El libro que Harper Lee no pudo terminar
¡®Horas cruentas¡¯, de la periodista de ¡®The New Yorker¡¯ Casey Cep, relata la historia de la obra inconclusa de la autora de ¡®Matar a un ruise?or¡¯. ¡®Babelia¡¯ adelanta un cap¨ªtulo del ensayo, que vendi¨® 125.000 copias en Estados Unidos y fue escogido por Barack Obama como uno de los libros de 2019
Aquello era ins¨®lito: Maryon Pittman Allen no encontraba un ejemplar de To Kill a Mockingbird [Matar a un ruise?or] en todo Washington. Maryon era la segunda esposa de James Browning Allen, reci¨¦n nombrado senador del gran estado de Alabama, y como tal no solo le compet¨ªa asistir a la comida oficial de las Damas del Senado, sino adem¨¢s agasajar a la primera dama de Estados Unidos, Rosalynn Carter, con un libro representativo de su tierra natal. Allen ten¨ªa muy claro qu¨¦ libro deb¨ªa llevarle, puesto que no hab¨ªa en Alabama historia m¨¢s famosa que la de las aventuras de Scout, un aut¨¦ntico chicazo, y de su padre, un heroico abogado llamado Atticus Finch. Pero aunque por aquel entonces se publicaban tiradas millonarias de la novela de Nelle Harper Lee, Allen no encontraba ni uno a la venta en la capital de la naci¨®n.
Allen ten¨ªa la edad de Lee y ambas hab¨ªan abandonado la carrera en la Universidad de Alabama m¨¢s o menos por la misma ¨¦poca. Lee hab¨ªa empezado a estudiar Derecho y lo dej¨® para escribir; Allen se hab¨ªa matriculado en Periodismo y lo dej¨® para tener hijos. Su primer matrimonio no prosper¨® y ten¨ªa tres bocas que alimentar, conque se puso a trabajar de reportera en unos cuantos diarios de los alrededores de Birmingham. As¨ª conoci¨® a su segundo marido, James Browning Allen, por entonces vicegobernador, viudo y con dos hijos. Cuando iba a entrevistarlo para un reportaje, oy¨® repicar las campanas de una iglesia y pens¨® que ojal¨¢ no fuera una se?al, pero a los cuatro meses se hab¨ªan casado y cuatro a?os despu¨¦s se trasladaron a Washington para que ¨¦l ocupase su esca?o en el Senado de Estados Unidos. Allen no quer¨ªa darle mucho bombo a su papel de dama del Senado, pero tampoco quer¨ªa dejar mal a su marido ni a su estado. Por eso estaba decidida a llevarle a la se?ora Carter el obsequio apropiado. Y como no encontraba el libro, se puso a buscar a su autora.
Allen y Lee ten¨ªan un amigo en com¨²n de los tiempos de Tuscaloosa, as¨ª que pens¨® que tal vez ¨¦l supiera c¨®mo localizarla. En el estado casi todo el mundo habr¨ªa reconocido la voz de John Forney, y para la mitad de sus admiradores de Alabama era la voz de Dios: Forney llevaba m¨¢s de una d¨¦cada retransmitiendo los partidos del Crimson Tide.
¡ªJohn ¡ªdijo Allen cuando el locutor deportivo descolg¨® el tel¨¦fono¡ª, ?sabes por d¨®nde anda Nelle Lee? Tengo que conseguir como sea un ejemplar de su libro.
En cuanto le explic¨® por qu¨¦, Forney le revel¨® que Lee estaba en Alexander City.
Allen conoc¨ªa bien Alex City; su primer marido hab¨ªa nacido y se hab¨ªa criado all¨ª. En la ¨¦poca en que ella viv¨ªa con su madre en una tienda a la orilla del Misisipi mientras su padre constru¨ªa diques de contenci¨®n en el r¨ªo, su exsuegro se codeaba con los senadores del estado. Despu¨¦s, J. Sanford Mullins se instal¨® en Alex City para ejercer la abogac¨ªa durante tres d¨¦cadas. Que Allen recordara, en la comarca del lago Martin lo m¨¢s emocionante que pod¨ªa ocurrir era que su exsuegro se subiera a la caja de una camioneta para pronunciar uno de sus discursos, soflamas indefectiblemente tempestuosas que atra¨ªan p¨²blico de tres condados. Pero el Mago de la Oratoria de Channahatchee Creek ya hab¨ªa muerto tiempo atr¨¢s, as¨ª que no se le ocurr¨ªa qu¨¦ podr¨ªa haber en el condado de Tallapoosa que hubiera suscitado el inter¨¦s de una escritora de fama internacional.
¡ª?Se puede saber ¡ªle pregunt¨® Allen a Forney desconcertada¡ª qu¨¦ hace en Alex City?
Lee hab¨ªa ido a escribir, le dijo Forney, y si le daba un poco de tiempo, tratar¨ªa de localizarla. Al cabo de unas horas, Forney la llam¨® y le dijo que la hab¨ªa encontrado en el motel Horseshoe Bend (igual ella lo conoc¨ªa, un edificio hexagonal junto a la Highway 280) y que la escritora lo autorizaba a darle su n¨²mero de tel¨¦fono privado.
¡ªCualquiera dir¨ªa que hab¨ªa ido all¨¢ a esconderse entre los ¨¢rboles ¡ªrecuerda Allen¡ª, pero consegu¨ª el n¨²mero secreto y estuvimos m¨¢s de una hora de ch¨¢chara.
Como Allen pens¨® que igual Lee sab¨ªa algo de su exsuegro, hablaron de abogados de pueblo, y como Lee era lectora habitual de la columna que Allen vend¨ªa a trav¨¦s de una agencia de prensa, Reflexiones de una plumilla, hablaron de periodismo. Cuando Allen por fin le pudo preguntar qu¨¦ hac¨ªa en Alex City, la escritora no le revel¨® gran cosa, salvo que llevaba all¨ª unos meses, y que andaba trabajando en algo relacionado con un sacerdote vuduista. Lo que tambi¨¦n le dijo es que se encargar¨ªa de que le llegara un ejemplar de su novela a la capital de la naci¨®n antes del 15 de mayo de 1978, a tiempo para la comida.
Fiel a su palabra, Lee le mand¨® una primera edici¨®n del libro, con la dedicatoria en portada ¡°Para Rosalynn Carter¡±, junto con un vers¨ªculo del libro de los Proverbios: ¡°Sus caminos son caminos deleitosos y todas sus sendas, paz¡±. La se?ora Allen se lo entreg¨® a la se?ora Carter en la comida de las Damas del Senado, que por otra parte result¨® ser la ¨²ltima a la que asisti¨® la esposa del senador. Dos semanas m¨¢s tarde, mientras Maryon y su marido veraneaban en Alabama, este falleci¨® por un infarto card¨ªaco en su casa de la playa de Gulf Shores. No mucho despu¨¦s, el gobernador George Wallace le asign¨® a la viuda el puesto de su marido, convirti¨¦ndola en la segunda mujer del estado que ocupaba un esca?o en el Senado. Abrumada tanto en lo personal como en lo profesional, se olvid¨® por completo de la ganadora del premio Pulitzer que se hab¨ªa escondido en el motel Horseshoe Bend.
Era f¨¢cil olvidarse de Harper Lee por entonces. Hac¨ªa dieciocho a?os que hab¨ªa salido To Kill a Mockingbird y durante todo ese tiempo Lee no hab¨ªa publicado pr¨¢cticamente nada m¨¢s. Tres ensayos breves para dos revistas ilustradas, dos notitas biogr¨¢ficas que eran favores para su amigo Truman Capote y una receta sat¨ªrica de torta de chicharrones para un novedoso libro de cocina. En casi dos d¨¦cadas fueron esos los ¨²nicos textos que alumbr¨®. No hubo una segunda novela que siguiera a la primera, ni concedi¨® una entrevista en catorce a?os. La ¨²ltima vez que accedi¨® a que se la citase en la prensa fue por otro favor a Capote. En 1976, este le pidi¨® que lo acompa?ara durante una entrevista para People, que hac¨ªa un reportaje sobre su vida. En ¨¦l solo qued¨® constancia de doce palabras suyas, de las cuales cinco fueron: ¡°Nos une una misma angustia¡±.
Lee se hab¨ªa hecho tremendamente rica con To Kill a Mockingbird, pero nadie lo dir¨ªa viendo la vida que llevaba. Cuando estaba en Nueva York, resid¨ªa en un piso peque?o de alquiler controlado en el Upper East Side; cuando iba a Alabama, se hospedaba en casa de una de sus hermanas, en un rancho modesto de Monroeville, su pueblo natal. Estuviera donde estuviera, rehu¨ªa a la prensa, a los admiradores y a todo lo que sonara a demasiado literario; trataba de vivir como si jam¨¢s hubiera publicado una de las novelas de mayor ¨¦xito en la historia del pa¨ªs. En 1962, el a?o en que se estren¨® la adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica del libro (que le dio a Gregory Peck un ?scar y grab¨® a¨²n m¨¢s en la memoria colectiva de la naci¨®n su retrato de un pueblecito sure?o), Lee le cont¨® a un periodista de The Mobile Register que le hubiera gustado hacer mutis por el foro, que fue en el fondo lo que hizo.
Ahora, sola en un motel en medio de la nada, sin que el mundo se fijara ya en ella, era casi tan libre como lo fue en el pisito en el que escribi¨® To Kill a Mockingbird. Por eso decidi¨® no contarle a Maryon Pittman Allen aquel d¨ªa por tel¨¦fono qu¨¦ hac¨ªa en Alexander City: Harper Lee estaba en Alexander City porque al fin, despu¨¦s de tantos a?os, iba a escribir otro libro.
Horas cruentas. La historia del libro inconcluso de Harper Lee
Traducci¨®n: Mar¨ªa Alonso Seisdedos
P¨¢ginas: 416
Formato: Tapa blanda
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