestionamientos que ha venido haciendo el empresariado por los datos reportados por el DANE. No aplicar la productividad laboral en los ¨²ltimos a?os nos ha dejado una brecha salarial muy alta. Insistiremos en dos d¨ªgitos¡±, sostuvo en declaraciones recogidas por diario El Tiempo el presidente del conglomerado gremial, Fabio Arias.