Regreso a la noche oscura en la que asesinaron a Lucrecia P¨¦rez: ¡°Seguimos luchando contra el estigma¡±
En el 30 aniversario del considerado como primer crimen racista en Espa?a, el de una inmigrante dominicana a la que mat¨® un pistolero en Aravaca, su hija Kenia Carvajal visita el lugar, consciente del s¨ªmbolo en el que se convirti¨® su madre
La noche en la que asesinaron a Lucrecia P¨¦rez un fogonazo alumbr¨® la penumbra de las ruinas de la discoteca Four Roses, en el distrito madrile?o de Aravaca. El disparo sali¨® de la pistola del guardia civil Luis Merino e impact¨® en el coraz¨®n de la migrante dominicana, que hab¨ªa llegado a Espa?a apenas un mes antes. Una frase sinsentido hab¨ªa supuesto su sentencia de muerte unos minutos antes: ¡°Vamos a dar un susto a esos negros¡±. Este 13 de noviembre se cumplen 30 a?os del considerado primer crimen racista en Espa?a, que sucedi¨® porque Lucrecia era ¡°extranjera, negra y pobre¡±, como dijo el fiscal del juicio a los responsables del asesinato en su d¨ªa.
Su hija Kenia Carvajal camina hoy por el punto en el que su madre muri¨® hace tres d¨¦cadas, muy consciente del s¨ªmbolo en el que se convirti¨® Lucrecia. ¡°Uf, estar¨ªa bueno que no hubi¨¦ramos mejorado en 30 a?os, pero todav¨ªa queda mucho. Seguimos luchando contra el estigma de que somos todos criminales¡±, reflexiona. En el lugar de las ruinas en las que en aquella ¨¦poca se refugiaban los inmigrantes que empezaban a ser numerosos en Madrid hay ahora una discreta placa en honor a su madre. Lucrecia hab¨ªa llegado a Madrid un mes antes de su muerte. Del aeropuerto de Barajas directa a la plaza de la Corona Boreal de Aravaca, lugar habitual de reuni¨®n de los dominicanos en ese momento, no solo para el ocio, sino tambi¨¦n para prestarse apoyo y contactos de trabajo. Ella recal¨® en una casa con tres ni?os peque?os en el barrio de Arg¨¹elles, en la que apenas dur¨® 20 d¨ªas. ¡°Me ha dado mucha pena lo que ha pasado con ella. La desped¨ª porque no serv¨ªa para el trabajo¡±, declaraba su empleadora a este diario pocos d¨ªas despu¨¦s del asesinato. Lucrecia se instal¨® entonces en las ruinas de la discoteca en la que viv¨ªan varios de sus compatriotas.
A pocos kil¨®metros de all¨ª, en la plaza de los Cubos, Luis Merino, de 25 a?os, y tres amigos de 16 decidieron divertirse de una forma macabra. Merino llevaba su pistola reglamentaria como agente de la guardia civil y el resto llevaban armas blancas. Aquella noche, en la discoteca abandonada, encontraron a Lucrecia. No sab¨ªan su nombre, ni la hab¨ªan visto nunca y seguramente ni la miraron a la cara. ¡°Ya os enterar¨¦is por la prensa de lo que hemos hecho¡±, se jactaron despu¨¦s del asesinato, cuando siguieron de fiesta en el centro de Madrid. La condena fue ejemplar, 100 a?os de prisi¨®n entre los cuatro. Los detalles que recog¨ªan la sentencia hablan de la mentalidad extremista que condujo a ese desenlace fatal.
Amelia Romero era entonces la presidenta de la asociaci¨®n de vecinos Osa Mayor de Aravaca. Con una memoria de elefante, recuerda con precisi¨®n qu¨¦ pas¨® en los d¨ªas previos al crimen. ¡°Hab¨ªa un problema de convivencia que gener¨® un caldo de cultivo tremendo para lo que acab¨® sucediendo. Los vecinos se quejaban de que los dominicanos se reun¨ªan y montaban foll¨®n en Corona Boreal los jueves y los domingos. Nosotros hicimos varios escritos pidiendo que les dejaran un lugar de reuni¨®n que no fuera la plaza y as¨ª todos ganaban. Pero se nos deneg¨® una y otra vez¡±, explica. ¡°En esa ¨¦poca hab¨ªa racismo, pero ahora parece que quede mal admitirlo. Quer¨ªamos tener a los inmigrantes trabajando en casa, pero en el espacio p¨²blico molestaban¡±, asevera la mujer, que conserva met¨®dicamente toda la documentaci¨®n sobre el caso Lucrecia. El Ayuntamiento retir¨® en 2020 el mural en homenaje a Lucrecia en esa plaza, aduciendo unas obras de reforma, pero nunca ha vuelto a ser colocado en su lugar. ¡°Es simb¨®lico de la lucha contra el racismo¡±, afirma. Hace unos d¨ªas apareci¨® una pintada en el edificio que ocupa casi toda la plaza en la que se lee: ¡°Lucrecia, no te olvidamos¡±.
¡°Hubo bulos sobre los inmigrantes, pintadas exigi¨¦ndoles que se marcharan a su pa¨ªs, pasquines... ?uf!, lo que pon¨ªa los pasquines era horrible¡±, se?ala. Hoy, la batalla se juega en otros terrenos. Los tribunales acaban de condenar por primera vez a un hombre por difundir noticias falsas sobre menores migrantes. Los delitos de odio est¨¢n en aumento desde 2014. En 2021 fueron 1.724 las denuncias registradas por la polic¨ªa, casi un 6% m¨¢s que en 2019.
Kenia ten¨ªa seis a?os cuando perdi¨® a su progenitora, a¨²n viv¨ªa en Rep¨²blica Dominicana a la espera de que Lucrecia pudiera traerla mediante la reagrupaci¨®n familiar. Al final, acab¨® viajando a Espa?a hace una d¨¦cada, con 26 a?os. Como su madre, empez¨® trabajando para una familia, cuidando de la ni?a, pero ahora est¨¢ empleada en una asociaci¨®n contra el racismo y la xenofobia. Apenas recuerda a su madre, ni tan siquiera c¨®mo le comunicaron que hab¨ªa fallecido. ¡°Creo que nos lo dijo una vecina, en esa ¨¦poca hab¨ªa un tel¨¦fono en todo el barrio, no era f¨¢cil que llegaran las noticias¡±, rememora vagamente.
Juan Bol¨ªvar, el actual embajador de la Rep¨²blica Dominicana en Espa?a, ha impulsado el acto de homenaje que tendr¨¢ lugar este s¨¢bado a mediod¨ªa en la sede de UGT en Madrid. ¡°En esa ¨¦poca, las mujeres dominicanas contribuyeron a que las espa?olas salieran de sus casas para formar parte de la vida p¨²blica de forma masiva. Hubo muchas como Lucrecia que ven¨ªan casi siempre de las mismas regiones: Tamayo, Fundaci¨®n y Vicente Noble. Su muerte abri¨® los ojos a la sociedad y les hizo ver que estas personas viv¨ªan en la pobreza y marginalidad¡±, recalca.
Bernarda Jim¨¦nez, m¨¦dica, era en 1992 presidenta de la Asociaci¨®n Voluntariado Madres Dominicanas. ¡°Lucrecia ¨¦ramos todas¡±, asevera tajante. ¡°Hay algunos episodios que quiero borrar de mi cabeza de esa ¨¦poca, pero es dif¨ªcil pasar p¨¢gina. Fue una convulsi¨®n. No par¨¢bamos de tener reuniones con quien nos escuchara para concienciar de la situaci¨®n de las migrantes, para contar que no nos alquilaban casas, que hab¨ªa humillaciones... Por un momento cre¨ª que podr¨ªamos conseguir algo, pero luego pas¨® eso...¡±, relata.
El legado de Lucrecia contin¨²a vigente, m¨¢s a¨²n cuando parece que las lecciones que dej¨® su muerte se diluyen. Esos pasquines de los que no quer¨ªa ni hablar Amelia Romero, la activista vecinal, hablaban de invasi¨®n extranjera y de la ¡°blandura¡± del Gobierno. Los protagonistas de esta historia no quieren volver a una ¨¦poca en la que todo condujo a una muerte por el hecho de ser ¡°extranjera, negra y pobre¡±.
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