Antes barbarie, ahora maltrato: el problema sin fin de las c¨¢rceles de Ecuador
Los presos de la penitenciaria de Guayaquil, la prisi¨®n m¨¢s peligrosa del pa¨ªs, relatan las vejaciones a las que son sometidos desde que los militares tomaron el control
En su cara luce la marca indeleble de H, un c¨®ctel mortal de hero¨ªna, cemento y pintura. Las mejillas y la cabeza rapada est¨¢n llenas de granos con pus. Ricardo acaba de salir hace unos instantes por la puerta de la c¨¢rcel de Guayaquil: ahora es un hombre libre al que no le despertar¨¢n por las ma?anas a gritos e insultos, ni con el temor de que la guardia militar del d¨ªa lo torture. Podr¨¢ ducharse e ir al ba?o con privacidad, sin otros ojos que lo observen. O comerse una hamburguesa o una pizza y no esa pasta asquerosa metida en un cuenco que le lanzaban a la cara. Por primera vez lleva un pantal¨®n y unas zapatillas, ah¨ª dentro siempre estaba en ropa interior. Ha compartido celda con tuberculosos y con los peores criminales que uno se pueda imaginar. Pero lo peor se lo han brindado quienes deb¨ªan custodiarlo: ¡°He salido del infierno¡±.
Ricardo, una hora atr¨¢s, esperaba en el umbral de la c¨¢rcel, esposado y en fila, con otro grupo de presos que tambi¨¦n iban a ser liberados. Estaban descalzos, vestidos solo con ropa interior y el cabello corto. Los familiares miraban ansiosos desde afuera, detr¨¢s de las rejas met¨¢licas que rodean la Penitenciar¨ªa del Litoral, la c¨¢rcel m¨¢s peligrosa de Ecuador. Era el ¨²ltimo filtro para salir de este centro donde m¨¢s de 300 personas han muerto en crueles masacres en los ¨²ltimos tres a?os. Desde que las Fuerzas Armadas tomaron el control de las c¨¢rceles en enero, por pedido del presidente Daniel Noboa, ya no se matan entre ellos, pero han surgido multitud de testimonios, denuncias en los juzgados e investigaciones que revelan que en su interior se est¨¢n produciendo malos tratos y hasta torturas.
Luis (nombre protegido) pas¨® su cumplea?os 25 en la c¨¢rcel. Fue detenido con droga en un operativo policial en la calle. Es consumidor desde hace varios a?os, admite. Su madre le toca los brazos y busca su barriga en la camiseta holgada. ¡°Est¨¢ flaqu¨ªsimo¡±, dice la se?ora. Luis es uno de los m¨¢s de 18.000 capturados desde que entr¨® en vigencia el Estado de excepci¨®n, y cuando puso un pie en la prisi¨®n, empezaron los malos tratos. ¡°Los militares nos pegan ni bien entramos. Usan l¨¢tigo, cable, palo o tubo de ca?er¨ªa de agua¡±, describe, ¡°sin motivo alguno, entraban a lo loco a dar palo¡±.
En algunas ocasiones, cuenta Luis, seleccionan a algunos presos, los sacan de las celdas para llevarlos a una caseta y continuar con los golpes. ¡°Nos hac¨ªan submarino (waterboarding)¡±, dice el hombre, una forma de tortura denunciado por organismos internacionales de Derechos Humanos. ¡°Te tiran al piso, te ponen un trapo en la cara y te echan agua¡±, describe Luis.
El momento de la comida es el peor para los presos de la Penitenciar¨ªa. Los testimonios recogidos coinciden en que los militares los sacan al patio del pabell¨®n, los obligan a sentarse en fila, con la cabeza agachada y las manos en el cuello. En algunos pabellones les hacen decir una oraci¨®n:
Se?or te damos gracias por estos alimentos
Bendice las manos que los prepararon
Ll¨¦valo a los m¨¢s necesitados
A la mesa de mi comando
A la mesa de mi gu¨ªa
A la mesa del polic¨ªa...
Las tres comidas llegaban al d¨ªa, pero no siempre pod¨ªan alimentarse, depend¨ªa de los militares que est¨¢n de turno. ¡°Unos nos hac¨ªan tragar la comida y, si no lo hac¨ªamos r¨¢pido, nos daban un latigazo o nos la quitaban ¡±. Les imponen un tiempo: a veces un minuto, en otras ocasiones 30 segundos. ¡°Tragamos la comida mientras nos van contando: 20, 15, 10¡ Dejamos la tarrina en el piso y levantamos las manos¡±, cuenta Luis. El testimonio coincide con el de Ricardo, otro preso reci¨¦n liberado esta semana. ¡°Com¨ªamos r¨¢pido porque nos lanzaban gas en medio del patio¡±, dice el hombre, mientras saluda a sus hijos que lo recogieron a la salida del centro.
El Comit¨¦ de Derechos Humanos de Guayaquil (CDH) ha identificado que estas pr¨¢cticas no s¨®lo ocurren en la Penitenciar¨ªa del Litoral, sino tambi¨¦n en las c¨¢rceles de Cotopaxi y Machala. ¡°Las Fuerzas Armadas retienen el alimento, dejan que se pudra la comida y ah¨ª se la entregan a los privados de libertad¡±, dice Fernando Bastias, abogado del CDH. Estas denuncias tambi¨¦n fueron expuestas por familiares de los presos ante un juez de Quito, que conoci¨® un pedido de h¨¢beas corpus para exigir al Estado que garantice la alimentaci¨®n de cerca de 11.000 detenidos de 20 c¨¢rceles, que llevaban d¨ªas sin recibir la comida porque el Gobierno no ha cancelado una deuda de 30 millones de d¨®lares al proveedor desde noviembre de 2023.
Aunque la crisis de alimentaci¨®n en las c¨¢rceles deton¨® en mayo, desde hace tres meses los presos del centro llamado Turi, en Cuenca, com¨ªan galletas y un envase peque?o de jugo una vez al d¨ªa, seg¨²n recogi¨® en un informe la Defensor¨ªa del Pueblo, el organismo a cargo de prevenir las torturas en el pa¨ªs. Los defensores en cada provincia son los ¨²nicos a los que les han permitido ingresar a las c¨¢rceles por mandato legal, aunque igual han reportado incidentes para hacer su trabajo. Desde febrero la Defensor¨ªa alert¨® a las autoridades de lo que ocurr¨ªa en algunos centros. ¡°Les dijimos que los privados de libertad no estaban recibiendo la alimentaci¨®n que correspond¨ªa a las calor¨ªas b¨¢sicas que necesitan¡±, dice Rodrigo Varela, coordinador de Protecci¨®n de los Derechos Humano de la Defensor¨ªa del Pueblo. Pero las instituciones del Gobierno no tomaron medidas para evitarlo. Durante las visitas que han realizado desde la vigencia del Estado de excepci¨®n, los testimonios tambi¨¦n evidencian las torturas que han descrito Luis y Ricardo en diferentes c¨¢rceles del pa¨ªs. ¡°Toda esa informaci¨®n la hemos enviado a la Fiscal¨ªa que es la que deber¨¢ determinar si hubo o no torturas, y si los agentes ah¨ª presentes cometieron o no tortura¡±, se?ala Varela.
Los presos siguen incomunicados. Las visitas est¨¢n prohibidas desde hace cinco meses. Ni siquiera les han permitido una llamada telef¨®nica y en la puerta de la Penitenciar¨ªa la informaci¨®n es escasa. ¡°Preguntamos por ellos y nos dicen que s¨ª est¨¢n, pero sin tener certezas de que est¨¢n vivos¡±, responden en coro varias mujeres que esperan un milagro: verlos. Ante el silencio de las autoridades, los familiares se plantan afuera todo el d¨ªa a esperar a que los liberados les cuenten lo que est¨¢ pasando intramuros. As¨ª se han enterado de las torturas, que tambi¨¦n hay un brote de tuberculosis, que los enfermos con patolog¨ªas graves no son atendidos a tiempo y que la mayor¨ªa tiene sarna o abscesos en la piel. Ricardo ya ha salido del ¡°infierno¡±, pero todav¨ªa hay muchos ah¨ª dentro.
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