Burle Marx: el paisajista brasile?o que abraz¨® la flora local para defender una ciudad para todos
Una exposici¨®n en el Museo de Arte Moderno de R¨ªo de Janeiro recupera su lucha por crear espacios p¨²blicos de calidad para todas las clases sociales.
El paseo mar¨ªtimo de la playa de Copacabana, en R¨ªo de Janeiro, con las olas y los dise?os geom¨¦tricos en piedras portuguesas blancas, negras y rojizas, es una de las obras maestras del brasile?o Roberto Burle Marx (1909-1994), famoso creador de jardines tropicales que pusieron patas arriba el paisajismo tradicional. Pero el artista (era paisajista entre muchas otras cosas) ten¨ªa otras preocupaciones m¨¢s all¨¢ de dejar su impronta en la postal m¨¢s famosa de Brasil. Su vocaci¨®n le llev¨® a luchar por una ciudad para todos, tambi¨¦n para los que no pod¨ªan permitirse un apartamento con vistas al mar. Es lo que resalta la exposici¨®n Lugar de estar: el legado de Burle Marx, que acaba de inaugurarse en el Museo de Arte Moderno (MAM) de R¨ªo y pone el foco en 22 de sus proyectos para el espacio p¨²blico, reuniendo casi 100 objetos de su archivo personal.
Muchos de esos proyectos, no obstante, se quedaron en un caj¨®n. Y la exposici¨®n empieza precisamente provocando preguntas: por un lado est¨¢n los croquis del parque de Flamengo, donde se asienta el propio museo, un vergel de 140 hect¨¢reas ganado al mar, con 17.000 ¨¢rboles de 240 especies que conecta el centro de R¨ªo con la acomodada zona sur. Al otro lado, el proyecto de un parque que nunca lleg¨® a construirse en Bangu, un empobrecido barrio a 40 kil¨®metros de la playa, que en R¨ªo es c¨¦lebre por ser una olla a presi¨®n, en buena parte porque faltan ¨¢rboles y sobra asfalto.
Otros sue?os de integraci¨®n en una ciudad extremadamente desigual vieron la luz solo a medias, como un ambicioso parque junto a la Mar¨¦, uno de los complejos de favelas m¨¢s violentos de R¨ªo. S¨®lo se construy¨® la primera fase, y tras a?os de abandono apenas queda alguna placita destartalada.
Otro proyecto frustrado da una idea de c¨®mo el paisajista fue un adelantado a su tiempo: en 1946 lleg¨® a idear un jard¨ªn zool¨®gico sin jaulas, con los animales separados por barreras naturales y rodeados de la vegetaci¨®n de su h¨¢bitat natural.
¡°Queremos hablar de c¨®mo ¨¦l pensaba la ciudad como un todo, esa provocaci¨®n est¨¢ muy presente, la idea de que el derecho al espacio p¨²blico, al espacio verde, era un derecho de toda la poblaci¨®n¡±, explica Pablo Lafuente, director del museo y uno de los comisarios de la muestra, junto a Beatriz Lemos e Isabela Ono. Los tres avanzan con cuidado entre operarios que acaban de colgar los ¨²ltimos cuadros mientras recuerdan que el visitante tendr¨¢ la suerte de ver, en el mismo sitio, la idea del artista y la ejecuci¨®n: en la pared, los planos; y mirando por los enormes ventanales del museo, el resultado algunas d¨¦cadas despu¨¦s: estanques con nen¨²fares a un lado, un original jard¨ªn de cantos rodados al otro.
La exposici¨®n, que se puede visitar hasta finales de junio, tambi¨¦n recuerda que Burle Marx fue, ante todo, el padre del jard¨ªn tropical moderno. Rompi¨® con los jardines de setos recortados y l¨ªneas cuadriculadas de inspiraci¨®n francesa, impuso las curvas y la asimetr¨ªa y, sobre todo, puso en valor la riqu¨ªsima flora local. En uno de sus primeros proyectos, de 1935, dise?¨® una plaza en la ciudad de Recife y la adorn¨® con cactus aut¨®ctonos: plantas resistentes que necesitaban pocos cuidados. Las se?oras de la alta sociedad recifense, acostumbradas a pasear entre rosaledas, escrib¨ªan al peri¨®dico local indignadas con tama?a provocaci¨®n.
Lo cierto es que el brasile?o cambi¨® las rosas por cactus, bromelias, y cientos de otras especies que fue descubriendo y catalogando a lo largo de su vida. Fueron tantas que m¨¢s de 30 le rinden homenaje en su nombre cient¨ªfico en lat¨ªn. Los coloristas planos de Burle Marx para parques y plazas, parecen, a simple vista, obras de arte abstracto. Al observar el detalle se aprecia c¨®mo cada mancha de color corresponde a una planta diferente, delicadamente descrita en la leyenda del dibujo.
Burle Marx era un hombre del Renacimiento en los tr¨®picos: pensaba la ciudad, recorr¨ªa el mundo en busca de plantas, pintaba, esculp¨ªa, creaba tanto min¨²sculas joyas como tapices monumentales, cantaba ¨®pera, le apasionaba la cocina y por lo visto ofrec¨ªa unas fiestas legendarias en su finca a las afueras de R¨ªo. De todas esas facetas, una de las que m¨¢s le conecta con el mundo de hoy es su lado ecologista. En los a?os sesenta y setenta ya plantaba cara a la dictadura militar por la construcci¨®n de la Transamaz¨®nica, la carretera que parti¨® en dos la Amazon¨ªa, como se aprecia en algunos recortes de peri¨®dicos presentes en la exposici¨®n.
Las conexiones con el Brasil contempor¨¢neo contin¨²an a trav¨¦s de seis artistas que el museo invit¨® para que crearan obras inspiradas por su legado (como el carioca Jo?o Mod¨¦, que da la bienvenida a los visitantes con una instalaci¨®n que recrea un pedazo de selva en la ic¨®nica escalera de caracol del museo). Tambi¨¦n con una reivindicaci¨®n de una forma de trabajar menos vertical y m¨¢s colectiva. Si Burle Marx trabaj¨® codo con codo con otros genios del movimiento modernista brasile?o, como Oscar Niemeyer o Lucio Costa, en una decena de videos, sus colaboradores m¨¢s cercanos, desde arquitectos a jardineros, cuentan c¨®mo era trabajar d¨ªa a d¨ªa con el paisajista. Destaca Haruyoshi Ono, que estuvo 30 a?os trabajando con ¨¦l y organiz¨® su archivo tras su muerte. Su hija, Isabela Ono, es ahora la directora del Instituto Burle Marx.
Los esfuerzos de Burle Marx y su equipo por integrar la ciudad y la naturaleza a trav¨¦s de un espacio p¨²blico democr¨¢tico y de calidad fueron uno de los motivos que hicieron que en 2012 R¨ªo se convirtiera en la primera ciudad del mundo en recibir de la Unesco el t¨ªtulo de Patrimonio Mundial en la categor¨ªa de paisaje cultural urbano. Nueve a?os despu¨¦s, la Unesco tambi¨¦n bendec¨ªa como un tesoro para toda la humanidad la exuberante finca donde vivi¨® y donde reun¨ªa su colecci¨®n de plantas tropicales, donde empez¨® a dar forma a los jardines modernos.
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