El triunfo de la filosof¨ªa del esp¨ªritu
El pensamiento actual se desplaza hacia territorios que van m¨¢s all¨¢ del racionalismo y de la tradici¨®n occidental. Para analizar ese fen¨®meno, el te¨®logo y ensayista Pablo d¡¯Ors, que publica ¡®Biograf¨ªa de la luz¡¯, conversa con Juan Arnau, astrof¨ªsico y doctor en filosof¨ªa s¨¢nscrita
Las corrientes espirituales tienen cada vez m¨¢s peso en las sociedades actuales. Son muchos los que agobiados por el hartazgo de un mundo que les exige sobre todo consumir y embarcarse en nuevas experiencias, y que para conseguirlo se ven forzados a competir en unos mercados extremadamente competitivos, han decidido apartarse, explorar otros caminos, romper las din¨¢micas establecidas. La v¨ªa de la meditaci¨®n, la vuelta hacia el interior o la b¨²squeda de salidas en tradiciones distintas a la occidental forman parte de ese abanico de respuestas que empiezan a cultivarse con frecuencia. Pablo d¡¯Ors, escritor y sacerdote, publica la semana que viene Biograf¨ªa de la luz, que, en la l¨ªnea de otras obras suyas de enorme ¨¦xito ¡ªEl estupor y la maravilla, Entusiasmo o Biograf¨ªa del silencio¡ª, se dirige a esos ¡°buscadores espirituales¡±.
Pero qu¨¦ es lo que hay detr¨¢s de todo esto, qu¨¦ desaf¨ªos y anhelos, qu¨¦ peligros, de qu¨¦ se habla cuando asoma la palabra espiritualidad. Para tratar de esto, Pablo d¡¯Ors (Madrid, 57 a?os) ha conversado con Juan Arnau (Valencia, 52 a?os). El primero se define a s¨ª mismo como un modesto buscador espiritual desde su adolescencia, ¡°con muchos m¨¢s errores y tropiezos que aciertos y logros¡±. Arnau, un astrof¨ªsico que por distintos azares lleva investigando 25 a?os el pensamiento budista y que tambi¨¦n es fil¨®sofo ¡ªManual de filosof¨ªa port¨¢til, La fuga de Dios, Historia de la imaginaci¨®n¡ª, dice que es ¡°un vagabundo del dharma, como aquellos viejos beatniks¡±.
Ambos meditan. Pablo d¡¯Ors empez¨® muy pronto, tras leer, siendo adolescente, El tercer ojo, del ¡°falso lama Lobsang Rampa¡±; y hace siete a?os fund¨® la red de meditadores Amigos del Desierto. ¡°A partir de los 40, en medio de una crisis personal, empec¨¦ a practicar la meditaci¨®n zen¡±, explica. ¡°No supe encontrar entonces, en la tradici¨®n cristiana, un m¨¦todo suficientemente riguroso para hacer la experiencia interior¡±. Y as¨ª hasta que encontr¨® a Franz Jalics, un jesuita nonagenario al que considera su maestro, que le descubri¨® el hesicasmo: una corriente de la Iglesia ortodoxa, de los siglos VI al IX, que practicaba la oraci¨®n en silencio y quietud. Desde ese momento no ha dejado de cultivarla a diario durante, aproximadamente, hora y media. ¡°Yo medito caminando¡±, dice Arnau. ¡°Percibiendo. Para m¨ª la clave de la meditaci¨®n no es tanto cerrar los ojos como abrirlos¡±.
Juan Arnau.?Me ha hecho gracia que Pablo empezara a meditar gracias al libro de un farsante. Horacio dec¨ªa: ¡°Si uno no se ha sentido alguna vez en la vida un impostor, probablemente lo sea¡±.
Pablo d¡¯Ors.?Tambi¨¦n yo, cuando he tenido que hablar en p¨²blico de estas cosas, me he sentido a menudo un impostor. Seguramente por influjo de Kafka, que so?aba frecuentemente que estaba en el colegio y que, al entrar el director en su aula, le dec¨ªa: ¡°Franz, ?qu¨¦ hace usted aqu¨ª? ?Usted no sabe nada y no merece estar en este curso!¡±.
PREGUNTA.?No es f¨¢cil explicar la experiencia espiritual.
P. d¡¯O.?La meditaci¨®n pide un acercamiento no mental, sino sapiencial. El intelectual quiere penetrar en la realidad para comprenderla; el sabio, en cambio, es quien permite que la realidad entre en ¨¦l. La pr¨¢ctica meditativa subraya precisamente esa receptividad.
J. A.?Hay un magnetismo entre esp¨ªritu y naturaleza. La naturaleza es pura transformaci¨®n. No hay nada quieto, todo cambia. Y la conciencia (o esp¨ªritu) est¨¢ fuera de la naturaleza, nosotros la traemos al mundo natural. La conciencia no tiene lugar, no est¨¢ en el cerebro, tampoco est¨¢ fuera. Pero puedes traerla y sentir que te atraviesa. La conciencia mira a trav¨¦s de tus ojos, y eso se puede practicar paseando.
¡°El cristianismo no puede presentarse en Occidente hoy como la visi¨®n hegem¨®nica, m¨¢s bien debe sumarse a la configuraci¨®n de una nueva espiritualidad¡± (Pablo d¡¯Ors)
P. d¡¯O.?Nuestro problema fundamental es que estamos demasiado llenos, es por eso que la vida no puede entrar. Esta es la raz¨®n por la que ese ejercicio de vaciamiento y desnudez que es la meditaci¨®n resulta tan directo y fecundo para el conocimiento de uno mismo.
J. A.?Quiero contar una an¨¦cdota de Josep Pla, que es un buen ejemplo de la actitud espiritual en la que yo me ejercito, en la que vivo. Pla dec¨ªa que lo que m¨¢s le gustaba en la vida era llegar a una ciudad que no conoc¨ªa, ir a la pensi¨®n, darse una ducha y salir a dar una vuelta para ver la cara de la gente. Esa percepci¨®n de la mirada de los otros a ¨¦l le serv¨ªa para vaciar la mente y dejar de lado las preocupaciones o el runr¨²n que es la vida misma. En el mito que vivo, que es la filosof¨ªa s¨¡mkhya, la conciencia no puede tener mapa porque carece de contenido. El contenido de esa conciencia es la naturaleza.
P. d¡¯O.?La espiritualidad es para m¨ª ese cultivo del cuerpo y de la mente, por medio de la atenci¨®n, que da frutos de paz interior y de compasi¨®n. Cultivo, culto, cultura: se trata de una tarea que t¨² realizas, respondiendo a tu sed o anhelo interior. Y ?qu¨¦ es lo que cultivas? Lo que eres. ?Y qu¨¦ somos? Cuerpo y mente. Una espiritualidad que no pase por el cuerpo se convierte en idealismo, en mera utop¨ªa. La corporeidad es para m¨ª la v¨ªa de la interioridad.
P.??Y qu¨¦ hay adentro, en esa interioridad? ?Qu¨¦ horizontes se abren tras iniciar ese camino? Pablo d¡¯Ors, en su Biograf¨ªa del silencio, cuenta que en el proceso de familiarizarse con la meditaci¨®n se ocup¨® en primer t¨¦rmino de lo que consideraba determinante, el silencio. Y escribe: ¡°El silencio es solo el contexto o el marco que posibilita todo lo dem¨¢s. ?Y qu¨¦ es todo lo dem¨¢s? Lo sorprendente es que no es nada, nada en absoluto: la misma vida que transcurre, nada en especial¡±.
P. d¡¯O.?Silencio es el nombre secular de Dios. Pero tambi¨¦n podemos hablar de vac¨ªo y de plenitud, como las dos caras de la misma moneda. En la medida en que nos vaciamos, recibimos. Esos son los horizontes de la espiritualidad y en todo eso no puedes ser experto, como mucho un simple disc¨ªpulo.
¡°El fundamentalismo se da en las religiones confesionales, en las que es importante afirmar que perteneces a un grupo¡± (Juan Arnau)
J. A.?El discernimiento del budismo es apercibirse de la naturaleza vac¨ªa de todas las cosas, y esa vacuidad de las cosas conecta con la idea del silencio y la idea de una conciencia vac¨ªa (cuyo contenido es la propia naturaleza). Las cosas, al ser vac¨ªas, dependen unas de otras. Por eso debemos ayudarnos. Esa solidaridad se extiende al mundo de las ideas. Mis propias ideas son vac¨ªas, pues dependen de otras. De ah¨ª que lo m¨¢s saludable sea mantener una distancia ir¨®nica respecto a ellas.
P.?Hace ya a?os, en El culpable, uno de sus libros m¨¢s inquietantes, Georges Bataille pintaba desde una tradici¨®n mucho m¨¢s heterodoxa en cuestiones espirituales una situaci¨®n muy particular: ¡°He visto sobre un tejado grandes y s¨®lidos ganchos, plantados a media pendiente¡±, escribi¨®. ¡°Si suponemos un hombre cayendo desde la cima, por suerte podr¨ªa engancharse en uno de ellos por un brazo o una pierna. Precipitado desde la cima de una casa, me aplastar¨ªa contra el suelo. ?Pero si hay un gancho, podr¨ªa detenerme al pasar!¡±. Esa poderosa imagen quiz¨¢ revele una experiencia frecuente: la de quien se precipita en una b¨²squeda particular y que de pronto es atrapado: el gancho del esp¨ªritu. Y puede entonces abrirse al mundo.
J. A.?Los dos grandes ejes de la pr¨¢ctica budista son ese discernimiento al que me refer¨ªa y karuna, que en ingl¨¦s se traduce como compassion, pero que no es nuestra compasi¨®n castellana, sino que se traducir¨ªa mejor como ¡°identificaci¨®n afectiva¡±. Yo me identifico con el ser, y eso tiene que ver con una idea de Simone Weil que dec¨ªa que la principal forma de amor es la atenci¨®n. Eso se ve muy bien con los ni?os: si quieres gan¨¢rtelos, les das atenci¨®n, y la absorben absolutamente. Absorben ese amor.
P. d¡¯O.?En la experiencia m¨ªstica todas las religiones confluyen, eso es lo hermoso. A este respecto me gusta mucho la met¨¢fora de la monta?a: cada religi¨®n sube por una ladera diferente. Una est¨¢ nevada, otra florida, otra ¨¢rida¡; pero en la cima todas confluyen. En la experiencia m¨ªstica hay, en todas las tradiciones de sabidur¨ªa, una afinidad enorme. Esto revela para m¨ª algo fundamental: que el silencio es una esperanza para la humanidad. El silencio fomenta lo que nos une, no lo que nos diferencia. El problema de la palabra es que, en el mejor de los casos, puede generar afinidad, intelectual o sentimental. El silencio, en cambio, genera algo m¨¢s profundo: la comuni¨®n. Y es que, por encima de lo que cada cual piense o crea, lo cierto es que estamos unidos, que compartimos el ser. Creo con Rahner que el siglo XXI ser¨¢ m¨ªstico o no ser¨¢, y tambi¨¦n creo que estamos asistiendo hoy a un resurgir espiritual. Hemos llegado a un punto en el que es insoportable tanto materialismo, tanta visi¨®n nihilista¡ Por fortuna siempre hay minor¨ªas, pero minor¨ªas significativas, que se abren a realidades diferentes. El cristianismo no puede presentarse en Occidente hoy como la visi¨®n hegem¨®nica, m¨¢s bien debe sumarse a la configuraci¨®n de una nueva espiritualidad. Lo que nos ha tra¨ªdo este virus es una conciencia planetaria. Porque nunca en la historia de la humanidad hemos tenido que afrontar todos una amenaza tan brutal conjuntamente. Y en esta conciencia de que todos estamos conectados y somos en esencia uno consiste la experiencia m¨ªstica. Aunque sea por solidaridad en la oscuridad.
¡°La raz¨®n y la t¨¦cnica est¨¢n en un callej¨®n sin salida. Entre ilustrados e iluminados hay m¨¢s afinidad de la que se cree¡± (Pablo d¡¯Ors)
J. A.?Hay tres elementos en las Upanisad que pueden resultar ¨²tiles al ciudadano moderno, pues son los elementos que debe tener toda buena filosof¨ªa: la perplejidad o asombro (?qu¨¦ es esto?), la simpat¨ªa (el conocimiento que establece correspondencias y relaciones entre las cosas) y la libertad. La filosof¨ªa tiene que ayudar a liberarnos, a liberar el esp¨ªritu. Y la mente en general nos encadena. La mente es como un elefante salvaje: est¨¢ siempre trabajando. Y hay dos formas de detener la mente, de llevarla a la serenidad: la palabra (el mantra) y la respiraci¨®n. La mente es muchas veces un ruido que hay que silenciar. Y se doma con la palabra y la respiraci¨®n. El yoga es precisamente eso, la detenci¨®n de los procesos mentales, para que uno pueda ser atravesado por el esp¨ªritu. Cuando tienes un accidente, lo primero que haces es ponerte a rezar, a decir palabras, o a respirar. Hay otro elemento importante en las Upanisad: el alimento. Seg¨²n nos alimentamos, somos lo que somos. Si pierdes mucho peso, y a m¨ª me ocurri¨® cuando estuve en la India y perd¨ª 23 kilos, te vuelves otra persona. Raimon Panikkar dec¨ªa ¡°nos comemos unos a otros y juntos crecemos¡±. Esa es la gran comuni¨®n universal.
P. d¡¯O. El s¨ªmbolo por excelencia del cristianismo es el alimento. Tomad y comed, esto es mi cuerpo. Es precioso el di¨¢logo interreligioso porque te das cuenta de las afinidades. El alimento: Cristo en la Eucarist¨ªa. La respiraci¨®n: el soplo del Esp¨ªritu. ?Hay tantos puentes y v¨ªnculos!
P. Luego est¨¢ el ruido del mundo. ?C¨®mo casa ah¨ª la espiritualidad? Hay quienes se embarcaron, como los hippies, en un viaje hacia Oriente para liberarse de una sociedad que no les gustaba y encontrar esa paz que se les escapaba. Para otros, el encuentro con lo divino va por otros derroteros y se sienten llamados por Dios para una misi¨®n que va a dar sentido a sus vidas y, como ocurre con los creyentes que abrazan las lecturas m¨¢s radicales del islam, abrazan la violencia.
P. d¡¯O. Al igual que la inteligencia puede degenerar en intelectualismo, el rito en ritualismo, el sentimiento en sentimentalismo, pues la religi¨®n puede degenerar en fanatismo o fundamentalismo. Pero se trata de una degeneraci¨®n, y que no solo es posible, sino que es un hecho.
J. A. Eso pasa en aquellas religiones que son confesionales. En ellas es muy importante afirmar que perteneces a un grupo, estar vinculado a una iglesia. Yo creo en Al¨¢ y Mahoma es su profeta. Es un aspecto importante de la instituci¨®n, pero no tiene tanto que ver con la vida filos¨®fica o la vida del esp¨ªritu. El budismo, en cambio, no es confesional.
¡°La ciencia es un gran poder: puede hacer la bomba o la vacuna. Por eso tiene que escuchar a los humanistas¡± (Juan Arnau)
P. d¡¯O. Seg¨²n el dios en el que crees, se organiza la sociedad y la pol¨ªtica de una determinada manera. El polite¨ªsmo lleva a una organizaci¨®n sociopol¨ªtica diferente, por ejemplo, que la que saldr¨ªa del monote¨ªsmo. La consecuencia pol¨ªtica del monote¨ªsmo ser¨ªa la teocracia. Pero es que el cristianismo no es simplemente una religi¨®n monote¨ªsta, como pueden ser el islam o el juda¨ªsmo, es un monote¨ªsmo trinitario. Esto significa que importa tanto la unidad como la pluralidad, de ah¨ª que no sea de extra?ar que sea en Occidente donde se haya generado la democracia. A veces se ha simplificado diciendo que el budismo es la religi¨®n del silencio y el cristianismo, por contrapartida, la del grito. No es as¨ª: los silencios de la oraci¨®n pueden ser ensordecedores. Una persona espiritual se caracteriza, en mi opini¨®n, porque es eminentemente pr¨¢ctica. Las actitudes que la meditaci¨®n genera ¡ªatenci¨®n, receptividad, escucha, acogida¡ª se extienden poco a poco a la vida. Todos los m¨ªsticos y profetas de la historia han chocado, antes o despu¨¦s, con sus contempor¨¢neos. Vivir espiritualmente en el mundo supone ser capaces de alejarnos y de volver. De subir la monta?a para luego bajarla: sabidur¨ªa y compasi¨®n.
J. A. La receta que yo propondr¨ªa tiene que ver con Gandhi y la no violencia. El Reino no es un lugar al que se va despu¨¦s de la muerte, es un lugar que est¨¢ en tu coraz¨®n. Es esa idea la que lleva a Gandhi a la no violencia: apelar a lo mejor que hay en el que te est¨¢ agrediendo, la compasi¨®n. La Bhagavadgita da tambi¨¦n una soluci¨®n a ese conflicto entre la cultura mental y el mundo civil. La obra es un di¨¢logo entre Krishna y Arjuna. Este ¨²ltimo, que es guerrero, tienen que ir a una batalla y matar a sus primos. Krishna no le dice: no lo hagas, ret¨ªrate del mundo. Sabe que es guerrero y que su deber es luchar. As¨ª que le sugiere: pelea, pero ten la mente puesta en m¨ª. M¨ªrate desde fuera luchar, mant¨¦n esa distancia ir¨®nica, filos¨®fica, respecto a lo que est¨¢s haciendo.
P. d¡¯O. La raz¨®n y la t¨¦cnica est¨¢n llegando a un callej¨®n sin salida. Entre los ilustrados y los iluminados ha habido mucha m¨¢s afinidad de la que se imagina. Hace falta explorar los infinitos pasajes de comunicaci¨®n entre unos y otros.
J. A. Pensemos tambi¨¦n en una tradici¨®n que circula por la periferia de esa Ilustraci¨®n que representa Kant. Me refiero a Berkeley, Hume y Leibniz. Tienen un pensamiento m¨¢s cercano a una filosof¨ªa de la percepci¨®n. Son menos cerrados y mecanicistas. Bergson y Whitehead trataron de revivir esta tradici¨®n. Y es que las humanidades tienen que ir de la mano de la ciencia. La ciencia es un gran poder: puede hacer la bomba o la vacuna. Por eso tiene que escuchar a los humanistas.
Mapas de la conciencia
Nos hemos enamorado de la sombra¡±, dice Pablo d¡¯Ors. ¡°Ponemos demasiado el acento en lo oscuro. La luz, en cambio, es m¨¢s real: hace falta limpiar la mirada, los o¨ªdos y el coraz¨®n para poder verla y disfrutarla¡±. Su invitaci¨®n para hacerlo se titula 'Biograf¨ªa de la luz'. Ah¨ª, en m¨¢s de 500 p¨¢ginas, vuelve sobre los Evangelios, entendi¨¦ndolos como ¡°la historia de nuestra propia vida¡±. Su desaf¨ªo es practicar una suerte de lectura interior: ¡°De lo que se habla en los textos sagrados no es de otros, sino de nosotros. Todos esas par¨¢bolas y relatos, con los que creemos estar familiarizados, hablan de ti, de cada uno. Lectura m¨ªstica o interior significa que lo que cuentan esos textos no son tanto sucesos externos cuanto acontecimientos interiores. En ese sentido, los textos sagrados son algo as¨ª como mapas de la conciencia. La conciencia es el territorio de la espiritualidad ¡ªeso es claro¡ª, pero para explorar ese territorio necesitamos de un mapa. En los Evangelios, en las im¨¢genes que ofrece y en los dilemas que plantea, yo he encontrado una cartograf¨ªa para recorrerlo¡±.
¡°Cuando la espiritualidad pierde la tierra de lo concreto¡±, comenta D¡¯Ors durante la conversaci¨®n, ¡°degenera en espiritualismo. El riesgo de cualquier grupo religioso es convertirse en una secta, es decir, en un grupo enfrentado al mundo, al que naturalmente condena. Para m¨ª hay dos posibilidades a la hora de plantear una presencia religiosa o espiritual en el mundo: la alternativa o el di¨¢logo. O creemos que nosotros tenemos la verdad y que el mundo est¨¢ equivocado ¡ªy eso es la alternativa¡ª, o vamos juntos a buscar la verdad, puesto que la verdad no es una posesi¨®n, sino un camino. Es obvio que yo me sit¨²o en esta segunda posibilidad, la del di¨¢logo¡±. ¡°Todo buscador espiritual est¨¢ llamado a descubrir que solo por ¨¦l mismo puede llegar a s¨ª mismo¡±, escribe en un momento del libro. De lo que se trata es de aceptar el desaf¨ªo de explorar el camino que lleva a tu conciencia. ¡°La persona m¨¢s religiosa es la m¨¢s abierta, aquella con menos miedo a la realidad¡±, comenta al hablar de los fanatismos en su charla con Juan Arnau. ¡°Los fundamentalistas, en cambio, tienen miedo a la diferencia y a la pluralidad; por eso son proselitistas y simplifican la realidad. Se trata de una perversi¨®n del mensaje religioso. Las personas verdaderamente espirituales siempre han sido abiertas, es por eso justamente por lo que se las identifica¡±.
'Biograf¨ªa de la luz'.?Pablo d¡¯Ors. Galaxia Gutenberg, 2021. 576 p¨¢ginas. 23,50 euros. Se publica el 10 de febrero
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