?Y si Milei se convierte en un nuevo Fujimori?
El presidente argentino plantea un ¡®shock¡¯ econ¨®mico y exige concentrar todo el poder con una idea de fondo: ¨¦l es el pueblo, el Congreso es la casta. La deriva natural es un choque de legitimidades de final incierto
![Javier Milei Fujimori](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/ERF6SYB4YYATVSD5NQCY6AQHKA.jpg?auth=1c77f7e2ab4274cc610cddd31ce0f0d0f67904a14b2dd0ac659f18fa07686073&width=414)
Es martes por la noche. Desde el despacho presidencial de la Casa Rosada, con toda la pompa que da el poder en un pa¨ªs muy presidencialista como Argentina, Javier Milei arquea las cejas durante su ¨²ltima entrevista del a?o, y suelta la bomba. Si el Congreso no le aprueba el megadecreto con el que cambia m¨¢s de 300 leyes sin ning¨²n tipo de discusi¨®n con nadie, llamar¨¢ a una consulta popular, un plebiscito. El pueblo contra el Congreso. Un cl¨¢sico del populismo. ¡°Que me expliquen por qu¨¦ el Congreso se pone en contra de algo que le hace bien a la gente. Porque la gente entendi¨® bien, ?eh?¡±. Milei, que ahora tiene mucho apoyo popular, quiere aplastar con ¨¦l cualquier discrepancia, cualquier contrapoder. Por si no quedara claro, Milei remata acusando de corruptos a todos los que apuestan por debatir una reforma descomunal que da un giro completo a todo el sistema econ¨®mico argentino. ¡°A esos que les gusta tanto la discusi¨®n, discutir la coma, es porque est¨¢n buscando coimas [sobornos]¡±.
Al d¨ªa siguiente, Milei env¨ªa una ley ¨®mnibus en la que exige al Congreso que le d¨¦ todos los poderes en las cosas que no puede, por la Constituci¨®n, cambiar por decreto: pol¨ªtica fiscal, leyes electorales, privatizaciones, derechos fundamentales ¨Cla norma obliga a pedir permiso al Gobierno, que lo podr¨¢ denegar, para cualquier ¡°reuni¨®n o manifestaci¨®n¡± en la calle a partir de tres personas¨C. Milei exige que le dejen gobernar sin el Congreso, sin ning¨²n contrapoder, sin oposici¨®n.
El hilo conductor de su visi¨®n es muy claro: el presidente representa al pueblo, con su 56% de apoyo electoral, y el Congreso es la casta. Si algo va mal ¨Cy la inflaci¨®n a¨²n m¨¢s disparada que antes con las primeras medidas de Milei indica que muchas cosas ir¨¢n mal para millones de argentinos en los pr¨®ximos meses¨C ser¨¢ culpa del Congreso. Lo cierto es que Milei tiene un amplio apoyo popular, como sucede casi siempre tras una victoria electoral, y quiere aprovechar este momento de idilio para reventar cualquier oposici¨®n pol¨ªtica, sindical o social.
La pol¨ªtica tradicional argentina, refugiada en el Congreso y las provincias, transmite una clara sensaci¨®n de susto. Milei amenaza con echarles a ¡°la gente¡± encima, y nadie quiere ponerse frente a esa ola. Algunos de esos pol¨ªticos y sindicalistas conf¨ªan en que el tiempo har¨¢ su trabajo, y ¡°la gente¡± ir¨¢ abandonando a Milei a medida que vea los devastadores efectos de sus medidas sobre su vida cotidiana. Argentina est¨¢ en pleno verano, muchos est¨¢n de vacaciones, pero el momento de la verdad vendr¨¢ en marzo, cuando vuelva la actividad normal, conf¨ªan los que preparan la oposici¨®n a Milei.
El problema de fondo est¨¢ muy estudiado y descrito en el libro C¨®mo mueren las democracias (Ariel) de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, dos profesores de Harvard. En el texto se analizan muchos casos de populismos y conflictos de legitimidades, como el que est¨¢ planteando Milei en Argentina, pero hay uno que se le parece especialmente, con algunas diferencias sustanciales, claro, porque toda comparaci¨®n es excesiva: el de Per¨². Alberto Fuijimori era, como Milei, un outsider de la pol¨ªtica que en un a?o cre¨® un partido y logr¨® ganar las elecciones de 1990 nada menos que a Mario Vargas Llosa, el premio Nobel peruano. Hasta las cifras se parecen. Milei logr¨® el 30% en primera vuelta y el 56% en la segunda. Fujimori el 29,9% y el 62% en la segunda en 1990.
Los dos ten¨ªan el mismo problema: como en Estados Unidos, los diputados se eligen en parte en elecciones intermedias, en las que a¨²n no eran nadie, y una parte en esa primera vuelta, en la que ninguno de los dos arras¨®. Por eso Fujimori ten¨ªa solo 32 de las 180 curules en la C¨¢mara de Diputados y 14 de 62 en la de Senadores en 1990. Milei controla directamente solo 38 de los 257 diputados y siete de los 72 senadores de Argentina, aunque puede contar con algunos m¨¢s gracias al apoyo de Mauricio Macri. Fujimori tard¨® nueve d¨ªas en anunciar sus medidas ultraliberales, que supusieron una gran devaluaci¨®n, privatizaciones, liberalizaciones y un fuerte empobrecimiento de los peruanos para controlar la inflaci¨®n desbocada (2.775% en Per¨² entonces, 150% en Argentina antes del cambio). Milei tard¨® cinco d¨ªas. Se habl¨® de Fujishock, y la palabra shock es ahora la m¨¢s repetida en Buenos Aires.
El presidente logr¨® un enorme apoyo popular y lo aprovech¨® para cargar contra el Congreso. Asustados y con una imagen de la pol¨ªtica muy desgastada, los diputados peruanos le dieron poderes especiales al muy popular Fujimori, pero no le bast¨®. Hab¨ªa un gran elemento diferenciador que por suerte Argentina no tiene: el terrorismo de Sendero Luminoso. La mano dura de Fujimori contra ellos le hizo a¨²n m¨¢s popular y despu¨¦s de meses culpando al Congreso de todos los males, decidi¨® cerrarlo en 1992 con un autogolpe. Y ya nadie lo pudo parar hasta el a?o 2000. Antes se hab¨ªa encargado de destruir a los sindicatos, para debilitar la protesta social, y de machacar el sistema pol¨ªtico peruano, que nunca consigui¨® recuperarse y a¨²n sigue penando con una extrema debilidad de los partidos y una inestabilidad permanente que llev¨® al papa Francisco a preguntar en 2018, cuando visit¨® Lima: ?qu¨¦ pasa en el Per¨² que todos los presidentes acaban en la c¨¢rcel?
La pregunta ahora es si Milei querr¨¢ seguir esa estela de enfrentamiento con el Congreso hasta convertirse en un nuevo Fujimori, o si parar¨¢ antes o le har¨¢n parar. Argentina y Per¨² son dos pa¨ªses muy diferentes, por historia, por estructuras sociales, por realidades econ¨®micas. En Per¨², los sindicatos ya estaban d¨¦biles cuando lleg¨® Fujimori, que los remat¨®. En Argentina est¨¢n entre los m¨¢s poderosos del mundo. Los partidos en Per¨² ya estaban muy tocados en 1990 ¨Ceso permiti¨® que la segunda vuelta fuera en realidad entre dos outsiders como Fujimori y Vargas Llosa¨C. El peronismo sale herido de las elecciones, pero a¨²n conserva mucha fuerza y poder local: gobierna la colosal provincia de Buenos Aires.
Adem¨¢s en Argentina hay muchos m¨¢s contrapoderes, entre ellos algunos sectores de la prensa, incluida la conservadora, que est¨¢n formulando una pregunta que vale para Argentina pero tambi¨¦n para quienes en Espa?a ¨Cincluido ir¨®nicamente el propio Vargas Llosa¨C apoyan ciegamente a Milei: ?qu¨¦ pasar¨ªa si Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner hubiera cambiado 300 leyes con un solo decreto sin consultar con nadie? ?Qu¨¦ pasar¨ªa si Pedro S¨¢nchez exigiera al Congreso plenos poderes para cambiar por decreto y sin pandemia alguna los derechos fundamentales de protesta, la ley electoral o la pol¨¦mica ley de amnist¨ªa? Tanto Fern¨¢ndez de Kirchner como S¨¢nchez, como otros l¨ªderes pol¨ªticos, hicieron y hacen muchos decretos. Abusan abiertamente de ellos. Pero nadie le hab¨ªa dado la vuelta al pa¨ªs en un solo decreto que cambia todo sin ning¨²n tipo de consulta a sindicatos ¡ªque ya han convocado un paro nacional¡ª, empresarios o sectores afectados, ni hab¨ªa pedido dos a?os ¨Cprorrogables a cuatro¨C de barra libre para gobernar sin oposici¨®n.
Es poco probable pues que Argentina siga el camino de Per¨², porque los contrapoderes son m¨¢s fuertes. Pero la dial¨¦ctica que plantea Milei es muy parecida a la del primer Fujimori, y ambos contaron con mucho apoyo popular para romper cualquier tipo de oposici¨®n. La pregunta es hasta cu¨¢ndo. Hacer previsiones en Argentina implica siempre equivocarse, como acaba de demostrar Milei col¨¢ndose en la Casa Rosada ante la mirada at¨®nita de la desacreditada clase pol¨ªtica tradicional. Pero todo indica que la prueba de fuego llega en marzo, cuando acabe el verano. Hasta entonces, prep¨¢rense para un shock permanente que no deja tiempo siquiera para analizar las dimensiones del desaf¨ªo de un hombre que cuida siempre los gestos y arranc¨® su mandato con uno muy claro: su primer discurso fue en la calle, dando la espalda al Congreso, y no dentro, ante los diputados, como era habitual. Sabemos c¨®mo empieza. Falta saber c¨®mo acaba.
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![Carlos E. Cu¨¦](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fauthor-service-images-prod-us-east-1.publishing.aws.arc.pub%2Fprisa%2F35683851-55a3-44ad-8025-61c5ecde4884.png?auth=8f15090c952d64e69ae69b7ae4e13c79ed19f4d485db931ee5408781d85ab3a2&width=100&height=100&smart=true)