Los monos aulladores reconquistan R¨ªo para luchar contra el s¨ªndrome de las selvas vac¨ªas
Un proyecto de reintroducci¨®n de fauna extinta en la selva de R¨ªo de Janeiro busca completar fragmentos aislados de la Mata Atl¨¢ntica, el bioma m¨¢s amenazado de Brasil.
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A vista de p¨¢jaro, la ciudad de R¨ªo de Janeiro se desparrama sobre una frondosa sierra de color verde brillante. El Cristo del Corcovado sobresale en lo alto de esa alfombra de tupida vegetaci¨®n, la selva urbana m¨¢s grande del mundo. Cariocas y turistas disfrutan de sus caminos, miradores y cascadas, pero no es oro todo lo que reluce: una selva tropical, sobre todo por la noche, deber¨ªa ser extremadamente ruidosa, y aqu¨ª, en cambio, reina el silencio. Faltan los animales. ¡°Cuando entras en una selva y no escuchas nada o ves frutos pudri¨¦ndose debajo de la planta es se?al de que algo va mal. Falta quien se los coma, son s¨ªntomas de que la selva tiene problemas. Aqu¨ª sufrimos lo que se conoce como s¨ªndrome de la selva vac¨ªa¡±, explica Marcelo Rheingantz, director ejecutivo del proyecto Refauna, que desde hace unos a?os est¨¢ reintroduciendo en este pedazo de selva animales que llevaban d¨¦cadas extintos. Si todo va bien, el an¨®malo silencio que padece la selva pronto ser¨¢ quebrado por el estruendo de los gritos de los monos aulladores, sus pr¨®ximos vecinos ilustres.
A pocos metros del centro de visitantes del parque nacional de la selva de Tijuca, en R¨ªo, hay una peque?a casita destartalada escondida entre palmeras y lianas que se suele ceder a investigadores. En el patio trasero se pasean dentro de una jaula de grandes dimensiones ocho monos aulladores, seis hembras y dos machos. Est¨¢n entren¨¢ndose para la vida en libertad. Rheingantz, investigador de la Universidad Federal de R¨ªo de Janeiro (UFRJ), supervisa el trabajo de un grupo de estudiantes, que se pasan horas observando sus movimientos. Llevan m¨¢scaras para evitar contagiarles cualquier enfermedad (sobre todo herpes) antes de su futura vida en las copas de los ¨¢rboles. Sus anotaciones son clave para averiguar si los animales est¨¢n adquiriendo la autonom¨ªa suficiente para apa?¨¢rselas por s¨ª solos. Avanzan a buen ritmo; cada vez se alimentan m¨¢s de las plantas aut¨®ctonas y se van desapegando de las verduras que los humanos compramos en el supermercado. Si siguen as¨ª, la puerta se abrir¨¢ en cuesti¨®n de d¨ªas. Son monos esquivos y muy territorialistas, famosos por el sonido que emiten sus poderosas cuerdas vocales (m¨¢s parecidos al rugido de un le¨®n que al aullido de un lobo) y que pueden escucharse hasta a dos kil¨®metros de distancia. Inundan la selva sobre todo al amanecer y cuando cae la noche, es su forma de avisar a otros grupos que es mejor no acercarse.
El ¨²ltimo registro oficial de unos monos aulladores en la selva de R¨ªo lo hizo Charles Darwin en 1832. En su expedici¨®n a Brasil, el naturalista ingl¨¦s captur¨® dos ejemplares y se qued¨® impresionado por la fuerza de su cola, que se quedaba atada a las ramas de los ¨¢rboles incluso cuando el animal perd¨ªa la vida, seg¨²n explicaba en sus diarios. Desde entonces, los aulladores no se vieron nunca m¨¢s. En 2015 el proyecto Refauna introdujo una primera pareja, que sobrevivi¨® a la epidemia de fiebre amarilla que asol¨® Brasil a partir de ese a?o. La enfermedad fue especialmente devastadora con esta especie en todo el pa¨ªs y la coloc¨® en la categor¨ªa de vulnerable. La pareja pionera en R¨ªo no s¨®lo se salv¨® de milagro (en parte por el aislamiento de esta selva en medio de la ciudad) sino que tuvo seis descendientes. El grupo que est¨¢ a punto de liberarse ahora es importante para evitar la consanguinidad.
Aunque en la selva de R¨ªo ya existen otras especies de monos, ¨¦stos son los m¨¢s grandes y los ¨²nicos que comen determinados frutos y semillas, por lo que su presencia puede ser clave para el futuro de varias especies de flora. ¡°Esto es como un puzzle, hay que pensar bien qu¨¦ pieza pones primero¡±, dice el experto mientras hace aspavientos para apartarse los mosquitos. Los primates no son los primeros en reconquistar sus antiguos dominios cariocas. Antes, lo hicieron los agut¨ªs de Azara (unos roedores ideales para la dispersi¨®n de semillas) y el morrocoy de la selva (tortugas terrestres).
En los pr¨®ximos meses se espera que vuelvan los coloridos guacamayos, que a pesar de que adornan estampados tropicales en todo tipo de souvenirs no cruzan el cielo de R¨ªo desde 1818. A d¨ªa de hoy est¨¢n extintos en todo el Estado. La idea es ir completando la cadena tr¨®fica hasta llegar a los depredadores, en lo alto de la pir¨¢mide. Reintroducir jaguares, extintos en la ciudad de R¨ªo desde los a?os 50, est¨¢ descartado, porque necesitan un territorio mayor y por motivos de seguridad. El parque de Tijuca, con casi 4.000 hect¨¢reas, lo visitan cada a?o tres millones de personas. De hecho, la interacci¨®n con los humanos es uno de los desaf¨ªos de este proyecto de repoblaci¨®n, reconoce Rheingantz. Antes de liberarlos hay que entrenar a los animales para que les teman, sobre todo los que llegan a la selva despu¨¦s de a?os en cautividad.
Completar el rompecabezas de la selva de Tijuca llevar¨¢ su tiempo, porque este parque es el ¡°extremo de la defaunaci¨®n¡±, reconoce el bi¨®logo. Al margen de haberse convertido en una isla en medio de la ciudad, tambi¨¦n arrastra problemas relacionados con su convulsa historia: estas monta?as sufrieron una fort¨ªsima deforestaci¨®n desde el principio de la colonizaci¨®n portuguesa, primero con el cultivo de ca?a de az¨²car y despu¨¦s con el caf¨¦. La impenetrable selva dio lugar a colinas peladas que acabaron poniendo en riesgo el abastecimiento de agua de la ciudad de R¨ªo. En 1861, cuando el emperador Pedro II percibi¨® que los r¨ªos se estaban secando mand¨® reforestar el entorno de los manantiales y expropi¨® haciendas para recuperar la vegetaci¨®n nativa. La selva fue replantada por un pu?ado de personas, entre ellos seis esclavizados. En apenas 13 a?os se plantaron m¨¢s de 100.000 ¨¢rboles. A pesar de que en algunos puntos se usaron especies no aut¨®ctonas, como mangos, eucaliptos o el ¨¢rbol de la yaca, los especialistas suelen elogiar el pionerismo de este plan de reforestaci¨®n. Con el tiempo, los ¨¢rboles crecieron y la selva conquist¨® su aspecto actual, pero estaba ¡®vac¨ªa¡¯. De las 33 especies de grandes mam¨ªferos que hab¨ªa en un principio ahora s¨®lo queda un tercio.
Es una situaci¨®n que se repite a lo largo de muchos rincones de Brasil donde predomina el bioma de la Mata Atl¨¢ntica. Esta prima desconocida de la Amazonia, una selva tropical con tanta o m¨¢s biodiversidad, se extend¨ªa originalmente por todo el este de Brasil hasta el norte de Argentina. Por situarse en la regi¨®n costera donde primero desembarcaron los portugueses, sufri¨® una devastaci¨®n sin freno. Apenas queda el 12% de su territorio original. Las ciudades m¨¢s pobladas del pa¨ªs (R¨ªo, S?o Paulo o Belo Horizonte, por ejemplo) se asientan sobre lo que era su superficie original. Aqu¨ª vive ahora el 72% de los brasile?os. Lo que qued¨® de ese infinito manto verde ahora es un mosaico de fragmentos incomunicados, cortados por ciudades, cultivos o infraestructuras. Repoblar con animales los pedazos de ¡°selvas vac¨ªas¡± que siguen en pie es una forma de garantizar su supervivencia, insiste Rheingantz, que conf¨ªa en que en breve los monos aulladores de R¨ªo se conviertan en un s¨ªmbolo de resiliencia. ¡°Tengo mucha esperanza en este grupo. Espero que en los pr¨®ximos diez a?os ya sea com¨²n escucharlos interactuar¡±, conf¨ªa.
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