Meterse en jardines
La moda editorial de publicar libros sobre la naturaleza tambi¨¦n ha llegado a esa forma de domesticar el paisaje que ha evolucionado desde la antig¨¹edad a nuestros d¨ªas
Relecturas
Ma?ana fr¨ªa y apesadumbrada, de las que atenebran el alma de quien espera, como aquella ya lejana en que Berta Isla se fija en el extra?o sentado en un banco del peque?o jard¨ªn del cabo Luis Noval, frente a la casa en que a¨²n vive y en la que convivi¨® intermitente con su marido, Tom¨¢s (o Thomas) Nevinson, hasta que ¨¦ste desapareci¨® definitivamente, eso cre¨ªa. Ninguna novela importante ¡ªni de las de ahora ni las del pasado¡ª, ofrece en la primera lectura todo lo que esconden, lo que supone un problema para quienes nos ocupamos, casi siempre presionados por la novedad y el deseo de dar cuenta de ellos enseguida, de los muchos libros que se publican. He vuelto a leer estos d¨ªas Berta Isla (Alfaguara, 2017), quiz¨¢s por el deseo de refrescar mi baqueteada memoria ante el anuncio de que su autor publicar¨¢ dentro de unos meses una nueva novela, de t¨ªtulo Tom¨¢s Nevinson, lo que me hace sospechar que el personaje no est¨¢ todav¨ªa amortizado ni de ¨¦l se ha dicho ya la ¨²ltima palabra.
Esta segunda ¡ªo quiz¨¢s tercera¡ª lectura, tres a?os m¨¢s tarde y muchas novelas despu¨¦s, ha sido necesariamente m¨¢s pausada: me ha permitido relacionar motivos en los que no ca¨ª en la primera, lo que me ha producido un disfrute mayor ¡ª¡±que no se acabe, que dure a¨²n¡±¡ª, y a?orar esas veces en que puedo leer sin prisas, qu¨¦ lujo. Por eso les invito los pr¨®ximos y probables semi-confinamientos navide?os, tan propicios a las (obligadas) ceremonias de interior, a releer aquellas novelas que les gustaron la primera vez y de las que sacar¨¢n m¨¢s jugo en la segunda o tercera o cuarta. Eso pasa con los cl¨¢sicos de ahora y de antes. Y no les digo cu¨¢les porque cada quien sabe los suyos. Y les est¨¢n esperando.
Jardines
Por alguna raz¨®n, siempre que pienso en un jard¨ªn me represento mentalmente no el modelo ingl¨¦s ¡ªen el que sus dise?adores tienen en cuenta, aunque ¡°mejor¨¢ndola¡±, la libertad y la espontaneidad de la naturaleza¡ª, sino el modelo ultra-geom¨¦trico y racionalista del llamado jard¨ªn franc¨¦s, como el que puede verse, con todas sus caracter¨ªsticas exacerbadas hasta el surrealismo, en El a?o pasado en Marienbad (1961), la pel¨ªcula de Alain Resnais (guion de Robbe-Grillet; protagonizada por Delphine Seyring y Giorgio Albertazzi) inspirada parcialmente en La invenci¨®n de Morel (1940), la estupenda novela de Bioy Casares, que tambi¨¦n merece relectura. La moda editorial de publicar libros sobre la naturaleza ¡ªuna de las muchas consecuencias de la mayor sensibilidad de la gente hacia los desastres medioambientales del Antropoceno¡ª, tambi¨¦n ha llegado a los jardines, esa forma de domesticar el paisaje que ha evolucionado, desde la antig¨¹edad m¨¢s remota a nuestros d¨ªas al ritmo de la civilizaci¨®n, como desarrollaba maravillosamente Michel Baridon en los tres vol¨²menes de Los jardines (Abada, 2004-2008).
En las ¨²ltimas semanas me han llegado dos libros muy diferentes sobre ese inagotable tema que recomiendo a los interesados. En Un peque?o mundo, un mundo perfecto (Elba), Marco Martella, un jardinero que piensa y vive su oficio, reflexiona sobre el lugar que ocupa el jard¨ªn en nuestro imaginario con ayuda de poetas y narradores que los han amado. Por su parte, Habitar maravillosamente el mundo (Siruela), de Dominique de Courcelles, es un ameno y erudito ensayo sobre ¡°los jardines, palacios y moradas espirituales¡± dise?ados en Espa?a (y, luego, en Am¨¦rica) durante los siglos de Oro, en un intento casi m¨ªstico (expresando la verdad, el bien y la belleza) de crear un mundo en el que naturaleza y cultura se integran en el instante y en la eternidad (a trav¨¦s de poetas, pintores, arquitectos) para percibir mejor la obra de Dios.
Cr¨®nica
Ignoro (en esta ocasi¨®n no logr¨¦ convertir en topo a una aeromoza del vuelo) si, con la lluvia que est¨¢ cayendo incesante sobre la Monarqu¨ªa, Felipe de Borb¨®n y Pablo Iglesias se dirigieron la palabra ¡ªm¨¢s all¨¢ de la cortes¨ªa y dos o tres t¨®picos para salir del paso¡ª en el casi eterno viaje (28 horas, entre ir y volver) a Bolivia que compartieron: un descensus ad inferos (pero por el cielo) en el que seguro que mucho aprendieron de sus respectivos silencios. Ignoro si el Monarca vio alguna pel¨ªcula o ley¨® alguna novela, si es que le gustan las que le recomienda su real c¨®nyuge. Pero lo que s¨ª se sabe es que Pablo Iglesias parec¨ªa enfrascado en la lectura de La distancia del presente (Akal), de Daniel Bernab¨¦, una cr¨®nica del ¡°auge y crisis de la democracia espa?ola¡± en la d¨¦cada que ahora finaliza. Bernab¨¦, que consigui¨® escandalizar a sectores de la izquierda doctrinaria con su libro La trampa de la diversidad (Akal), en el que criticaba (al modo en que Mark Lilla y otros pensadores contempor¨¢neos lo han venido haciendo desde posiciones m¨¢s moderadas) la obsesi¨®n ultra-identitaria y, en definitiva, disgregadora, de la izquierda.
La distancia del presente, subtitulado Auge y crisis de la democracia espa?ola (2010-2020) es, b¨¢sicamente, una cr¨®nica contextualizada de la vertiginosa ¨²ltima d¨¦cada de la democracia espa?ola, que se propone como ¡°un c¨®dice para entender c¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª y por qu¨¦ somos como somos¡±. La cr¨®nica, que se inicia con los ¡°descalabros¡± de 2010 y sus secuelas sociales, e iba a finalizar con el gobierno de coalici¨®n PSOE-UP, incorpora una coda en la que se cubren los primeros cinco meses de la pandemia. En cuanto a los dos conspicuos viajeros de esta historia me atrevo a imaginar que a Iglesias, el libro le ha tenido que gustar m¨¢s que a Felipe VI, suponiendo improbablemente que el primero se lo hubiera pasado al segundo para que se distrajera entre cabezada y cabezada. Y ah¨ª lo dejo, como dicen ahora los tertulianos de la derecha.
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