Crisis, ¨¦xodos y or¨¢culos en la calle Amargura de La Habana
En Cuba crece el ansia por emigrar y algunos vecinos de la isla no le ven final a las penurias provocadas por la crisis
Me encuentro a L¨¢zaro en la calle Amargura, cerca de la plaza de San Francisco, en La Habana Vieja, y me dice a la oreja en plan or¨¢culo: ¡°Se ver¨¢n cosas¡±.
L¨¢zaro es un fil¨®sofo de la calle, un viejo amigo, y como su propio nombre indica es devoto del santo milagrero de las llagas y los perros, el Babal¨² Ay¨¦ de la Regla de Och¨¢, o santer¨ªa, al que piden favores y pagan promesas hasta los cubanos m¨¢s ateos y comunistas, que no es su caso. Me anima a que subamos hacia la Plaza del Cristo y, de camino, escuchemos a la gente hablar. Lo hacemos. ¡°F¨ªjate que todo el mundo anda en lo mismo, quej¨¢ndose de lo mal que est¨¢ la cosa¡±, comenta. Y otra vez, bajito, se pone enigm¨¢tico: ¡°Abre bien los ojos, que las decadencias son bellas¡±.
Dice que ahora que en Cuba crece el ansia por emigrar, y que a las penurias provocadas por la crisis no se les ve final, y que ¡°despu¨¦s de que pasaron las protestas del 11 de julio vino el 15-N y no pas¨® nada¡±, y que ni con dos salarios alcanza para llegar a fin de mes, y que ¡°a tres semanas de A?o Nuevo el kilo de carne de puerco cuesta ya la cuarta parte del salario m¨ªnimo¡±, y que ¡°ni si siquiera fumando se puede lidiar con la ansiedad pues han puesto los cigarros en MLC [Moneda Libremente Convertible]¡±, su pron¨®stico es que pronto en Cuba ¡°vamos a quedar muy pocos¡±.
Le digo que exagera. Pero me rebate. Nicaragua, explica, acaba de eliminar el visado de entrada al pa¨ªs para los cubanos. Cada d¨ªa cientos de personas se arremolinan en el centro de negocios de La Habana ante las oficinas de las aerol¨ªneas que vuelan a Managua tratando de adquirir un pasaje, ¡°que puede costar la friolera de 1.800 d¨®lares, o m¨¢s¡±, asegura. Pese a todo, insiste, la gente hace cola hasta de madrugada ¡°con la esperanza de coger un turno y largarse, aunque sea a Nicaragua, imag¨ªnate t¨²¡±.
En este punto de la conversaci¨®n a L¨¢zaro le entra el orgullo y asegura que tiene ¡°un master¡± en ¨¦xodos diversos y crisis nacionales. ¡°Vale la pena escuchar mi experiencia y darme voz¡±, demanda.
Y vale, accedo. Lo primero que hace es pasar revista... Recuerda di¨¢sporas como la de Camarioca (1965), que dio lugar a un puente a¨¦reo entre Cuba y EEUU que dur¨® hasta 1973, intervalo en el que 260.00 personas abandonaron el pa¨ªs en los llamados Vuelos de la Libertad. En 1980 lleg¨® el ¨¦xodo del Mariel, luego de la toma de la embajada del Per¨² en La Habana por 10.000 cubanos que quer¨ªan salir de la isla, ¡°uno de los cuales hasta se comi¨® al loro del embajador¡±, cuenta L¨¢zaro. Entonces 125.00 personas ¡ªlos famosos marielitos¡ª llegaron a Estados Unidos.
Tras la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y del campo socialista, en el verano de 1994 lleg¨® la crisis de las balsas, estampida producida en medio de las miserias del Periodo Especial y luego de las protestas del maleconazo, tras las cuales Fidel Castro permiti¨® a los balseros partir hacia el norte sin restricciones. ¡°Hasta ese momento, la ¡®salida ilegal del pa¨ªs¡¯ era un delito penado de uno y cuatro a?os c¨¢rcel¡±, puntualiza, y se?ala que durante aquella crisis fueron 35.000 los cubanos que se lanzaron al mar en fr¨¢giles embarcaciones y balsas hechas de poliespuma o neum¨¢ticos.
Sea por lo que sea, en la esquina de la calle Aguacate, L¨¢zaro se inspira: ¡°Aquella era la ¨¦poca del hambre, los apagones eran de 12 horas diarias, en las noticias se recomendaba comer flores y se propon¨ªan recetas como picadillo de c¨¢scara de pl¨¢tano, y como no hab¨ªa desodorante la gente se pon¨ªa leche de magnesia en el aler¨®n para no apestar¡¡±. Un vecino suyo, recuerda, fabric¨® la proa de su balsa con la madera del techo de la casa. Otro secuestr¨® una lancha de pasajeros en la bah¨ªa simulando una boda, ¡°y en el pastel de cumplea?os llevaba la pistola¡±. Y un conocido hizo un buen negocio ¡°vendiendo pan con queso, bengalas y chalecos salvavidas¡± a los que se iban por el poblado marinero de Cojimar. No es que hoy la situaci¨®n sea igual que entonces, aclara. ¡°Pero esta crisis aprieta cada vez m¨¢s y la gente no ve la luz por ninguna parte¡±.
Nos sentamos en la plaza del Cristo. L¨¢zaro, que adem¨¢s de ser un m¨¦dium del pulso popular de La Habana es una enciclopedia de sus calles, cuenta la historia de la de Amargura, por donde hemos caminado. Resulta que se trata de una de las m¨¢s antiguas de la ciudad y era una especie de v¨ªa sacra que actuaba como v¨ªa crucis en las procesiones del Corpus Christi y en Semana Santa, adem¨¢s de ser ¡°recorrida por los navegantes que, salvados de los peligros del mar, llevaban sus ofrendas al Santo Cristo del Buen Viaje¡±. Lo explica, y aventura socarr¨®n: ¡°como sigan as¨ª las cosas, esta calle de nuevo se va poner de moda¡±.
M¨¢s que hablar del presente y el futuro, L¨¢zaro prefiere referir una an¨¦cdota del pasado ¡°y que luego cada cual saque sus conclusiones de hasta adonde podemos llegar¡±. Lo que cuenta sucedi¨® a comienzos de los a?os noventa, al empezar el Periodo Especial, y su protagonista es un joven llamado Danielito que hab¨ªa tratado de irse del pa¨ªs en balsa en varias ocasiones. ¡°Fueron varias intentonas frustradas, hasta que por fin, con un amig¨®, logro fabricar una artefacto flotante con dos neum¨¢ticos de cami¨®n comprados en el mercado negro¡±. Con una br¨²jula, un garraf¨®n para guardar 20 litros de agua y algunas conservas, ambos se echaron al mar una madrugada desde la costa de Cojimar.
Todo fue bien hasta al cuarto d¨ªa de traves¨ªa, cuando apareci¨® una embarcaci¨®n del servicio de Guardafronteras de Cuba y los detuvo. Como su amigo era recluta del ej¨¦rcito, fueron juzgados por el Tribunal Militar de Quiebrahacha, que les conden¨® a un a?o de c¨¢rcel. ¡°Sin embargo, cumplir la condena no le result¨® f¨¢cil. Le dijeron en el Tribunal que por la escasez de combustible no pod¨ªan llevarle a la c¨¢rcel, y que deb¨ªa presentarse por sus propios medios en el plazo de 10 d¨ªas¡±. La granja-prisi¨®n estaba en Quivican, un pueblo situado a unos 40 kil¨®metros de La Habana. ¡°Aunque era cerca, tard¨® varias horas en llegar, pues ya por entonces las guaguas eran una trampa mortal. Cuando por fin estuvo delante de uno de los jefes del presidio, el hombre le pregunt¨® que d¨®nde estaba la carta. ¡®?Qu¨¦ carta?¡¯, respondi¨® Danielito, y el guardi¨¢n se encogi¨® de hombros: ¡°Sin la carta del Tribunal no te puedo meter preso. Ven cuando la tengas¡±. Danielito se fue resignado a casa a esperar por el famoso documento, pero los papeles tardaron tanto que en el inter¨ªn construy¨® una nueva balsa. Y le volvieron a capturar. ¡°La condena esa vez fue de dos a?os y entonces s¨ª apareci¨® el combustible para encerrarlo¡±. Pero Danielito no ocult¨® sus planes en la prisi¨®n: ¡°se puso a estudiar ingl¨¦s. Y despu¨¦s vino la crisis de las balsas¡±.
Han pasado 20 a?os desde entonces. Y mientras vemos a la gente hacer cola y pasar atribulada por la plaza del Cristo, L¨¢zaro vuelve al mismo punto de cuando nos encontramos en Amargura: ¡°ten los ojos bien abiertos, que se ver¨¢n cosas¡±.
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