Los relatos sobre el nacimiento de Jes¨²s: la verdad en la ficci¨®n
Los relatos evang¨¦licos sobre el nacimiento de Jes¨²s, base de las tradiciones navide?as, conservan ciertos vestigios hist¨®ricos a pesar de su car¨¢cter legendario
Lejos de ser una aseveraci¨®n temeraria o blasfema novedad, el que los relatos evang¨¦licos sobre la infancia de Jes¨²s de Nazaret sean una ficci¨®n piadosa constituye el afianzado patrimonio de toda investigaci¨®n cr¨ªtica. No se trata solo ni principalmente de que Marcos, considerado el evangelista m¨¢s antiguo, nada sepa de los episodios expuestos por Mateo y Lucas. Las fabulaciones sobre un nacimiento prodigioso son un fen¨®meno frecuente en la historia de las religiones, que surge como un intento de paliar la ignorancia acerca de los primeros a?os de figuras veneradas, as¨ª como de expresar su car¨¢cter extraordinario, tal como sucedi¨® con Siddharta Gautama o con Mani. Son asimismo bien conocidas las leyendas sobre el nacimiento excepcional de otros personajes que suscitaron la admiraci¨®n de los antiguos, como Plat¨®n, Alejandro de Macedonia o el emperador Octavio Augusto.
El car¨¢cter secundario y ficticio de las noticias sobre el nacimiento de Jes¨²s es corroborado, adem¨¢s, por las numerosas e insalvables contradicciones entre los relatos de Mateo y Lucas, creados con toda probabilidad de forma independiente. No es preciso enumerarlas aqu¨ª, pues basta leer con un poco de atenci¨®n los textos para percibirlas. En cualquier caso, esas divergencias se encuentran expuestas aun en las obras de los m¨¢s l¨²cidos biblistas confesionales.
M¨¢s all¨¢ de tales verdades elementales, sin embargo, merece la pena atender a los posibles residuos de realidad hist¨®rica preservados en esas narraciones. Ahora bien, ?cabe hallar, en relatos en que sobreabundan concepciones virginales, ¨¢ngeles y cohortes celestiales, magos de Oriente y estrellas de inauditos movimientos, algo m¨¢s que pura y simple ficci¨®n? La respuesta es afirmativa: incluso en fuentes a todas luces legendarias se deslizan a veces elementos de una verdad que, precisamente por reflejar hechos, es dif¨ªcil suprimir por completo. El mito no siempre es capaz de succionar en su totalidad la realidad hist¨®rica, la cual logra abrirse paso hacia el lector atento. Y, como veremos, la historia puede asomar de una forma inesperada.
Si bien entre ex¨¦getas y te¨®logos cualquier sugerencia de una implicaci¨®n pol¨ªtica de la actividad y el mensaje de Jes¨²s acostumbra a hallar las m¨¢s enconadas resistencias, desde el Renacimiento hasta la actualidad no pocos estudiosos, provenientes de los m¨¢s diversos trasfondos ideol¨®gicos y culturales (de¨ªstas, jud¨ªos, cristianos, agn¨®sticos, ateos¡) han se?alado, en los evangelios y en el libro de los Hechos de los Ap¨®stoles, la presencia de buen n¨²mero de indicios textuales de una pretensi¨®n regiomesi¨¢nica del predicador galileo. Es significativo que esos indicios de que aspir¨® a ser reconocido como rey mesi¨¢nico aparezcan tanto entre sus partidarios y sus detractores ¡ªy hasta en sus propios labios¡ª, lo que hace pensar que el motivo no es derivable de un determinado sesgo.
La lista de pasajes es tan extensa como elocuente. En algunos, los disc¨ªpulos expresan sus expectativas: ¡°Nosotros esper¨¢bamos que ser¨ªa ¨¦l el que iba a liberar a Israel¡± (Lucas 24,21); ¡°Se?or, ?es ahora cuando vas a restituir el reino a Israel?¡± (Hechos 1,6). En otros, es el propio maestro quien asegura a sus disc¨ªpulos que va a compartir con ellos su reino y que se sentar¨¢n en tronos para juzgar a las tribus de Israel (Mateo 19,28; Lucas 22,29-30). Y basta leer los relatos de la pasi¨®n para percatarse del peso que en ellos posee la expresi¨®n ¡°rey de los jud¨ªos¡±, tanto en boca del prefecto romano Poncio Pilato como en la tablilla fijada sobre la cruz. Por otra parte, varios textos indican que esa realidad sobre la que Jes¨²s reinar¨ªa no ser¨ªa algo et¨¦reo, sino un reino muy concreto y material (Marcos 10,29; Lucas 22,30).
Adem¨¢s, la verdadera naturaleza de ese aspirante a la realeza se pone de manifiesto de forma intermitente en los evangelios. A despecho de la imagen del hombre humilde, pac¨ªfico y afable que la tradici¨®n cristiana se ha esforzado en ofrecer desde siempre, numerosos pasajes muestran a un visionario apocal¨ªptico irascible (Marcos 3,5; Mateo 10,14-15), dispuesto a utilizar el insulto (Mateo 3,7; 23,33; Marcos 7,27) y a recurrir a la violencia (Marcos 11,15-18; Juan 2,13-22; Lucas 22,36), que no toler¨® desobediencias ni discrepancias (Lucas 6,46; Juan 15,14), que exigi¨® a sus seguidores renunciar a todo por ¨¦l y estar dispuestos a dar la vida por su causa (Lucas 14,25-26; Marcos 8,34-35); en suma, a un individuo ¨¢vido de poder que se crey¨® llamado a regir los destinos de sus semejantes.
Pues bien, cuando se releen a esta luz los relatos de la infancia llama la atenci¨®n que tanto el de Mateo como el de Lucas, a pesar de sus muchas diferencias, contengan varias alusiones a una concepci¨®n de Jes¨²s como rey, y precisamente en el sentido del rey de la dinast¨ªa dav¨ªdica que, tras liberar al pueblo del dominio extranjero, restaurar¨ªa el reino a Israel. En Mateo 2,2-3 los magos preguntan d¨®nde est¨¢ el nacido rey de los jud¨ªos con el objeto de ir a postrarse ante ¨¦l. En Mateo 2,6 se habla de ¡°un jefe que pastorear¨¢ a mi pueblo Israel¡±, usando una de las im¨¢genes ¡ªla del pastor¡ª t¨ªpicas en el pr¨®ximo oriente antiguo para referirse al rey. En Lucas 1,32-34 se afirma que ¡°el Se?or Dios le dar¨¢ el trono de David, su padre. Y reinar¨¢ sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendr¨¢ fin¡±. En Lucas 1,68-71 se dice que Dios ¡°liber¨® a su pueblo, y nos suscit¨® una fuerza de salvaci¨®n en la casa de David¡±, operando ¡°la salvaci¨®n con respecto a nuestros enemigos y a la mano de todos los que nos odian¡±.
?Qu¨¦ hacen esos pasajes, que evocan una imagen de Jes¨²s como rey poderoso y beligerante liberador del pueblo de Israel, en fuentes cuyos autores intentaron despolitizar cuanto pudieron su figura y presentarlo como alguien cuyo reino ¡°no es de este mundo¡±? La respuesta m¨¢s plausible es que la pretensi¨®n regia debi¨® de ser hasta tal punto constitutiva de la naturaleza del personaje ¡ªquien muri¨® crucificado como ¡°rey de los jud¨ªos¡± y parece haber sido objeto de una parodia regia por los soldados al servicio de Roma¡ª que, profundamente arraigada en la tradici¨®n, se filtr¨® incluso en los legendarios relatos de la infancia, aun a costa de contradecir de modo flagrante su imagen de sujeto apacible y puramente espiritual.
El Jes¨²s de la historia diverge de forma sustancial de aquel cuyo retrato ha construido la tradici¨®n cristiana y se ha reflejado en la fabulosa leyenda navide?a. Lejos de la humildad y de la mansedumbre que se atribuyen a quien habr¨ªa nacido en un pesebre, un examen pausado de las fuentes revela en ¨¦l a alguien que aspir¨® a ostentar el poder como rey mesi¨¢nico en la sociedad teocr¨¢tica (el ¡°reino de Dios¡±) con cuya inminente llegada se ilusion¨®, antes de que las tropas auxiliares romanas truncaran su sue?o.
Babelia
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