Apostar sin ¨¦xito por un mismo autor
Peri¨®dicamente, un editor espa?ol se enamora de Will Self y de otros autores de un perfil parecido. Esto es, autores que han tenido m¨²ltiples oportunidades de encontrar lectores en nuestra lengua pero a¨²n no lo han conseguido. Y, pese a ello, no se rinden: ?y si, por fin, hubiera llegado su momento?
Hay escritores con lectores tan valientemente osados como Eliot Rosewater. El estramb¨®tico y cl¨¢sico personaje de Kurt Vonnegut, coprotagonista de las deliciosas El Desayuno de los Campeones y Dios le bendiga, Mr. Rosewater (reeditadas por La Bestia Equil¨¢tera), que no se limitaba a leer apasionadamente todo lo que Kilgore Trout publicaba sino que, cuando pod¨ªa, le echaba una mano. No edit¨¢ndolo, pero s¨ª d¨¢ndole alg¨²n tipo de trabajo. Ofreci¨¦ndole multitudinarias recompensas con aspecto de espejismo. Por ejemplo, un festival dedicado por entero a su desconocida y maltratada obra. Lo que hac¨ªa Eliot era tratar de encontrarle lectores. ?Y lo consegu¨ªa? No, claro, pero, moment¨¢neamente, parec¨ªa que lo hab¨ªa hecho. Y eso para Trout era suficiente. Y para Eliot tambi¨¦n.
Podr¨ªa decirse que Will Self, el tipo que atesora en casa la m¨¢quina de escribir de J. G. Ballard y que se ha convertido, justamente o no, en el mayor experto brit¨¢nico en el mismo ¡ªoh, hay una peque?a guerra al respecto en la que sus detractores creen que ni de lejos ni la relaci¨®n que pudo tener con ¨¦l ni los ecos de la obra de aquel en la suya justifican semejante responsabilidad¡ª, autor de una cada vez m¨¢s compleja e intimidante narrativa, es uno de esos Kilgore Trouts. Y sus distintos editores en Espa?a, de Anagrama a Shangrila, pasando por Mondadori (actual Literatura Random House) y Siruela, adoptan el papel de Rosewaters convencidos de que sus lectores han nacido ahora. No, ahora. S¨ª, justo ahora.
No es el ¨²nico, claro, pero el periplo de su obra, piezas ¨²nicas en cat¨¢logos cada vez m¨¢s minoritarios, lo convierte en un buen ejemplo de Autor en Busca de su Tiempo. Porque la sensaci¨®n es la de que cada nuevo editor que apuesta por ¨¦l lo hace sin mirar atr¨¢s. Es decir, no le import¨® lo m¨¢s m¨ªnimo a Mondadori que Anagrama hubiese apostado ¡ªantes del 2003, a?o de publicaci¨®n de la oscur¨ªsima C¨®mo viven los muertos¡ª sin demasiado ¨¦xito por ¨¦l en hasta tres ocasiones ¡ªPatra?as (1995); Mi idea de la diversi¨®n (1997) y Grandes simios (2000)¡ª, ni a Siruela que, tras su paso por Mondadori, Self desapareciera, literalmente. Que El paraguas acabase en la lista de los nominados al Man Booker fue suficiente para ¨¦sta ¨²ltima ¡ªy quiz¨¢ la raz¨®n principal¡ª para tratar de volver a presentar al lector espa?ol a Self y su perversa y enloquecida prosa, que lo mismo bebe de Martin Amis que de Joseph Heller, de Jonathan Swift que de Philip K. Dick. Y que, sobre todo, es ¨¢cida y no complaciente y, por momentos, incluso desternillante.
Sin embargo, no hubo feeling, o de alguna forma Siruela no supo c¨®mo llegar ese lector que debe de existir pero se esconde de autores como Self. No es, ni mucho menos, un caso ¨²nico. Pongamos algunos ejemplos. Blackie Books intent¨® rescatar, sin ¨¦xito, a Richard Brautigan hace m¨¢s de una d¨¦cada. P¨¢lido Fuego lleva a?os haciendo lo propio con Robert Coover, no tan le¨ªdo como deber¨ªa; su ¨²ltimo intento es un relato, El pr¨ªncipe encantado. Sexto Piso prob¨® suerte con Kurt Vonnegut antes de que La Bestia Equil¨¢tera retomara lo que Anagrama abandon¨®. Joseph Heller y Hubert Selby Jr. tambi¨¦n pasaron por m¨¢s de tres sellos antes de volver a extinguirse. Y Self ha vuelto, claro. Ah¨ª est¨¢ H¨ªgado, la colecci¨®n de cuentos con la que Shangrila vuelve a presentarnos a Self, 25 a?os despu¨¦s de aquel Patra?as.
La editorial sabe que corre un riesgo. Dice Jes¨²s Rodrigo, el nuevo editor de Self en Espa?a, que ha hecho frente al estos d¨ªas lamentablemente pol¨¦mico ¡ªpor otro lado, como siempre¡ª y todopoderoso Wylie, el tambi¨¦n agente de la Nobel Louise Gl¨¹ck, que lo ha hecho ¡°por amor al autor¡±. ¡°Sabemos que hasta ahora no ha funcionado, pero nos gusta much¨ªsimo, y quer¨ªamos probar suerte¡±, dice. As¨ª que contrataron un t¨ªtulo ¡°menos complejo¡±, por lo que consideran ¡°m¨¢s f¨¢cil entrar¡± en el universo del tipo que imagin¨® Londres poblada ¨²nicamente por estresados y est¨²pidos y libinidosos simios, encargaron su traducci¨®n al escritor Rub¨¦n Mart¨ªn Gir¨¢ldez ¡ªexperto en traducciones, por otro lado, complejas¡ª y, como quien vuelve a lanzar el par de dados sobre el tapete, vieron llegar el libro a librer¨ªas hace apenas dos semanas.
Mientras tanto, Self (59 a?os), elegido en 1993 por la revista Granta como uno de los m¨¢s prometedores y pol¨ªticamente incorrectos autores ingleses de su generaci¨®n, sigue publicando peri¨®dicamente una columna en New Statesman ¡ªen una de las ¨²ltimas reconstru¨ªa su periplo como voluntario en refugios para los sin techo¡ª y defini¨¦ndose como un peculiar y maratoniano fl?neur de lo casi horrible ¡ªen 2006, camin¨® desde su casa al aeropuerto de Heathrow, unas nada desde?ables y accidentadas 26 millas, es decir, m¨¢s de 40 kil¨®metros; e hizo lo propio al llegar a Nueva York, caminando desde el JFK hasta su hotel en Manhattan, otros casi 40 kil¨®metros¡ª, sin probar el alcohol ni las drogas ¡ªacaba de publicar un libro de memorias, por cierto, en el que habla ampliamente de sus adicciones, titulado simplemente Will¡ª y siendo acusado de ¡°enfermo mental¡± por alguna de sus ex a trav¨¦s de Twitter.
Y, claro, escribiendo sin parar, mientras fuma ¡ªel tabaco y la cafe¨ªna, dice, son las ¨²nicas ¡°drogas¡± que consume desde que en 1998 dej¨® todo lo dem¨¢s¡ª siempre en pipa. ?Habr¨¢ llegado esta vez Self para quedarse? ?Habr¨¢ llegado Su Momento? Tal vez, porque al menos una cosa es distinta respecto a lo que ocurri¨® en el pasado: las expectativas ¡ªsobre todo, pero no solo, econ¨®micas¡ª, ese gran villano del sector ¡ªen lo que a la literatura entendida como animal salvaje se refiere¡ª, no juegan en su contra esta vez. Como dice Rodrigo, ¡°si funciona medianamente bien¡±, Shangrila se arriesgar¨¢ a completar la ambiciosa trilog¨ªa que inici¨® con El paraguas ¡ªnovela en la que rescataba al doctor Zack Busner, el exc¨¦ntrico militante de la antipsiquiatr¨ªa, que protagoniz¨® Grandes simios, otra de sus novelas y un pu?ado de cuentos¡ª y que culmin¨® hace tres a?os con Phone. Crucemos los dedos para que as¨ª sea, Eliot Rosewaters del mundo.
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