Democracia americana
Lo urgente en el continente es fortalecer el Estado, asegurar el funcionamiento eficaz y respetuoso de sus instituciones y vertebrar el sistema representativo de las fuerzas pol¨ªticas en el m¨¢s exquisito respeto del pluralismo
Que las democracias sufren en todo el mundo es cosa sabida. Que solo un 30% de la poblaci¨®n del mundo se gobierne bajo estas reglas produce tristeza y preocupa constatar que la calidad de su aplicaci¨®n se deteriora en todas partes.
Pero si hay un continente donde estos s¨ªntomas est¨¢n produciendo sucesivos esc¨¢ndalos que ponen en evidencia los peores signos de la crisis democr¨¢tica es en el continente americano. Empecemos por los Estados Unidos, cuna de las democracias modernas, ejemplo de checks and balances, es decir, de potentes contrapoderes al Ejecutivo y una de las sociedades m¨¢s firmemente ancladas en los pilares del Estado de derecho. Los sucesos de enero de 2021, el asalto al Capitolio, como colof¨®n de dos meses de abierto cuestionamiento al escrutinio electoral, fueron la violaci¨®n m¨¢s flagrante de la regla fundamental de la democracia: la alternancia y la aceptaci¨®n de la derrota.
El mismo y grav¨ªsimo comportamiento se produjo despu¨¦s en Brasil dos a?os despu¨¦s y se est¨¢ produciendo ahora mismo en Venezuela. Pero en Estados Unidos y en Brasil el sistema institucional resisti¨® y la voluntad popular expresada en las urnas fue respetada. En Venezuela no. All¨ª el Gobierno ha falseado esa voluntad, la ha manipulado y se ha atribuido una victoria electoral que no se corresponde con lo que el pueblo vot¨®. Para hacer semejante trampa necesitaba controlar todos los poderes en juego: el Comit¨¦ Electoral, el Poder Judicial y, por supuesto, despu¨¦s la Polic¨ªa y las Fuerzas Armadas para reprimir las protestas.
Todo parece indicar que el r¨¦gimen se endurece y se mete en la cueva de su soledad, integrando as¨ª, junto a Cuba y Nicaragua, el tri¨¢ngulo de una izquierda totalitaria que no deber¨ªamos siquiera llamar izquierda. Siempre he pensado que el socialismo es libertad y que, sin ella, las aspiraciones de justicia e igualdad que lo caracterizan son coartadas totalitarias.
Pero no acaban ah¨ª las inquietudes democr¨¢ticas. Muchas sociedades latinoamericanas viven fen¨®menos populistas que lesionan sus democracias. Estamos hablando de reg¨ªmenes electorales y de presidencias de Gobierno obtenidas en plenitud democr¨¢tica, cumpliendo todas las reglas, que, sin embargo abusan de su poder y/o lesionan la separaci¨®n de poderes.
La pol¨ªtica represiva contra la violencia en El Salvador est¨¢ resultando eficaz en primera instancia (m¨¢s dudosa en el largo plazo) y se comprende as¨ª el apoyo electoral recibido, pero eso no nos impide destacar el enorme retroceso moral que impone una vulneraci¨®n tan flagrante de los principios jur¨ªdicos procesales que el mundo hab¨ªa conquistado en el ¨²ltimo siglo. Es muy preocupante que la delicada l¨ªnea que separa seguridad de libertad est¨¦ siendo arrasada por la primera y que derechos humanos fundamentales est¨¦n siendo pisoteados por el Estado.
Puede parecer m¨¢s democr¨¢tico decir que la justicia emana del pueblo y que por eso a los jueces debe elegirlos la ciudadan¨ªa, pero es un principio populista como la copa de un pino.
La principal virtud de la justicia es la independencia, es decir, no estar sometida a ninguna presi¨®n y aplicar la ley con objetividad y justicia. Trasladar la elecci¨®n de los jueces al juego partidario, a trav¨¦s de las listas de candidatos que ser¨¢n sometidas a la ciudadan¨ªa, es meter a los jueces en un engranaje de intereses espurios y poner con ello a todo el sistema judicial en el escaparate de la dependencia pol¨ªtica.
Es otro populismo, pero no menos censurable, aquel que se apropia de la libertad y la niega a los dem¨¢s. ¡±???La libertad, carajo???¡±, como si esa condici¨®n de dignidad humana y democracia solo la garanticen desde una derecha iliberal e individualista, que olvida las dimensiones corresponsables a su ejercicio. Se trata de un nuevo autoritarismo que concibe la libertad como una facultad ilimitada, ajena a la existencia del otro, que desprecia los v¨ªnculos con la colectividad y que se afirma sobre la competitividad y la autosuficiencia.
Es verdad que estas tentaciones autoritarias tambi¨¦n nos afectan. Basta ver a algunos l¨ªderes de la ultraderecha europea y observar las peligrosas tendencias antimigratorias que est¨¢n imponiendo algunos partidos que han alcanzado el poder en pa¨ªses tan importantes como Italia, Hungr¨ªa, Pa¨ªses Bajos, Croacia ,Finlandia ,Eslovaquia y me temo que pronto en Austria.
Pero en Am¨¦rica Latina hay otras circunstancias que colocan el debate democr¨¢tico en el centro del debate pol¨ªtico. Dos de ellas merecen especial menci¨®n. La primera es el narcotr¨¢fico y sus poderosas bandas. La extensi¨®n hacia el sur del continente de sus organizaciones criminales acent¨²a las enormes dificultades de los Estados para enfrentarse a su mort¨ªfera ley: ¡±O plata o plomo¡±. La experiencia nos demuestra que el narco es como una termita destructora de las instituciones y del orden democr¨¢tico. Su met¨¢stasis, ataca, junto a la corrupci¨®n, al n¨²cleo de la legitimidad democr¨¢tica: la confianza en las instituciones y en los partidos que la vertebran.
La otra, es la debilidad macroecon¨®mica de la mayor¨ªa de los Estados latinoamericanos. La capacidad del Estado para enfrentar retos estructurales de esas sociedades (formalidad laboral, interconectividad digital, baja productividad, etc¨¦tera, condiciones todas ellas de crecimiento y redistribuci¨®n) es muy d¨¦bil porque su ingreso fiscal es muy bajo. Unas clases medias, nacidas en la primera d¨¦cada de este siglo, reclaman mejores servicios p¨²blicos en justicia, seguridad, sanidad y educaci¨®n y al no recibirlos, su confianza en la democracia se resquebraja. Hay, por ello, un problema serio de eficacia de los Gobiernos democr¨¢ticos, que deben legitimarse en funci¨®n del ¨¦xito en la gesti¨®n de estos elementos b¨¢sicos.
Am¨¦rica Latina tiene raz¨®n en pedir a la comunidad internacional una soluci¨®n distinta al problema del narcotr¨¢fico. Pero mientras llega, lo urgente es fortalecer el Estado, asegurar el funcionamiento eficaz y respetuoso de sus instituciones y vertebrar el sistema representativo de sus fuerzas pol¨ªticas, en el m¨¢s exquisito respeto del pluralismo pol¨ªtico y de las libertades democr¨¢ticas.
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