Tiempo para el ¡®slow art¡¯
Cuanto m¨¢s r¨¢pida es la circulaci¨®n de las obras de arte, mayor es la inflaci¨®n del sistema. Por eso gana terreno una tendencia a experimentar con el lado creativo de la lentitud y la pereza
No existe nada m¨¢s universal que el tiempo. Lo habitamos como los peces habitan las aguas, las lombrices la tierra, un aroma su magdalena. Sin embargo, su naturaleza sigue siendo un misterio. Extra?os ciclos lo encadenan a otros enigmas que a¨²n no han sido resueltos, el mayor de todos, nuestra conciencia, la m¨¢quina del tiempo m¨¢s perfecta.
Ignoramos qu¨¦ vincula el tiempo a nuestra cualidad como personas. Apuramos nuestras vidas buscando esos claros iluminados en donde el tiempo se desembaraza de su aceleraci¨®n para fluir al ralent¨ª (la m¨²sica, la pintura). Lo m¨¢s parecido a volver a la infancia. Entramos en el Prado y observamos en un bosco una sucesi¨®n de acontecimientos, todos a la vez. Pero ?cu¨¢l es el orden real del cuadro? ?Podr¨ªa estar todo disgregado? ?Existen las fuentes del tiempo? ?Y si existen, qu¨¦ hay al final de ese marasmo?
No sorprende que el aprecio que le damos a una obra de arte sea tan relativo como el tiempo. Cuando la Mona Lisa fue robada de su espacio en el Louvre, en 1911, legiones de personas acudieron a la pinacoteca para contemplar su ¡°ausencia¡±, se pasaron m¨¢s tiempo delante del hueco de lo que hasta hace unos meses acostumbraban los millones de turistas de la pinacoteca parisiense. Y sobre el precio de una obra contempor¨¢nea, ?cu¨¢l es la cifra de un rich?ter? (una absurdamente desproporcionada que incomoda incluso al pintor alem¨¢n). ?En cu¨¢nto se valorizar¨¢n sus cuadros cuando el artista ya no est¨¦?
¡°?El tiempo, ese gran escultor!¡±, escribi¨® Marguerite Yourcenar refiri¨¦ndose a los dioses del Parten¨®n erosionados por el salitre y el viento, y que adquieren, sin embargo, ¡°la majestad o la languidez de un ¨¢rbol (¡) y otras obras que solo a la violencia humana deben la nueva belleza que poseen: el empuj¨®n que las tir¨® de su pedestal¡±. Desde hace unas semanas, en Barcelona, en la confluencia entre la Diagonal y el Passeig Sant Joan, se puede ver el inconfundible monumento al poeta Mos¨¦n Jacint Verdaguer (levantado en 1924) totalmente cubierto con una lona de protecci¨®n debido a las obras de ampliaci¨®n de un colector. La tela blanca est¨¢ perfectamente ce?ida a la rotonda circundada por una balaustrada donde se alzan una serie de figuras aleg¨®ricas y relieves, el jardincillo interior con los cipreses y, en el centro, la columna de 20 metros, coronada por la figura de Moss¨¨n Cinto como una madonnina bianca. Observado de lejos, el monumento parece un christo & jeanne-claude. ?Y si lo fuera? O mejor, ?es el monumento empaquetado un ready made invertido?
El arte es una fuente elemental de nuestra concepci¨®n del tiempo. Si Duchamp no hubiera convertido un botellero en un objeto art¨ªstico, ahora mismo nuestra imaginaci¨®n no alcanzar¨ªa a ver en la estatua del bardo noucentista (?un verdadero ¡°poeta expandido¡±!) lo que antes una pareja de artistas habr¨ªa convertido en monumento site specific. As¨ª es como tradicionalmente hemos interpretado lo que acontece en el arte: explicar c¨®mo cambian las cosas y su efecto en nosotros mismos frente a la contemplaci¨®n.
En el nuevo orden de los acontecimientos, con la aceleraci¨®n del tiempo de la noticia de Twitter (¡°lo que est¨¢ pasando¡±) y de las vidas privadas de Facebook (¡°lo que est¨¢s pensando¡±), el arte parece agotado. Producci¨®n en cadena, talleres convertidos en factor¨ªas digitales, ubicuidad, crecimiento del sistema, implosi¨®n. ?Acabar¨¢ el tiempo del arte siendo algo let¨¢rgico independiente de lo que ocurra ah¨ª afuera, puro tiempo?
La muestra ¡®So Lazy. Elogio del derroche¡¯ agrupa en el CaixaForum de Barcelona obras de artistas como Esther Ferrer, Aernout Mik, ?ngela Ferreira o Ignasi Aball¨ª que proponen otras formas de no hacer
Pocos a?os antes de que la pandemia nos presentara el mundo que nos rodea como el vac¨ªo ¡ªsolo aire entre algo aqu¨ª y all¨¢¡ª, alg¨²n coleccionista ya entendi¨® la necesidad de poner en valor el tiempo del arte tanto en su absolutismo (constructo intelectual) como en su relatividad (apariencia, banalidad), idea tan einsteiniana como la asociaci¨®n mental que produce una estatua sobre una columna empaquetada. Uno de los primeros fue el alem¨¢n D¨¦sir¨¦ Feuer?le, quien quiso etiquetar como slow art (una apropiaci¨®n del culinario slow food) la experiencia de contemplar su colecci¨®n de esculturas y mobiliario asi¨¢ticos junto a obras de artistas contempor¨¢neos que atesora dentro de una c¨¢psula del tiempo: un antiguo b¨²nker berlin¨¦s liberado de su ignominioso pasado, cuando sirvi¨® como cuartel general del ministerio de propaganda nazi, en el barrio de Kreuzberg.
Existe incluso un Slow Art Day, el 4 de abril, que busca fomentar otros modos de pr¨¢cticas art¨ªsticas que resisten los usos hegem¨®nicos del tiempo y que impulsan al espectador a valorar tanto la multiplicidad temporal como las inversiones de la historia. El te¨®rico norteamericano Hal Foster lo llama lo ¡°as¨ªncrono¡± y lo sit¨²a en el colapso entre medios que producen los dibujos proyectados de William Kentridge, las diapositivas de James Coleman y el 24 Hour Psycho (1993) de Douglas Gordon, donde el tiempo de la pel¨ªcula de Hitchcock est¨¢ dilatado hasta completar el ciclo de un d¨ªa.
La muestra So Lazy. Elogio del derroche, en CaixaForum Barcelona, agrupa obras de time-based art de autores (Esther Ferrer, Aernout Mik, ?ngela Ferreira, Ignasi Aball¨ª, Priscila Fern¨¢ndez, Xavier Ribas, Constant, entre media docena m¨¢s) que proponen otras formas posibles de no hacer o de prodigar de manera eficaz la enorme cantidad de tiempo y de recursos humanos que estar¨¢n disponibles en una sociedad estancada donde hasta el ocio ha sido regulado y mercantilizado. Curiosamente, el recorrido termina con las telas minimalistas, casi disueltas, de Agnes Martin (Sin t¨ªtulo, n? 7, 1997), que invitan a un nuevo romanticismo: contemplar el vac¨ªo frente a nosotros, entender las causas, la memoria, la propia historia, porque si la estudiamos nos remitir¨¢ otra vez a nuestro mirar. El horizonte es el paisaje descrito por alguien que lee. All¨ª todav¨ªa est¨¢n los ¨¢rboles que, como es debido, echan hojas nuevas.
¡®So Lazy. Elogio del derroche¡¯. CaixaForum. Barcelona. Hasta el 18 de abril.
The Feuerle Collection. Hallesches Ufer 70. Berl¨ªn.
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