?Qui¨¦n cuida de los ni?os de los barrios sin nombre de Canc¨²n?
En las periferias de uno de los polos tur¨ªsticos de M¨¦xico, los expertos han identificado una crisis de cuidados, donde las m¨¢s afectadas son las infancias
![Ni?os en asentamientos irregulares en Canc¨²n, M¨¦xico, en 2025.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MHETRQS6TFBGTAB3QRAWZ3X2DU.jpeg?auth=1ccee9632ccdba3917ec0a8635098cc498b610fdbe03e72af398f3080eff8fad&width=414)
EL PA?S ofrece en abierto la secci¨®n Am¨¦rica Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscr¨ªbete aqu¨ª.
Hay asentamientos irregulares a las afueras de Canc¨²n, en el sureste de M¨¦xico, que por no tener no tienen ni nombre. En ellos, los ni?os tienen tres opciones mientras los adultos trabajan: jugar todo el d¨ªa fuera, con piedras, palos o lo que encuentren en la calle, cuid¨¢ndose de los robos, las agresiones y el reclutamiento forzado; quedarse a cargo de su abuela o alguna vecina desempleada; o encerrados en sus casas bajo cadenas y candados.
Son unos 200 asentamientos irregulares en toda la ciudad, barrios gigantescos donde viven 250.000 personas (el 30% de la poblaci¨®n), sin servicios p¨²blicos b¨¢sicos, y entre pobreza. En los m¨¢rgenes de uno de los polos tur¨ªsticos m¨¢s importantes de Am¨¦rica Latina, especialistas consultados por Am¨¦rica Futura coinciden en que la crisis de los trabajos de cuidados impacta de manera notoria a las infancias.
Oxfam define los cuidados como aquellas acciones destinadas a satisfacer las necesidades propias o de otras personas, que van desde las actividades f¨ªsicas como dar de comer a un beb¨¦, hasta velar los ¨²ltimos d¨ªas de un adulto mayor, pasando por el trabajo dom¨¦stico e, incluso, esfuerzos mentales que implican llevar la agenda de consultas m¨¦dicas de la familia completa, o los emocionales, como brindar soporte, cari?o y afecto. Hist¨®ricamente, todos estos trabajos han sido no remunerados, invisibilizados y minimizados, dice Mariana Bell¨®, directora de Cuidados en Oxfam M¨¦xico. S¨®lo se hace evidente su importancia en momentos de crisis, o sea, en lugares donde se dificulta para amplios sectores de la poblaci¨®n cuidar o ser cuidados, como el caso de las infancias en barrios marginales de Canc¨²n.
Chiqui y el perrito
Hab¨ªa d¨ªas en los que el Chiqui se escapaba. Sal¨ªa huyendo al menor descuido. Corr¨ªa y corr¨ªa con sus pasitos de ni?o desesperado, buscando a su pap¨¢ en aquel asentamiento irregular sin nombre de Canc¨²n, para ¨¦l desconocido. Abraham Mat¨ªas Sastre, conocido como Chiqui, naci¨® lejos de aqu¨ª, en Tabasco. Cuando sus pap¨¢s se divorciaron, qued¨® a cargo del padre, pero este se hart¨® r¨¢pido por lo demandante de los cuidados especiales que necesitaba un ni?o autista de 8 a?os como ¨¦l y lo mand¨® con su mam¨¢, que hab¨ªa migrado a este lugar lleno de casas construidas con pedazos de l¨¢mina, madera y algo de concreto.
![Ni?os en Canc¨²n](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MT5GPFKVI5HYTHPO5BN5JWGR5M.jpeg?auth=1aeb796170782e65a19319ea13e90191ea864f18c4b3ebc46f16b8e1bbe29bfc&width=414)
¡°Se escapaba al principio, pensaba que segu¨ªa en Tabasco y buscaba a su pap¨¢¡±, dice Ver¨®nica Sastre Garc¨ªa, su abuela, quien se ha convertido en su cuidadora principal. Ella fue una de las primeras personas que llegaron a este enorme terreno particular, que le pertenece a Banorte y que empezaron a invadir hace cinco a?os. Para intentar recuperarlo, el banco ha presentado una demanda ante la Fiscal¨ªa General de Quintana Roo. ¡°Una vez que salimos a buscarlo estaba con un perro, ?te acuerdas?¡°, interrumpe Isaac, de 10 a?os, que aunque solo tiene dos a?os m¨¢s que ¨¦l es el t¨ªo de Chiqui.
Ver¨®nica dice que no pueden despegarse del ni?o ni un segundo porque huye, pero tambi¨¦n por los riesgos de alrededor. Para empezar, no hay cercas divisorias, las casas no tienen puertas ni ventanas, solo cortinas o lienzos de l¨¢mina sobrepuestos. Y, seg¨²n datos oficiales, esta fue la quinta colonia m¨¢s insegura de todo el Caribe mexicano el a?o pasado. Adem¨¢s, el piso est¨¢ lleno de varillas, vidrios o piedritas, como la que se meti¨® a la oreja Chiqui esta ma?ana y que a¨²n no le han podido sacar.
¡°?Ya te dije que no puedes meterte cosas a la oreja, Chiqui, tampoco chupar eso. Suelta ah¨ª!¡°, le grita Ver¨®nica, de 44 a?os, mientras le quita un palo de la boca. El ni?o hace un gesto y la abuela aclara que est¨¢ enojado. Chiqui no habla, solo hace ruidos: tsss, tsss. Seg¨²n la terapeuta, tiene una edad mental de dos o tres a?os. ¡°?l va lentamente, no como nosotros. Ahorita le estoy ense?ando a cepillarse sus dientitos, a ponerse el pa?al, pero tambi¨¦n tengo que ense?arle a quit¨¢rselo, a que vaya al ba?o¡±, explica la abuela. ¡°Yo, la verdad, en este momento me siento horrible, presionada. Necesito una semana de descanso. Estoy desesperada¡±.
Las economistas feministas llaman a esto el s¨ªndrome de la cuidadora quemada, una especie de burn out con s¨ªntomas como el estr¨¦s, ansiedad, depresi¨®n, irritabilidad e insomnio. Y es que Ver¨®nica no s¨®lo se encarga de los cuidados especializados e intensos del Chiqui, sino tambi¨¦n de los trabajos de su hogar de dos diminutas piezas, donde viven sus tres hijos, dos nietos, su yerno y el esposo, quien trabaja como mototaxista.
![Abraham descansa en un sill¨®n cerca de su hogar.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WDIYFCYYNNARBCQ35BNYYDVKX4.jpeg?auth=5a352ddead994c01e735945fa8573e1699184aa361ff93abcb8da1083d2b4a5c&width=414)
Como ¨¦l, la mayor¨ªa de hombres en estos asentamientos irregulares trabajan en turismo o construcci¨®n, en los puestos m¨¢s bajos del organigrama, con salarios de entre 4.000 a 7.000 pesos (entre 195 y 340 d¨®lares al mes), seg¨²n censos del Instituto Nacional de Estad¨ªstica y Geograf¨ªa. Mientras ellos se ocupan del mantenimiento o vigilancia de hoteles, o de la alba?iler¨ªa, pintura o carpinter¨ªa en obras, las mujeres mayores suelen quedarse a cargo de la casa. Las m¨¢s j¨®venes, como la mam¨¢ de Chiqui, se emplean como camaristas, mozas o mucamas. Las que son madres dejan a sus hijos a cargo de las abuelas o vecinas, formando lo que se conoce como redes de cuidado. Son b¨¢sicamente mujeres trasladando los cuidados no pagados a otras mujeres.
Para Ver¨®nica, eso significa que tiene que trasladarse m¨¢s lejos que otras mujeres para llevar a sus hijos y nietos a sus escuelas; tomar taxi para llevar a Chiqui a terapia; lavar ropa ajena para conseguir dinero para las medicinas del nieto; ir al monte a buscar le?a para cocinar, extraer de un pozo el agua de uso diario y tambi¨¦n juntar la basura y tirarla en la avenida m¨¢s cercana. Adem¨¢s, ahora tiene que cuidarlo de los grupos criminales que han querido penetrar en este asentamiento.
A finales de 2024, Ver¨®nica y decenas de vecinas salieron con nada m¨¢s que su coraje a correr a unas personas, supuestamente integrantes de un grupo criminal, que intentaban instalar una caseta de seguridad. Dice que en el asentamiento irregular colindante pas¨® eso mismo, pero no pudieron frenarlos. Empezaron con una caseta, luego vino el control del acceso, la vigilancia, la extorsi¨®n y el despojo de casas para venderlas a otra gente, a quienes cobran mensualidades por el pedazo de tierra que invadieron.
Ni?os y drogas
El crimen organizado ha encontrado en los asentamientos un lugar para el narcomenudeo y, en los ni?os, una poblaci¨®n por reclutar o para surtirles droga. En uno de esos barrios, conocido como Los Peralta, Israel (nombre ficticio para proteger su identidad), cuenta la historia de su mejor amigo, Carlitos, que muri¨® a los 13 a?os. ¡°Ten¨ªa una historia muy culera. Sus pap¨¢s fueron narcos. Y ¨¦l sigui¨® los mismos pasos. ?l quer¨ªa vender drogas tambi¨¦n. Su mam¨¢ era piedrosa. ?l ve¨ªa desde ni?o c¨®mo su pap¨¢ sacaba fajos de billetes en una maleta; c¨®mo le llegaban los bonches de marihuana y otras drogas. Pero siempre hubo maltratos en su casa. Su mam¨¢ intent¨® matar a su pap¨¢ de la locura. As¨ª siempre se la pasaban, achuchill¨¢ndose a cada rato. A m¨ª me dec¨ªa: t¨² tienes una bonita familia, c¨®mo me gustar¨ªa ser t¨²¡±.
![Los trabajos de cuidado tambi¨¦n incluyen el ¨¢mbito emocional y sentimental, dar soporte, apoyo y cari?os.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/J2G7VNHJHFG2FFPM7VIMDQ54QE.jpeg?auth=3b4dc3ea6e6c45e647f78511c8312ed6b724ca24004cfccc2babf6373ded83fd&width=414)
Israel y Carlos se conocieron en las canchas de f¨²tbol de la Regi¨®n 227, una colonia aleda?a. Otros vecinos los introdujeron a la marihuana, la coca¨ªna y, por ¨²ltimo, a la metanfetamina. La adicci¨®n avanz¨® tan r¨¢pido que ten¨ªan que tomar dos o tres dosis diarias. Para tener dinero, se montaban en una bicicleta, Israel manejaba y Carlitos iba sobre el manubrio, ordenando a qui¨¦n asaltar con un cuchillo. ¡°?l wachaba y yo lo segu¨ªa. Era como mi patroncito. Yo segu¨ªa sus pasos y quer¨ªa ser c¨®mo ¨¦l¡±, recuerda Israel. Una vez, Carlitos decidi¨® asaltar a quienes les surt¨ªan la droga. ¡°Ese d¨ªa le dispararon a mi carnalito¡±, dice el joven de 16 a?os, quien acaba de terminar un programa en un centro de rehabilitaci¨®n que, asegura, funcion¨®.
Pablo Deng Chiw, acad¨¦mico de la Universidad Aut¨®noma de Baja California Sur, ha insistido en la necesidad de cambiar el paradigma: renunciar a considerar el consumo de sustancias como problema de seguridad, para pensarlo como uno causado por el desamparo de las infancias en barrios marginales, los cuales carecen de garant¨ªas de cuidado, sin escuelas, guarder¨ªas, parques p¨²blicos ni familia cerca. En los asentamientos irregulares, los trabajos de cuidado incluyen mantener con vida a las infancias y alejarlos de las drogas, dice Pilivet Aguilar Alayola, docente de la Universidad del Caribe (Unicaribe), quien colabora un proyecto de sistema de cuidados local.
Desde inicios de 2024, el Ayuntamiento de Canc¨²n ha convocado a la sociedad civil y academia para entender las necesidades espec¨ªficas de cuidado que tiene la ciudad. Adem¨¢s, ha incluido un sistema de cuidados p¨²blico local como programa prioritario dentro del Plan Municipal de Desarrollo, que se present¨® este febrero. El siguiente paso, explica Aguilar Alayola, es reformar el Bando de Gobierno y Polic¨ªa para que cada instituci¨®n tenga claramente establecidas sus obligaciones respecto a los cuidados
Para Mariana Bell¨®, de Oxfam, la clave es que el modelo de cuidados atienda a las necesidades espec¨ªficas de estos asentamientos. El caso del barrio de Ver¨®nica y Chiqui, por ejemplo, hacen falta servicios p¨²blicos y estrategias puntuales para que mujeres como ella no gasten la mitad de su vida yendo por le?a y sacando agua de pozos o que ni?os como ¨¦l no quieran huir con pasitos desesperados del lugar donde viven.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.