La rutina bajo las balas de los ni?os en las favelas de R¨ªo de Janeiro
Los tiroteos de la polic¨ªa y el narco son tan frecuentes que 12 menores murieron en 2023, el triple que en 2022, las escuelas tienen protocolos de actuaci¨®n y 200.000 cr¨ªos perdieron clases
¡°Sent¨ª el viento de la bala pasando por encima¡±, cuenta el brasile?o Julio C¨¦sar Pereira, vecino de la favela de Tabajaras, en R¨ªo de Janeiro. Eran las cinco de la madrugada de un viernes y dorm¨ªa en su cama con su esposa y su hija de a?o y ocho meses. En segundos, ten¨ªa a la peque?a Mar¨ªa J¨²lia en brazos derramando sangre. La bala atraves¨® la ventana del cuarto y se qued¨® alojada en el muslo de la ni?a. Pereira baj¨® la ladera de la favela en una moto a toda velocidad, con su hija envuelta en una toalla. Tras una operaci¨®n quir¨²rgica de siete horas, lograron salvarle la vida, y la pierna. Otros ni?os no tuvieron la misma suerte. En lo que va de a?o, 12 ni?os menores de 14 a?os han muerto a tiros en el estado de R¨ªo de Janeiro, lo que supone el triple m¨¢s que en 2022, seg¨²n el recuento de la ONG Rio de Paz. En la mayor¨ªa de ocasiones, son v¨ªctimas de balas perdidas durante las frecuentes operaciones policiales en las barriadas o de los propios enfrentamientos entre el crimen organizado. La mayor¨ªa de muertes no se investiga en profundidad, a excepci¨®n de los casos m¨¢s sonados.
En septiembre, la polic¨ªa acab¨® con la vida de Helo¨ªsa dos Santos Silva, de tres a?os. Un agente dispar¨® contra el coche en el que viajaba su familia porque, al ver la matr¨ªcula, interpret¨® que era un veh¨ªculo robado. Ni el padre de la ni?a ni el antiguo propietario sab¨ªan de la irregularidad. La ni?a recibi¨® varios disparos de fusil en la cabeza y falleci¨® nueve d¨ªas despu¨¦s. Mientras estaba siendo operada de urgencia, varios polic¨ªas se presentaron en el hospital para intimidar a la familia de cara a los interrogatorios de la investigaci¨®n.
Los datos del Instituto Fogo Cruzado indican que 279 menores fueron asesinados, y 343 resultaron heridos de bala en los ¨²ltimos siete a?os en el ¨¢rea metropolitana de R¨ªo. Casi la mitad de ese total fueron baleados durante operaciones policiales. El instituto lanz¨® recientemente un mapa interactivo llamado Futuro exterminado, que permite recorrer la ciudad repasando la edad, raza y g¨¦nero de las v¨ªctimas, adem¨¢s de las circunstancias de la muerte.
En ese mapa, uno de los territorios con m¨¢s puntos coloreados es la Mar¨¦, un conjunto de favelas donde viven m¨¢s de 140.000 personas y que queda muy cerca del aeropuerto internacional de R¨ªo. La inmensa mayor¨ªa son trabajadores humildes que conviven, por un lado, con el yugo diario de los narcotraficantes que controlan las calles en un clima de tensi¨®n permanente, y por otro, con las repentinas y violentas incursiones de la polic¨ªa. All¨ª, en una min¨²scula casa de ladrillo visto, viven Priscila Santos y sus siete hijos.
Mientras los viste para llevarlos al colegio, explica que subsisten a base de ayudas sociales, y confiesa que lo que m¨¢s teme es la llegada del caveir?o, el apodo (viene de calavera en portugu¨¦s, caveira) con el que los vecinos conocen al blindado de la Polic¨ªa Militar, una especie de tanque de guerra. ¡°Cuando entra, disparan para todos los lados, da igual si hay una guarder¨ªa, si hay madres en la calle¡ Simplemente entran disparando hacia todos lados, y las v¨ªctimas somos nosotros. Cuando bajamos las escaleras de casa no sabemos si volveremos vivos¡±, comenta.
Llevar a su prole hasta las escuelas (son varias) es toda una odisea. El proceso arranca sobre las cinco de la madrugada, cuando echa un ojo al celular para ver qu¨¦ se comenta en los grupos de WhatsApp. Sobre esa hora es cuando suelen empezar las operaciones policiales. Si oyen tiros, las vecinas se avisan en un grupo llamado Mar¨¦ no vive (hay otro, llamado Mar¨¦ vive, para asuntos m¨¢s triviales). Si la polic¨ªa entra en la favela, en breve las profesoras avisar¨¢n que se cancelan las clases. Si no, los ni?os ir¨¢n a la escuela, a pesar de que en realidad los tiroteos pueden empezar en cualquier momento.
El camino desde la casa de Priscila hasta las escuelas de sus hijos es de apenas 15 minutos, pero hay que pasar por una calle que es uno de los puntos calientes de la Mar¨¦. Los vecinos la llaman desde hace a?os la Franja de Gaza, porque divide el territorio que controla el Comando Vermelho (CV), la facci¨®n del narcotr¨¢fico m¨¢s poderosa de R¨ªo, y el Terceiro Comando Puro (TCP), una banda rival. Desde hace un tiempo, hay una especie de pacto de no agresi¨®n entre las dos bandas criminales y las cosas est¨¢n m¨¢s tranquilas. Las balas ahora llegan sobre todo con las operaciones policiales y la reacci¨®n de los narcos, comentan los vecinos. La decena de escuelas que hay en esta zona no tienen ventanas de cristal, sino unas mallas met¨¢licas que dan a los edificios una apariencia de b¨²nker de hormig¨®n. Aun as¨ª, no protegen de los balazos. En las paredes pueden verse decenas de agujeros provocados por armas de fuego.
Dentro de una de esas guarder¨ªas, la escuela infantil Profesor Moacyr de Go¨¦s, est¨¢ la profesora Juliana Ximenes, que hoy intenta calmar a las madres que est¨¢n ansiosas por dejar a los ni?os. Todo se ha retrasado porque ha llovido mucho a primera hora de la ma?ana, hay varias escuelas inundadas y algunas maestras a¨²n no han llegado porque la ciudad est¨¢ hecha un caos. Las madres se resignan. Podr¨ªa ser peor, al menos ¡°no hay operaci¨®n¡±. A mediados de octubre, una operaci¨®n especial de la Polic¨ªa Militar dur¨® seis d¨ªas. Seis d¨ªas sin clase, con el comercio cerrado a cal y canto y con los padres arriesgando la vida para dejar el barrio para ir a trabajar.
Las escuelas de la zona hace tiempo que tienen unos protocolos m¨ªnimos de seguridad para el d¨ªa a d¨ªa. Por ejemplo, cuando el tiroteo pilla dentro de clase, lo m¨¢s urgente es alejar a los ni?os de las fachadas. ¡°Normalmente los llevamos donde hay m¨¢s paredes, a los ba?os o a un pasillo central¡±, dice la profesora Ximenes, que recuerda que no hace mucho una bala se col¨® en la cocina del centro. Por suerte, no hubo heridos. Mientras intentan calmar a los ni?os, tambi¨¦n se comunican por WhatsApp con las madres para tranquilizarlas, hasta que cesen los tiros.
En lo que va de a?o, los tiroteos obligaron a cerrar las escuelas de R¨ªo 4.016 veces. Un total de 497 centros fueron clausurados al menos una vez, un tercio del total, dejando sin clases a 202.000 alumnos. Un colegio lleg¨® a estar 21 d¨ªas seguidos cerrado, seg¨²n informa la Secretar¨ªa Municipal de Educaci¨®n, que gestiona la gran mayor¨ªa de centros. Su m¨¢ximo responsable, el secretario Renan Ferreirinha, no esconde su malestar: ¡°Es surrealista que haya pasado a ser parte de nuestra rutina entender todos los d¨ªas por la ma?ana si conseguiremos abrir nuestras escuelas o no porque hay un tiroteo, una operaci¨®n, una guerra de facciones. Eso no puede ser normal. Algo funciona muy mal en la seguridad p¨²blica cuando dejamos de concentrarnos en el aprendizaje para poder entender si vamos a poder abrir las unidades escolares¡±. Las competencias en materia de seguridad son del Gobierno del Estado de R¨ªo, de quien dependen las controvertidas operaciones policiales en las favelas y barrios de la periferia.
El problema del trauma y las secuelas en los ni?os se intuye monumental, pero nadie sabe dimensionarlo del todo porque faltan medios. ¡°No tenemos profesionales que puedan dar apoyo, no hay psic¨®logos ni asistente social. Aqu¨ª tenemos un psic¨®logo para cubrir 50 escuelas, y obviamente solo lo ves muy de vez en cuando, cuando hay un caso extremo¡±, lamenta la docente Ximenes. El Gobierno del Estado de R¨ªo tampoco ofrece ese tipo de asistencia psicol¨®gica, aunque informa por correo electr¨®nico que acaba de firmar un convenio con la Cruz Roja para formar a profesores que act¨²an en ¡°¨¢reas conflagradas¡±. El programa durar¨¢ hasta el final de 2024 y beneficiar¨¢ a 184 escuelas mapeadas por la Polic¨ªa Militar.
Mientras las pocas respuestas de las autoridades se dirigen sobre todo a intentar reducir el n¨²mero de bajas, voluntarios y ONGs se dedican a hilar m¨¢s fino y se fijan en el impacto de toda esta violencia en el d¨ªa a d¨ªa de los menores. Es el caso de personas como Adelaide Rezende, vinculada a la organizaci¨®n Redes da Mar¨¦. Trabaja con ni?os de apenas 4 y 5 a?os conceptos como seguridad, derecho a jugar o ciudadan¨ªa. Para crear un ¡°v¨ªnculo seguro¡± en el que los ni?os puedan desahogarse a veces se disfraza de ¡°pol¨ªtico¡±, con traje y un bigote de pega, para escuchar sus demandas. En diciembre, los ni?os de la Mar¨¦ protagonizar¨¢n el segundo congreso infantil sobre seguridad p¨²blica, organizado por la citada organizaci¨®n.
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