Puno no olvida, pero anhela un cambio
El camino para rectificar las fallas que siguen alimentando el descontento es sinuoso. Esta zona vive la misma polarizaci¨®n que existe en el resto de Per¨²
Puno, una ciudad al borde del lado Titicaca en el sur del Per¨², me recibi¨® hace pocas semanas con la explosi¨®n de color y m¨²sica que trae la fiesta de la Virgen de la Candelaria. Las calles estaban inundadas por miles de personas, incluyendo a cientos de turistas atra¨ªdos por esta muestra de la cultura andina. Era un ambiente totalmente opuesto a las conversaciones llenas de indignaci¨®n y sufrimiento que tuve all¨ª durante el a?o pasado, despu¨¦s de que la polic¨ªa reprimiera violentamente las masivas protestas que empezaron en los finales del 2022. La normalidad ha ido retornando a Puno lentamente en estos ¨²ltimos meses, en buena parte por la necesidad de volver a actividades que traigan ingresos, incluyendo el turismo. Algunos activistas de la sociedad civil quieren aprovechar este momento para construir espacios de di¨¢logo que encuentren respuestas a una insatisfacci¨®n que tiene hondas ra¨ªces. Es indispensable que reciban todo nuestro apoyo.
Puno, un departamento hist¨®ricamente contestatario, fue el foco de las manifestaciones antigubernamentales que paralizaron a gran parte del Per¨². El 7 de diciembre de 2022, el entonces presidente Pedro Castillo intent¨® cerrar el congreso y establecer un gobierno de emergencia, lo que muchos en Per¨² denominaron un ¡°autogolpe¡± (un t¨¦rmino inventado d¨¦cadas antes, cuando el expresidente Alberto Fujimori hizo lo mismo en 1992). El intento de Castillo de acaparar el poder dur¨® pocas horas, y en el curso del d¨ªa fue destituido por el Congreso y apresado. Dina Boluarte, su vicepresidenta, tom¨® posesi¨®n poco despu¨¦s y hasta hoy se mantiene en el cargo.
La remoci¨®n de Castillo desencaden¨® una fuerte ola de protestas, sobre todo en el sur del pa¨ªs. Muchos habitantes de Puno hab¨ªan votado por este maestro y l¨ªder sindical de izquierda, de origen serrano y humilde, quien lleg¨® al poder de manera sorpresiva en un escenario pol¨ªtico muy fragmentado y en medio de la devastadora pandemia de la covid-19, que tuvo como tr¨¢gico resultado m¨¢s de 200.000 muertes, la mayor tasa de mortalidad mundial. Para ellos, a pesar de las movidas antidemocr¨¢ticas de Castillo, su destituci¨®n era una prueba m¨¢s de que el poder asentado en Lima estaba decidido a perpetuar la exclusi¨®n hist¨®rica de las comunidades rurales y las poblaciones ind¨ªgenas de la pol¨ªtica nacional. En estas manifestaciones, la defensa del presidente pronto dio paso a un rechazo generalizado hacia la clase pol¨ªtica, percibida como oportunista, y a una demanda por una transformaci¨®n de ra¨ªz del modelo pol¨ªtico y econ¨®mico del Per¨².
La violenta reacci¨®n gubernamental a las protestas dej¨® un saldo de 49 muertos y miles de heridos en todo el pa¨ªs. De ellos, 19 personas murieron en el marco de enfrentamientos con las fuerzas de seguridad del Estado en Juliaca, el centro comercial de Puno. Esto intensific¨® la indignaci¨®n y el rechazo generalizado no solo hacia el Gobierno y el Congreso, sino contra un sistema que ha dejado de responder a los ciudadanos. Como me dijo una l¨ªder campesina: ¡°El Estado no nos ha apoyado en nada, estamos olvidados. El voto de nosotros no sirve. No existimos para los grandes¡±.
Es natural preguntarse, viendo el evidente abandono, si el Estado ha respondido en alg¨²n momento a las necesidades de esta regi¨®n. En Juliaca el trabajo informal es la norma, con m¨¢s del 90% de la poblaci¨®n dedicada a la agricultura familiar. La mayor¨ªa vive de su chacra (peque?os cultivos), una forma de subsistencia que se ha vuelto cada vez m¨¢s dif¨ªcil debido a que cambios en el clima han tra¨ªdo menos lluvias. En medio de la pobreza, las paredes de Juliaca dan testimonio de las confrontaciones pol¨ªticas: hay kil¨®metros de propaganda electoral, un constante recordatorio de promesas incumplidas, pero tambi¨¦n abundan los grafitis pidiendo la renuncia de Boluarte y el cierre del Congreso.
Las paredes tambi¨¦n nos recuerdan que, a pesar de la calma, ¡°Puno no olvida¡±. Su primordial demanda es justicia por las v¨ªctimas de la violencia estatal. Incluso un gesto simb¨®lico de pedir perd¨®n por parte de las autoridades nacionales por las vidas perdidas, dicen los pune?os, podr¨ªa servir para generar mayor confianza. ¡°El hecho de que no estemos en las calles no significa que estemos pacificados. Hay una herida abierta¡±, me dijo un defensor de derechos humanos.
El camino para rectificar las fallas que siguen alimentando el descontento es sinuoso. Esta zona vive la misma polarizaci¨®n que existe en el resto de Per¨²: las posiciones pol¨ªticas se han vuelto m¨¢s antag¨®nicas y extremas, dejando al pa¨ªs sin voces moderadas y pragm¨¢ticas que tengan una posibilidad de ganar en las urnas. Este antagonismo fue obvio durante una breve visita reciente de la ministra de cultura a Puno, quien fue abucheada, acusada de ser ¡°asesina¡± y ¡°corrupta¡±, y se vio obligada a retirarse r¨¢pidamente.
En este dif¨ªcil contexto, grupos de la sociedad civil han mostrado inter¨¦s por entablar un di¨¢logo que busque soluciones tanto para las problem¨¢ticas diarias que afectan a las comunidades, como para generar consensos sobre reformas pol¨ªticas y electorales de largo alcance. Para ello, examinan varias iniciativas que dan indicios prometedores. Por ejemplo, en Arequipa, otra ciudad de la sierra peruana, representantes de diversos sectores, agrupados en un ¡°grupo impulsor¡± y respaldados por organismos internacionales, lograron convocar en julio del 2023 a decenas de l¨ªderes de organizaciones locales durante dos d¨ªas para debatir y proponer soluciones a los problemas cr¨ªticos del pa¨ªs. La idea es replicar este tipo de iniciativas en Puno, y eventualmente en otros departamentos, adapt¨¢ndolas a las circunstancias espec¨ªficas de cada lugar, y armar una agenda de reformas y exigencias de cambios consensuada y que tenga respaldo popular.
No ser¨¢ f¨¢cil. Por ahora, las comunidades de Puno se reh¨²san a que representantes gubernamentales participen, la sociedad civil carece de mecanismos para articular consensos con otras regiones y los entes estatales que podr¨ªan coordinar tienen pocos recursos y personal. Por ello, la comunidad internacional ser¨¢ clave para entablar un di¨¢logo efectivo, brind¨¢ndoles apoyo financiero y t¨¦cnico a las organizaciones que lideran estos procesos.
Per¨² necesita con urgencia superar la desconfianza que l¨ªderes y comunidades tienen de la clase pol¨ªtica, los partidos, el Congreso y el Ejecutivo. Una agenda de posibles reformas pol¨ªticas respaldadas por la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa es vital para evitar la detonaci¨®n de interminables ciclos de conflictividad, cada uno m¨¢s perjudicial que el anterior. Este es el momento de apoyar a quienes tratan de construirla desde abajo.
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