Lo bello de ser ¡®prim¨ªparo¡¯
En un mundo que cambia a gran velocidad, ser aprendiz de por vida es una forma de mantenerse despiertos y conectados con las posibilidades infinitas del saber
?Qu¨¦ le dir¨ªas a un joven que est¨¢ iniciando su vida en la universidad? ?Qu¨¦ palabras le ofrecer¨ªas para este viaje que est¨¢ por comenzar? Estas preguntas me acompa?aron mientras recib¨ªamos a m¨¢s de 1.000 nuevos estudiantes en las jornadas de inducci¨®n, en este tiempo de inicio de clases. Los prim¨ªparos, como solemos llamarlos, llegan con esa mezcla de fragilidad y emoci¨®n que surge toda primera vez: el miedo al vac¨ªo y la esperanza de lo que est¨¢ por llenarse.
Ser prim¨ªparo es, en esencia, estar en ese punto donde todo est¨¢ por suceder. Es la promesa de un camino que se despliega ante nuestros pies. Pero ?c¨®mo recorrerlo? ?C¨®mo aprovechar este tiempo para no solo estudiar, sino tambi¨¦n convertirlo en una experiencia vital? Despu¨¦s de escuchar a profesores, graduados y estudiantes experimentados, quienes con cierto tono de complicidad orientaron a los ¡°nuevos¡± en este aterrizaje, quiero compartir ac¨¢ algunas reflexiones que resonaron profundamente en mi coraz¨®n y en mi mente. Estas ideas son una invitaci¨®n, no son solo para los nuevos estudiantes, sino para cualquiera que desee vivir con asombro y prop¨®sito en cualquier etapa de su existencia:
Ser un lienzo en blanco. Permitirse la p¨¢gina para escribir, el espacio para imaginar, el vac¨ªo donde todo puede ocurrir. Abrazar un mundo lleno de posibilidades. No limitar su imaginaci¨®n. Como un pintor que comienza a crear, dejar que las primeras pinceladas sean libres y, a veces, inciertas.
Buscar los chispazos. Esos momentos en los que algo prende el fuego interior: un tema que los obsesiona, una pregunta que no los deja dormir, alguien que los inspira. No todos los d¨ªas habr¨¢ fuegos artificiales, pero sabemos que las peque?as chispas pueden encender grandes llamas. Se trata de permitir que el asombro los acompa?e a diario e invitarlo a sentarse en su mesa.
Ser aprendices seriales. Mantener siempre la curiosidad activa, como si cada d¨ªa fuera una nueva oportunidad para el descubrimiento. No conformarse con dominar solo un ¨¢rea de conocimiento, sino m¨¢s bien explorar, dispuestos a equivocarse en las rutas, a iniciar y a abandonar caminos. En un mundo que cambia a gran velocidad, ser aprendiz de por vida es una forma de mantenerse despiertos y conectados con las posibilidades infinitas del saber.
Conocer personas diferentes a uno mismo. Acercarse a quienes tienen intereses distintos, que piensan desde otro lugar y, con ello, nos ampl¨ªan la mirada. Superar el propio algoritmo, donde las mismas ideas giran una y otra vez. Disfrutar la potencia de lo m¨²ltiple, la riqueza de las diferencias, la universalidad de los saberes.
Viajar al centro del prop¨®sito. Preguntarse por aquello que los mueve y les enciende el coraz¨®n. En un entorno que tantas veces nos invita a vivir sin cuestionarnos, es casi revolucionario detenerse a pensar: ?Por qu¨¦ est¨¢n aqu¨ª? ?Qu¨¦ causa los inspira? Transformar el mundo es una tarea compleja, que comienza con la determinaci¨®n de una mente inquieta y un coraz¨®n dispuesto.
Recordar la responsabilidad que cada uno tiene. En un pa¨ªs como Colombia, donde muchos j¨®venes no pueden acceder a la educaci¨®n superior, estudiar es un privilegio y, a la vez, un compromiso. No solo con uno mismo, sino con la sociedad. Este viaje no es solo personal, es tambi¨¦n una oportunidad para devolver algo al mundo.
Y, por ¨²ltimo, les regalo una palabra: eskole. Los griegos designaban con ella la idea del ocio entendido como un tiempo dedicado al aprendizaje y a la reflexi¨®n, libre de las urgencias de la producci¨®n. Era el espacio donde el pensamiento pod¨ªa florecer, donde la b¨²squeda de conocimiento se hac¨ªa sin prisa, con disfrute y profundidad. En la ra¨ªz de esta palabra est¨¢ la esencia de la escuela: un lugar no solo para adquirir habilidades t¨¦cnicas, sino para filosofar, para contemplar, para encontrar sentido en lo que hacemos. No hay que olvidar que aprender es un placer, que el conocimiento es un oasis vital y que estudiar, m¨¢s all¨¢ de prepararnos para el futuro, es una manera de vivir con plenitud el presente.
Tal vez nunca deber¨ªamos dejar de ser prim¨ªparos. Tal vez deber¨ªamos recordar siempre la belleza de emprender el camino hacia el aprendizaje. Porque la universidad, m¨¢s que un espacio de formaci¨®n disciplinar, es un lugar para hacerse preguntas profundas, para ensayar la vida y prepararse para entregarle algo significativo al mundo.
Cuando alguien me pregunta si las universidades desaparecer¨¢n alg¨²n d¨ªa, yo me cuestiono: ?d¨®nde quedar¨ªan nuestras primeras veces? ?D¨®nde madurar¨ªamos? ?D¨®nde transformar¨ªamos nuestros temores en curiosidad y nuestras preguntas en respuestas para cambiar el mundo? Los j¨®venes tienen el derecho a vivir esta pausa de ocio significativo, este lugar donde pueden preguntarse, prepararse y aprender a vivir.
A esos j¨®venes que hoy se asoman al abismo de la primera vez, les propongo: caminen con valent¨ªa. La universidad no es solo un lugar, es un viaje hacia ustedes mismos. Y a quienes creen que ese camino ya est¨¢ superado, que ya son un producto acabado, les invito a recordar que la mayor universidad es la vida misma, y nos puede sentar muy bien recorrerla con asombro, curiosidad e imaginaci¨®n. Con ojos prim¨ªparos.
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