¡®Berta Isla¡¯, libro del a?o
La novela de Javier Mar¨ªas recuerda por qu¨¦ la ficci¨®n, en manos de sus mejores practicantes, sigue siendo la ¨²nica forma de conocernos cabalmente
Hemingway, que entendi¨® su oficio mejor que nadie, le dijo alguna vez a Marlene Dietrich: ¡°No hay que confundir acci¨®n con movimiento¡±. En las novelas de Javier Mar¨ªas (o, por mejor decir, en los vol¨²menes que han ido apareciendo desde Fiebre y lanza), la gente se mueve cada vez menos, pero cada vez pasan m¨¢s cosas. Y son todas interesantes: todas nos interpelan, nos interrogan, nos sacuden y nos conmueven. As¨ª en Berta Isla, esta novela maravillosa que dialoga con Tu rostro ma?ana pero tambi¨¦n con As¨ª empieza lo malo, esta novela desenga?ada y a la vez generosa, rica en peripecias y tambi¨¦n en epifan¨ªas, introspectiva y obsesiva pero capaz de mirar hacia fuera, hacia el mundo convulso, para escrutarlo, investigarlo y permitirnos una comprensi¨®n que de otra forma nos estar¨ªa vedada.
Igual que Tu rostro ma?ana, la nueva novela gira alrededor de un joven espa?ol que vive a caballo entre dos culturas, la espa?ola y la inglesa, y cuyos inusuales talentos le hacen merecer la atenci¨®n de los servicios de inteligencia: el MI5 y el MI6. Tom¨¢s o Tom Nevinson (hace mucho tiempo que nadie tiene un solo nombre, un nombre un¨ªvoco y claro, en las novelas de Mar¨ªas) es un superdotado de las lenguas, los acentos, las imitaciones del habla ajena, y es por eso por lo que acaba siendo reclutado para misiones de espionaje de contenido ignoto y duraci¨®n indefinida.
Nevinson pertenece a esa estirpe de personajes de Mar¨ªas que han abdicado de su propia voz, que viven con voz prestada. Para contarnos su historia, Mar¨ªas comienza echando mano de una tercera persona que no la ve¨ªamos desde los tiempos idos de El siglo; y como las novelas de Mar¨ªas suelen reflexionar sobre su propio quehacer, no nos sorprende demasiado que un personaje se permita meditar sobre los servicios de inteligencia con una breve lecci¨®n de narratolog¨ªa. ¡°Somos como el narrador en tercera persona de una novela¡±, dice. ¡°Se ignora por qu¨¦ sabe lo que sabe y por qu¨¦ omite lo que omite y calla lo que calla¡±. La analog¨ªa no es inocente ni caprichosa: es una meditaci¨®n (solapada, juguetona) sobre las grandes preocupaciones de la novela. Pero antes de que tengamos tiempo de preguntarnos qu¨¦ uso har¨¢ Berta Isla de la literatura de esp¨ªas, c¨®mo subvertir¨¢ o elevar¨¢ para sus prop¨®sitos los temas, por ejemplo, del mejor Le Carr¨¦ ¡ªel lector piensa en Un esp¨ªa perfecto¡ª, la novela abandona la tercera persona y nos deja instalados, durante largos y gozosos a?os, en la voz de su mujer: la mujer que da t¨ªtulo a la novela.
Son p¨¢ginas familiares e impredecibles al mismo tiempo. Son familiares: ah¨ª est¨¢ la poes¨ªa como lente a trav¨¦s del cual interpretar la experiencia (se convoca a T. S Eliot, pero tambi¨¦n a Enrique V, y hace una aparici¨®n breve un cuento de Flaubert). Son impredecibles: la prosa de Mar¨ªas, digresiva y heterodoxa, est¨¢ llena de meandros y desv¨ªos donde acaso nos encontremos una joya perdida, o es capaz de dar vueltas como un tibur¨®n alrededor de su presa, asediando una emoci¨®n, una revelaci¨®n o una humilde verdad humana. Lo que quiere esta prosa es rescatar, del flujo incesante de los acontecimientos, aquello que no sabr¨ªamos ver sin ella: quiere detener el tiempo ¡ªo trastocar su normal comportamiento¡ª para que no se pierdan ciertos movimientos, con frecuencia los m¨¢s fr¨¢giles, de nuestra sensibilidad y nuestra conciencia; quiere hacer visible lo invisible, hacer que salga a la superficie eso que permanec¨ªa hundido porque nadie hab¨ªa sabido verlo. ¡°Frente a esa idea de la novela como una forma de conocimiento, yo la veo como una forma de reconocimiento¡±, me dijo Mar¨ªas una vez, en el curso de una conversaci¨®n sobre Tu rostro ma?ana. ¡°Con esos autores que ven, que se atreven a mirar las cosas como son, uno a menudo tiene una fuerte sensaci¨®n de verdad precisamente porque reconoce lo que dicen. Uno dice: ¡®S¨ª, esto es as¨ª, es verdad¡¯. Y no te est¨¢n haciendo una revelaci¨®n, no est¨¢s accediendo a un conocimiento nuevo. Est¨¢s viendo algo que sab¨ªas pero que no sab¨ªas que sab¨ªas¡±. Pero uno puede tambi¨¦n recordar cierta p¨¢gina de Los enamoramientos. ¡°La ficci¨®n¡±, dice all¨ª un personaje, ¡°tiene la facultad de ense?arnos lo que no conocemos y lo que no se da¡±.
En un ensayo bell¨ªsimo sobre Henry James, Conrad habla del novelista como historiador de las emociones. ¡°La ficci¨®n es historia, historia humana, o no es nada¡±, dice all¨ª. Y luego: ¡°Un novelista es un historiador: el curador, el guardi¨¢n, el expositor de la experiencia humana¡±. As¨ª ocurre en Berta Isla, cuya clarividencia me ha recordado una vez m¨¢s por qu¨¦ la ficci¨®n, en manos de sus mejores practicantes, sigue siendo la ¨²nica forma que tenemos los seres humanos de conocernos cabalmente: en todas nuestras dimensiones, con todos nuestros misterios y secretos, a trav¨¦s de todos nuestros velos.
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Autor: Javier Mar¨ªas.
Editorial: Alfaguara (2017).
Formato: versi¨®n Kindle y tapa blanda (552 p¨¢ginas).
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