Un plan para cuidar a las cuidadoras de Bogot¨¢
La alcald¨ªa de la capital colombiana ha atendido a miles de mujeres que hacen labores no remuneradas para que puedan estudiar. ¡°Me acostumbr¨¦ a no pensar en m¨ª¡±, dicen
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Los lunes, los mi¨¦rcoles y los viernes, durante tres horas, Deliana juega y comparte con otros ni?os en un sal¨®n, mientras su abuela Marelvis Cano se esfuerza por terminar el bachillerato en el aula de al lado. ¡°No podr¨ªa estudiar si no me cuidaran a la ni?a¡±, se?ala la mujer de 41 a?os, que se hace cargo de su nieta desde que ten¨ªa cuatro a?os. Cano y Deliana reciben los servicios de la manzana del cuidado de la localidad de M¨¢rtires, un sistema impulsado por la Secretaria Distrital de la Mujer que busca brindar atenci¨®n a las cuidadoras y reconocer el valor de su labor en Bogot¨¢. ¡°El cuidado es lo que sostiene la vida¡±, recalca Diana Rodr¨ªguez, cabeza de la entidad. Hasta finales del mes pasado, el sistema report¨® cerca de 28.5000 atenciones a cuidadoras y cuidadores desde sus inicios en octubre de 2020. De esas, 15.000 se registran en la manzana del centro de la capital a la que acude Marelis desde hace once meses.
De acuerdo con el organismo, en las quince manzanas del distrito, las m¨¢s de 1,3 millones de cuidadoras de Bogot¨¢ pueden acceder a diferentes servicios de educaci¨®n, capacitaci¨®n laboral, impulso al emprendimiento, orientaci¨®n psicol¨®gica y jur¨ªdica y recreaci¨®n. Sin embargo, a menudo, cuidar de s¨ª mismas no es una opci¨®n. ¡±El 30% de las cuidadoras no tiene tiempo para el autocuidado¡±, advierte Rodr¨ªguez. La rutina de Marelvis evidencia esa realidad. ¡°Casi todos los d¨ªas me levanto a las cuatro de la ma?ana, hago aseo en una planta de la pensi¨®n en la que vivo, dejo a mi nieta en el transporte escolar, voy a trabajar, llego a preparar la comida, recojo a Deliana, y vuelvo a la pensi¨®n para seguir ayudando con la limpieza¡±, dice Cano con un tono mec¨¢nico.
Sin un trabajo estable, Marelvis y su pareja viven con la ni?a de ocho a?os en el cuarto de una pensi¨®n del barrio Santa Fe, en la que pagan 25.000 pesos (alrededor de cuatro d¨®lares) por noche. A pocas calles de la zona de tolerancia de Bogot¨¢, en la que el trabajo sexual est¨¢ permitido, y el tr¨¢fico de drogas cunde las calles, se desarrolla la vida familiar de Marelvis. En contraste con las obligaciones cotidianas, las nueve horas semanales que Marelvis emplea para estudiar se convierten en una anhelada pausa para ella y su peque?a. ¡°Aqu¨ª es donde Deliana y yo podemos respirar¡±, destaca la ciudadana colombo-venezolana, mientras deja escapar un suspiro y mira hacia el techo. Si todo sale bien, terminar¨¢ sus estudios en 2024. ¡°S¨¦ que voy a graduarme. No pienso doblegarme¡±, declara de modo irrefutable. Marelvis no sabe qu¨¦ har¨¢ despu¨¦s. Cree que ya es tarde para perseguir el sue?o de ser educadora. ¡°Es muy dif¨ªcil a la edad que tengo¡±, indica. ¡°Pero hay otras cosas. Me gustar¨ªa trabajar en belleza¡±, apunta, recuperando el aliento.
Seg¨²n un informe publicado por ONU mujeres y el DANE (la autoridad estad¨ªstica nacional de Colombia) en 2020, de ser pagadas, las actividades de cuidado no remunerado representar¨ªan el 20% del PIB del pa¨ªs. Para Rodr¨ªguez, la sobrecarga de estas labores para las mujeres deriva en pobreza y desigualdad social. ¡°De las m¨¢s de cuatro millones de mujeres de Bogot¨¢, el 30% se dedica casi de manera casi exclusiva a los trabajos de cuidado no remunerado¡±, advierte la secretaria. ¡°En promedio, emplean diez horas al d¨ªa en lavar, cocinar, cuidar a ni?os, adultos mayores o personas con discapacidad¡±, explica Rodr¨ªguez. ¡°Si eso es as¨ª, muchas mujeres no tienen tiempo para emprender, emplearse o generar ingresos¡±, concluye la soci¨®loga.
En otro extremo de Bogot¨¢, una mujer que ya hab¨ªa cumplido parte del mismo sue?o de Marelvis, ve c¨®mo la carga autoimpuesta de su casa choca con sus aspiraciones. Kimberly Le¨®n es t¨¦cnica en educaci¨®n y trabajaba en un jard¨ªn infantil, pero ahora ayuda a su padre en un puesto de ventas ambulantes.
La joven de 23 a?os no realiza un trabajo de tiempo completo porque siente la obligaci¨®n de velar por la salud de su pap¨¢, cuidar de su hija y de su sobrino y, encima, seguir los pasos de Sonia, su hermana mayor, quien lidia desde hace 20 a?os con problemas de adicci¨®n y que volvi¨® al hogar familiar, apenas unos d¨ªas despu¨¦s de dar a luz a su beb¨¦ de un a?o. ¡°No quisiera decirle a Arturito que su mam¨¢ no est¨¢ bien y que se fue otra vez a vivir a la calle¡±, cuenta la mujer, mientras aleja la mirada y aprieta los pu?os, en un intento por detener el llanto.
Le¨®n y su hermana reciben orientaci¨®n jur¨ªdica y psicol¨®gica en el bus del cuidado que se estaciona detr¨¢s del puesto ambulante de su padre, Alirio, los lunes y jueves en la localidad de Fontib¨®n, al occidente de la ciudad. Karin Qui?o?es es la coordinadora de los dos buses, que se transportan en distintas zonas cada d¨ªa, ofertando servicios a las cuidadoras. La psic¨®loga conoce de cerca el caso de la familia de Kimberly, e insiste en una de las premisas del programa. ¡°Es necesario ense?ar a las cuidadoras a repartir las labores en los hogares¡±, se?ala. ¡°El peso no puede recaer en una sola persona y ese es el caso de Kimberly¡±, enfatiza. Qui?ones bebe infusiones en el puesto ambulante y habla con la familia de Le¨®n siempre que va al barrio. Se conmueve con cada una de las historias que llegan a las unidades m¨®viles, en las que se han reportado casi 13.500 atenciones. ¡±Las mujeres se creen superpoderosas y llegan muy cargadas aqu¨ª¡±, sostiene preocupada.
Muchas cuidadoras comparten sensaciones afines. ¡°Me acostumbr¨¦ a no pensar en m¨ª¡±, dice Marelvis, al hablar de su rutina diaria con su nieta. ¡°La sobrecarga de cuidado trunca los anhelos de muchas mujeres¡±, explicaba la secretaria Diana Rodr¨ªguez. ¡°No siento que tenga mi espacio¡±, a?ade Kimberly, mientras se apresura a volver para atender clientes en el puesto de su padre. ¡°Ya no me siento joven¡±, remata tras explicar la situaci¨®n de todos a quienes quiere cuidar.
Poco a poco, Le¨®n aprende a pensar m¨¢s en s¨ª misma. En las visitas del bus, ha decidido dedicar 10 horas para hacer un curso de herramientas para cuidadoras, que pretende rescatar el valor de su labor y ense?arla a cuidarse, y a aligerar sus responsabilidades, para as¨ª, desarrollar su propio proyecto de vida. ¡°He aprendido que no debo ser yo quien lleve toda la carga, pero es dif¨ªcil no hacerlo¡±, argumenta. Al igual que ella, y a su propio ritmo, las cuidadoras vuelven hacia s¨ª mismas tras perderse en el af¨¢n de darse a los suyos. ¡°Nunca es tarde para aprender¡±, dice sonriente Mar¨ªa Cano desde una mesa del bus. La mujer de 79 a?os est¨¢ sentada junto a otras cuatro alumnas, que observan al profesor Miguel ?ngel Alvarado, mientras las ense?a a restar. A un par de horas y kil¨®metros de distancia, Marelvis asistir¨¢ de nuevo a clase. Aunque no sabe en lo que se convertir¨¢, ve el presente con inquietud. ¡±Siento que sirvo para algo, que soy importante¡±, dice antes de subir a ser fotografiada. Al terminar la captura, Deliana se abraza a las piernas de su abuela. Ya es hora de volver juntas a la pensi¨®n.
A cuidar se aprende
Datos de la alcaldía de Bogotá indican que nueve de cada diez mujeres realizan trabajos domésticos y de cuidado no remunerados, mientras que siete de cada diez hombres lo hacen durante menos de la mitad del tiempo que las mujeres emplean para estas labores. De ellas, el 21% padece enfermedades crónicas diagnosticadas. Para reducir esa brecha, más de mil hombres han aprendido a redistribuir las tareas en el hogar, por medio del taller A cuidar se aprende, que es uno de los lemas del sistema distrital de cuidado.
Para Diana Rodríguez, de la Secretaría de la Mujer, repartir el cuidado es un deber de los hogares y del Estado. “Debemos tener más jardines infantiles, más espacios de cuidado para las personas mayores y más programas de autonomía para las personas con discapacidad”, cierne Rodríguez. La consolidación de todo el sistema distrital del cuidado aún continúa en proceso. “Al final de este año tendremos 15 manzanas funcionando y 20 hacia al término del actual Gobierno local”, expone. De acuerdo con la funcionaria, la garantía de permanencia del sistema está contemplada en el Plan de Ordenamiento Territorial de la ciudad. Rodríguez destaca que el objetivo a largo plazo es lograr que los servicios estén cerca de todas las cuidadoras de la ciudad: “Se espera contar con 45 manzanas para 2035″, apunta.
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