Andr¨¦s Vanegas, el paleont¨®logo del desierto de la Tatacoa
El creador y director del Museo de Historia Natural de la Tatacoa rescat¨® un patrimonio ignorado en una vereda del municipio de Villavieja, Huila, y lo expuso al mundo
Encontr¨® en el desierto, cerca a su casa, ¡°un cuernito¡± y ¡°un diente que ten¨ªa alrededor una especie de sierra¡±. Inmediatamente, Andr¨¦s Vanegas, de 11 a?os, pens¨® que le pertenec¨ªan a un dinosaurio. Y aunque result¨® no serlo ¨Ceran una tenaza de cangrejo y un diente de un cocodrilo terrestre¨C ese hallazgo marc¨® para siempre el rumbo de Vanegas y el de su pueblo.
En la vereda La Victoria del municipio de Villavieja (Huila), que se encuentra en la parte norte del desierto de la Tatacoa, sus habitantes, principalmente dedicados a la agricultura, pasaron d¨¦cadas sin prestarle mucha atenci¨®n a una de las ¨¢reas paleontol¨®gicas m¨¢s importantes del continente, a pocos metros de sus puertas. Todos ten¨ªan f¨®siles en sus casas, pero los usaban para pisar papeles o asegurar las puertas. ¡°Nadie pensaba en la historia que hab¨ªa detr¨¢s, pero yo quer¨ªa saberla¡±, cuenta hoy Vanegas, de 34 a?os, creador y director del Museo de Historia Natural de la Tatacoa.
Al ni?o que comenz¨® a coleccionar f¨®siles o ¡°al tonto recogiendo piedras¡±, como le dec¨ªan quienes se burlaban de su pasatiempo, se sumaron otros compa?eros, entre ellos su hermano Rub¨¦n, que para ese entonces ten¨ªa 8 a?os y que desde entonces no ha dejado de ser su aliado en ese sue?o.
Empezaron tres y llegaron a ser 15. Alguien les dec¨ªa que hab¨ªa visto dientes de dinosaurio en un terreno o tortugas completamente hechas de piedra, y ah¨ª llegaban los ni?os excavando con las cucharas y los cuchillos que sacaban de sus cocinas, guardando los espec¨ªmenes en bolsas de arroz y llev¨¢ndolos a la casa de la familia Vanegas.
¡°Nos pon¨ªamos a jugar, a ver qui¨¦n encontraba lo m¨¢s ch¨¦vere¡±, dice para referirse al comienzo de una colecci¨®n de f¨®siles que hoy es reconocida como la m¨¢s importante de la zona de la Tatacoa, un ¨¢rea de 35.000 hect¨¢reas sobre la que han puesto los ojos paleont¨®logos de todo el mundo, en parte gracias al proyecto de vida de estos dos hermanos.
Andr¨¦s ten¨ªa 13 a?os cuando se le ocurri¨® que hab¨ªa que hacerle un museo a esa vereda. As¨ª que ¨¦l y su hermano empezaron a pedir ayudas estatales que, seg¨²n dice, siguen sin llegar. Pero tambi¨¦n acudieron a la comunidad cient¨ªfica en Colombia y otros pa¨ªses, principalmente Estados Unidos.
Ante tanto material, su abuelo les regal¨® un terreno con una casa de bahareque para que pudieran mover los f¨®siles, que ya no cab¨ªan en la vivienda familiar. Estaba en muy malas condiciones pero era, finalmente, un hogar para esa colecci¨®n.
Cuando termin¨® su bachillerato, el proyecto pareci¨® ponerse en pausa, ¡°porque de los f¨®siles no iba a vivir¡±, dice entre risas. Se fue a estudiar psicolog¨ªa y consigui¨® un trabajo como guardia de seguridad en la Universidad Surcolombiana, en Neiva, a una hora de la vereda.
Recuerda la noche en que le toc¨® cuidar el museo de la universidad, ¡°como en la pel¨ªcula¡±, dice. Y aunque nada cobr¨® vida, s¨ª recuerda haber quedado muy impresionado al recorrer el lugar. Era eso lo que so?aba para La Victoria. Por eso no dej¨® de tocar puertas, buscando contactos en la universidad y, con la llegada de Facebook, enviando solicitudes de amistad a cient¨ªficos.
Contar la historia de su proyecto, una y otra vez, supo llevarlo a las personas correctas. Entre ellas a Carlos Jaramillo, el ge¨®logo colombiano vinculado al Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales, el paso definitivo para consolidar el museo.
Lo primero: recibir a cient¨ªficos del Smithsonian para que ayudaran a clasificar el material recogido durante m¨¢s de una d¨¦cada, y del que Vanegas parece dar cuenta casi de memoria: tortugas gigantes, delfines, caimanes terrestres, la zarig¨¹eya dientes de sable m¨¢s completa de la que se tiene registro, primates, perezosos del tama?o de toros, un diente de megalod¨®n¡ dan cuenta de m¨¢s de 6.000 espec¨ªmenes.
Cuando llegaron los primeros cient¨ªficos, los vecinos prestaban mesas de sus casas para exponer los f¨®siles recolectados en el pasillo de los Vanegas, pero una vez catalogada la colecci¨®n, lleg¨® el momento de apostarle a una sede, una construcci¨®n que aprovech¨® el terreno de la antigua casa de bahareque. Para esto, por medio del Smithsonian, contaron con la financiaci¨®n del astronauta William Anders y su esposa, Valerie.
El Museo de Historia Natural de la Tatacoa abri¨® finalmente sus puertas en 2021, con una exposici¨®n dise?ada con ayuda del Parque Explora de Medell¨ªn. Hoy cuentan tambi¨¦n con un centro de investigaciones, trabajan formando j¨®venes de la zona y ya piensan en expandirse.
Cuando se le pregunta d¨®nde surge la fascinaci¨®n que han logrado en la comunidad cient¨ªfica internacional, Andr¨¦s Vanegas es claro: ¡°La Tatacoa es una ventana en el tiempo¡±, una ventana que se expande hasta hace 13 y 14 millones de a?os, de un ecosistema que, en ese momento, era similar al de la Amazon¨ªa.
Y aunque primero llegaron los reconocimientos desde afuera, la gente de La Victoria tambi¨¦n se ha sumado a este fen¨®meno. ¡°Este era un lugar agr¨ªcola, nunca tur¨ªstico, hoy hay restaurantes, hoteles, tiendas, helader¨ªas¡±, cuenta.
Y agrega otro logro que est¨¢n celebrando por estos d¨ªas: el joven Diego Armando Urue?a, nacido en la vereda, obtuvo una beca para estudiar geolog¨ªa en la Universidad EAFIT, en Medell¨ªn, encaminado a convertirse en el primer paleont¨®logo local. ¡°El primero, justo ahora que cumplimos 100 a?os desde que se empez¨® a explorar la Tatacoa¡±, dice con orgullo.
*Apoyan Ecopetrol, Movistar y Fundaci¨®n Corona.
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