Herv¨¦ Guibert, la tierra salvaje del hogar
Con el autor franc¨¦s, fallecido de sida en 1991, la autoficci¨®n de las ¨²ltimas d¨¦cadas nace, se reproduce, se desmorona y finalmente se disuelve. En ¡®Mis padres¡¯ escribe sobre sus or¨ªgenes familiares
En la adolescencia se enamora de Terence Stamp, el ¨¢ngel desestabilizador de Teorema de Pasolini. ¡°Me pierden los asesinos¡±, confiesa. Sufri¨® tanto la violencia de sus padres como su amor, y prometi¨® arrancarles los cabellos cuando estuviesen muertos. Una noche se masturba furtivamente mientras escucha a su madre, que le habla desde el camarote adjunto al suyo del barco del padre. Otra noche, presidida por la fiebre y la locura, le suplica un beso en la boca a su progenitora, que huye aterrorizada. ?l la sigue entre las sombras. No vuelve en s¨ª hasta que no se mira al espejo y redescubre su propia imagen. La secuencia condensa en s¨ª misma toda la historia de Edipo y el psicoan¨¢lisis. Sus relaciones con su madre estremecen a veces, pero es m¨¢s interesante el v¨ªnculo con el padre, con el que mantiene, sobre todo en la infancia, una relaci¨®n que sin ser sexual es muy t¨¢ctil y muy carnal, adem¨¢s de sorprendente. Cada cultura establece una gram¨¢tica familiar diferente, y los padres franceses tienden a ser relativamente distantes, por eso sorprende.
Mis padres, el libro que estamos comentando, parece una exploraci¨®n de lo que ya dijo Adam Phillips en su momento, que la familia es el laboratorio en el que los ni?os experimentan los l¨ªmites de su sexualidad y la de sus padres. Como ya dijera la novelista china Chen Ran, ¡°el hogar es una tierra salvaje¡±. En ese sentido, nos hallar¨ªamos ante una familia bastante can¨®nica, lo digo para no equivocar al lector, pues solo quiero indicar que nos encontramos ante un texto honesto y audaz, en las ant¨ªpodas de todos los que dibujan una imagen condescendiente y mistificada del laberinto familiar. Las fuentes narrativas de Mis padres han de buscarse en I remember de Joe Brainard, quiz¨¢ por primera vez, pues es sabido que I remember es el libro que m¨¢s ha repercutido en la narrativa contempor¨¢nea vinculada al recuerdo. Guibert encadena recuerdos, sin atender demasiado a la linealidad, si bien deteni¨¦ndose m¨¢s en ellos que Brainard.
Mis padres conforma un d¨ªptico fundamental con El hombre que no me salv¨® la vida. En el primero habla de su amor con T. (Thierry Jouno) y en el segundo de sus relaciones con Michel Foucault. Es com¨²n que muchos libros, incluso cuando son buenos, dejen un trazo m¨¢s bien fr¨¢gil en la memoria con el paso del tiempo, no me ocurre eso con El amigo que no me salv¨® la vida. Tengo la impresi¨®n de recordarlo bien, porque es una obra desnuda y definitiva sobre una doble agon¨ªa: la del autor y la de Foucault, que fue su amante y en muchos aspectos tambi¨¦n su maestro. En alg¨²n momento la narraci¨®n adquiere un aire b¨¢rbaro y despiadado, cuando refiere peligrosos escarceos sexuales, en plena enfermedad y en plena crisis existencial. Pero lo que m¨¢s conmueve y a la vez hace pensar, es la dignidad ante la muerte que mostr¨® Foucault, cuando ya supo que estaba sentenciado y lo ingresaron en el hospital de la Piti¨¦-Salp¨ºtri¨¨re, tan mentado en la Historia de la locura, por haber sido antes un manicomio. Ah¨ª el esc¨¦ptico Foucault vio la extra?a geometr¨ªa del destino, seg¨²n dijo a sus allegados. Una geometr¨ªa que se teje y se desteje en las profundidades del subconsciente m¨¢s que en la zona esclarecida de la conciencia.
La escritura de Guibert es minimalista y aspira a la limpieza formal, huyendo del barroquismo tanto en los conceptos como en la estructura (de hecho Mis padres ni siquiera tiene estructura), y procura no caer en la tentaci¨®n sentimental. Como le ocurri¨® a Lev¨¦, su obra se diversific¨® desde sus comienzos, y supo desplegar con bastante solvencia su talento en la novela, los guiones de cine, la fotograf¨ªa y las adaptaciones teatrales, si bien lo m¨¢s valioso de su quehacer es su narrativa, anclada en su propia existencia y estrechamente vinculada a su noche personal. Fue generoso hasta la extenuaci¨®n, e intent¨® narrar su propia agon¨ªa en directo, desde la escritura y el v¨ªdeo, sin sucumbir al narcisismo extremo, como creyeron sus enemigos. Guibert quer¨ªa desenmascarar el sida y disipar las sombras que lo rodeaban, y para eso necesit¨® mucho valor y mucha voluntad. Dicho de otra manera: deseaba hacer una autopsia f¨ªsica y psicol¨®gica de la enfermedad tal como va modificando el cuerpo y oscureciendo la mente. Toda una experiencia l¨ªmite, tanto desde el punto de vista literario como vivencial.
Poco antes de morir, sali¨® en el programa televisivo Apostrophes para hablar de El hombre que no me salv¨® la vida. Guibert parece una sombra de s¨ª mismo, y ni siquiera es capaz de sonre¨ªr, pero explica bien su hu¨ªa del sida, de su mismo concepto, hasta que tuvo que enfrentarse crudamente a la verdad, y entonces ya no dud¨®. El resultado fue un libro sobrio y despellejado sobre el crep¨²sculo prematuro de la vida y sobre lo mal que el Estado suele gestionar las crisis sanitarias.
Puede decirse que con Herv¨¦ Guibert la llamada autoficci¨®n francesa de las ¨²ltimas d¨¦cadas nace, se desarrolla, se desmorona y se disuelve finalmente en la muerte. Desde que ¨¦l falleci¨®, tras ingerir un veneno que tard¨® en hacerle efecto, llevamos demasiado tiempo descendiendo a los infiernos del yo, pero pocos con el rigor, el tes¨®n y la belleza que Guibert supo desplegar. Hay algo extremadamente delicado en su ejercicio de la verdad.
Mis padres
Traducci¨®n: Delf¨ªn G¨®mez Marcos
Editorial: Cabaret Voltaire, 2020
Formato: Tapa blanda, 198 p¨¢ginas
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